Racismo en Alitalia / Carta abierta a esa empresa

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En mayo pasado tuve la felicidad de averiguar el paradero de mi hija mayor, de la cual había perdido el rastro hace 20 años.

La circunstancia de que ella es propietaria de un conocido restaurante en la costa atlántica francesa, nos facilitó el reencuentro: al contar con alojamiento y comida gratuitos en esa localidad, pude realizar un viaje relativamente económico y hacerme acompañar de mi compañera de vida y de dos de mis hijas, que no conocían a su hermana.

Buscando opciones de costo relativamente bajas, decidí usar los servicios de la línea aérea Alitalia, que tiene un vuelo a París con escala en Roma. El reencuentro fue absolutamente feliz, pasé varios días rodeado del calor familiar, en los brazos de la bondad, generosidad y amor filial de mi hija alguna vez perdida.

Todo iba bien hasta que me embarqué en el vuelo 686 Roma-Caracas de Alitalia en la mañana del 24 de agosto. Allí tuve el infortunio de toparme con un sujeto de nombre Fabrizio Chiappi, sobrecargo racista de esa línea aérea. Ya sobrevolando aguas territoriales venezolanas (es decir, en territorio de mi país) el sujeto de marras, que pasó todo el viaje con una cara de perro cada vez que se topaba con mi mirada, me sirvió un café.

Le solicité que me proveyera de un sobrecito de leche para mezclar con el mismo. En una evidente provocación, el racista siguió de largo, razón por la cual tomé el sobre que me correspondía del dispensador de a bordo que utiliza la tripulación para servir a los pasajeros. Es decir, el sobre que me correspondía y que el provocador racista no me dio. Esta nimiedad bastó para que este patán me gritara y ofendiera llamándome “bestia ignorante”, azotando su dedo índice cerca de mi rostro, asunto que por supuesto reclamé con firmeza. El racista me respondió retándome prácticamente a pelear.

Por supuesto que no caí en el ínfimo nivel humano del patán y esperé la oportunidad de hacer las cosas correctamente. Al aterrizar la nave me dirigí al supervisor de la tripulación para hacer la denuncia. Justo es decir que este caballero, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, se comportó a la altura, escuchó mi alegato, hizo comparecer ante mí al patán racista y me pidió detalles para reportar el hecho a sus superiores.

Yo por mi parte, le expliqué que lamentablemente tendría que hacer la denuncia respectiva ante las autoridades venezolanas, pues no se trataba de un asunto que me atañía tan solo personalmente, sino que el patán había violado leyes venezolanas en nuestro espacio aéreo, puesto que en Venezuela está prohibida cualquier expresión racista o excluyente, además de las agresiones personales injustificadas y el sometimiento de las personas al escarnio público. Por otra parte, era mi deber actuar para garantizar que nunca más el patán racista agrediera y ofendiera a un compatriota mío que tuviese la mala fortuna de ir en el vuelo 686.

Ya en suelo venezolano, es también justo establecer que el personal del INAC ante el cual presenté la denuncia se condujo de manera harto eficiente y diligente, lo cual permitió que el patán racista pudiera ser identificado, pasándose a tomar fotocopias de sus pasaportes (italiano y estadounidense). Ya en las oficinas del INAC hice la denuncia que correspondía, y la cual tendrá seguimiento, por supuesto, ya que combato y combatiré el racismo en todas sus expresiones.

En Alitalia todo el mundo me había tratado hasta entonces con cortesía y buenas maneras. Cuando conversé con el supervisor de la tripulación, me pregunté cómo era posible que en el mismo lugar trabajaran un caballero tan cordial y educado, y un sujeto tan grosero y agresivo como el patán racista Fabrizio Chiappi.

El patán racista Fabrizio Chiappi no me ha hecho nada que no pueda yo superar rápidamente, más allá del mal rato que nos hizo pasar a mí, a mi compañera y a mis hijas, es decir a cuatro pasajeros del vuelo 686.

Es posible que este sujeto y algunos de sus amigos de la tripulación mientan a sus superiores en torno a lo ocurrido. En Venezuela mucha gente me conoce y me reconoce como una persona decente, cordial y de muy buen humor, que no ando agrediendo a nadie ni buscando pendencias, mucho menos si estoy acompañado de mi familia. Los señores que dirigen Alitalia sabrán a qué atenerse. Espero igualmente que el INAC tomé las debidas cartas en el asunto con respecto a un ciudadano extranjero que ejecutó una agresión racista en el cielo de la Patria.

No tengo poder personal más que para hacer esta denuncia pública. Pero al fin y al cabo, el patán racista Fabrizio Chiappi le hace más daño a la empresa donde trabaja que a mí. Por una parte perjