¿Qué pasó con los judíos?
Antes de la revolución rusa de 1917 la mitad de los miembros de los partidos revolucionarios eran judíos. Entre 1930 y el fin de la Segunda Guerra Mundial casi la mitad de los miembros de los partidos comunistas eran judíos. Y la mayoría de los blancos que participaron en el movimiento cívico de los años 60’s en EU fueron judíos. Incluso en los partidos comunistas de países árabes como Egipto e Iraq los judíos se cuentan entre sus fundadores y líderes. Quizás los judíos gravitaban hacia la izquierda más radical porque con frecuencia eran rechazados por la izquierda más moderada.
El anti semitismo en aquella época no era raro en los movimientos socialistas, pero virtualmente ausente entre los partidos comunistas. Cuán lejos estamos hoy día de todo esto. No hay partidos de izquierda en Israel, solo movimientos sionistas que inherentemente son reaccionarios, colonialistas y genocidas. La Operación de Protección del Borde, por ejemplo, que ha resultado en la masacre de más de 2.000 palestinos, entre ellos mujeres, niños y ancianos, ha sido recibida por los judíos y el mundo, no como un crimen de guerra, sino como un simple anuncio.
Israel, en verdad, siempre ha estado cerca de la extrema derecha. Apoyó el apartheid en Sudáfrica, encubiertamente se asocia hoy con Arabia Saudita y es el puño de hierro de los intereses de EU en el Medio Oriente, a pesar de que Estados Unidos no ha estado libre del antisemitismo. Henry Ford, el fundador de la compañía de automóviles, fue uno de los promulgadores de la teoría judeo-bolchevique y una inspiración para Hitler y otros líderes nazis.
Ford fundó el periódico “The Gearborn Independent” que, según el escritor norteamericano John Steppling, propagó la creencia acerca de la existencia de la “internacional judía” que veía como la fuente del marxismo-leninismo internacional y apoyo la movilización en contra de los movimientos revolucionarios que veía como una conspiración judía.
Heinrich Himmler, el líder de la SS, reconoció que su comprensión del “peligro judío” se debía a sus lecturas de los escritos de Ford. Churchill, el Duque de Windsor y Wallis Simpson, su esposa, los hermanos Alan y Foster Dulles, directores respectivamente de la CIA y el Departamento de Estado de EU vieron a la “internacional judía” como una amenaza al cristianismo, al hombre blanco, al progreso y a la decencia. Y, sin embargo, todos ellos apoyaron al sionismo, como hoy los evangélicos apoyan a Trump que mueve la Embajada de EU a Jerusalén, reconoce los Altos del Golán como parte de Israel y al mismo tiempo cree que hay gente buena entre los supremacistas blancos de EU que profesan la ideología nazi.
Según el lugar común el lobby judío posee una influencia decisiva en la política de EU en el Medio Oriente, a pesar de que es perjudicial para los intereses de EU y solo beneficia a Israel. Para muchos comentaristas políticos ésta es una clara indicación de que Israel ha secuestrado la política exterior de EU. Pero, para otros, como el historiador Stephen Gowans, este lugar común se basa en un error fundamental acerca de que intereses la política exterior estadounidense sirve. Se presume que la formulación de las políticas del gobierno están al servicio del interés de todos los ciudadanos del país.
La evidencia, sin embargo, indica lo contrario. En lugar de considerar el interés común, la política exterior tiende a servir los intereses de la América corporativa. Esta política exterior, en verdad, puede perjudicar los intereses de la mayoría de la gente, pero no los intereses de las grandes corporaciones. Lo que la política de Washington hace en el Medio Oriente beneficia a los inversionistas en una gran medida y le ha proporcionado a las compañías de petróleo, a los fabricantes de armas y a los bancos norteamericanos grandes ganancias.
El papel que EU le ha asignado a Israel es el control de los árabes y así lo han hecho desde Nasser a Qadaffi y, ahora, Assad e Irán. La convergencia ideológica y práctica entre EU y la sensibilidad israelita es la antipatía al liderazgo pan-árabe. Democracia es lo último que los sionistas o Wall Street quieren. Lo que quieren es que la gente del Medio Oriente ceda sus intereses y renuncie a sus derechos.
Los sionistas quieren que los árabes acepten el robo de sus tierras, que eufemísticamente llaman “el reconocimiento de Israel a existir” y Wall Street quiere que ellos no resistan el robo de sus mercados y, sobre todo, de su petróleo, que justifican como “defensa de la democracia y la libertad”. El reciente reconocimiento de los Altos del Golán, en donde se encuentran depósitos de petróleo, fue mediado por la compañía “Genie Oil” en donde Dick Cheney, Larry Summers, Bill Richardson y Mary Landrieu son miembros de la mesa ejecutiva.
El fracaso del sionismo o, mejor dicho, su ausencia de voluntad para lograr la paz con los palestinos significa que Israel nunca podrá ser un estado normal, no importa cuánto pretenda ser una “democracia” con “valores occidentales”. El antisemitismo siempre ha sido un instrumento de la derecha y hoy día el gran beneficiario del antisemitismo es, paradójicamente, el mismo Israel gobernado por la extrema derecha. La propaganda sionista anti-históricamente equipara sionismo con judaísmo como si estuvieran interconectados desde los tiempos bíblicos cuando en realidad el sionismo es un movimiento europeo moderno con raíces cristianas.
Esta falsa equivalencia tiene por objetivos desacreditar cualquier criticismo a las políticas del gobierno de Israel en contra de los palestinos al presentarlas como anti-semíticas y construir una falsa narrativa que presenta al colonialismo que oprime a la población nativa como un conflicto religioso insoluble entre dos partidos relativamente iguales.
El Holocausto es el ejemplo histórico de un genocidio llevado a cabo por los supremacistas blancos. Un crimen en contra de la humanidad que no debemos dejar que desaparezca de nuestra consciencia. Pero, también, lo que no debemos olvidar es que no ha sido el único. La lista es larga: al genocidio de los grupos indígenas y los esclavos africanos en las Américas, los aborígenes en Australia, las atrocidades belgas en el Congo, el genocidio de los armenios por el imperio turco y el de los Tutsi en Ruanda, habría que agregar a los palestinos. A pesar de las críticas que ha recibido el término genocidio en relación a los palestinos, hay una larga lista de análisis académicos y legales que fundamentan esta postura.
El “Center for Constitutional Rights”, junto a numerosos expertos en delitos de derecho internacional, han declarado que las políticas de Israel hacia los palestinos podrían constituir una forma de genocidio. En estas políticas, que se inician en 1948, se cuentan el asesinato masivo y el desplazamiento de los palestinos, la ocupación militar que impone un régimen discriminatorio que dura más de medio siglo, asaltos militares repetidos en Gaza y declaraciones oficiales que expresamente favorecen la eliminación de los palestinos.
El ministro de justicia israelí Ayelet Shaked entre otros, por ejemplo, publicó una declaración en Facebook en Junio del 2014 en la que expresa claramente que “la totalidad del pueblo palestino es el enemigo” y llamó a la destrucción de Palestina “incluyendo sus ancianos y mujeres, sus ciudades y aldeas, sus propiedades y su infraestructura”.
El término genocidio tiene connotaciones sociológicas y legales. Si recordamos bien el término fue acuñado en 1948 por el académico polaco-judío Raphael Lemkin y no significa necesariamente crimen masivo, sino que frecuentemente se refiere a un plan coordinado dirigido a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de un grupo nacional para que estos se marchiten y mueran como plantas que han sufrido una plaga.
El objetivo puede lograrse por la desintegración forzada de las instituciones sociales y políticas, de su cultura, de su lenguaje, de sus sentimientos nacionales, de su religión, junto con la extinción de toda seguridad personal, libertad, salud y dignidad. Cuando todo esto no es suficiente el poder bélico es el último recurso.
El genocidio se dirige en contra de un grupo nacional como una entidad y los ataques a los individuos son secundarios a la aniquilación del grupo al que pertenece. Según la “Convención sobre la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio” el genocidio incluye actos cometidos con el intento de destruir parcial o completamente un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. Esta definición se refleja en el artículo 6 de los estatutos de la Corte Criminal Internacional que tiene jurisdicción en los crímenes ocurridos en el territorio del Estado de Palestina desde el 13 de Junio del 2014.
Según prominentes defensores de los derechos humanos y expertos en leyes internacionales, la muerte de palestinos y su expulsión forzada de Palestina en 1948, la ocupación israelita del West Bank, el Este de Jerusalén, el estado de sitio de la franja de Gaza y la violencia y discriminación dirigida a los palestinos por el gobierno de Israel violan una serie de derechos humanos contenidos en la Ley Internacional de Derechos Humanos, el genocidio entre ellos.
Decenas de sobrevivientes del Holocausto, junto con cientos de descendientes de víctimas del Holocausto, acusaron a Israel de “genocidio” por las muertes de más de 2.000 palestinos en Gaza durante la ofensiva militar israelí “Operación Plomo Fundido” en 2008-2009. La escritora y activista Naomi Wolf escribió: “Me lamento por el genocidio en Gaza porque yo soy la nieta de la mitad de una familia aniquilada en el holocausto y reconozco un genocidio cuando lo veo”.
La justificación estándar del gobierno de Israel para hacer lo que hace ha sido el derecho a la autodefensa, que algún mérito puede tener. Pero, este es el mismo argumento que los palestinos pueden usar con mayor justificación. ¿Por cuánto tiempo un pueblo puede soportar el dominio y su lenta exterminación sin rebelarse?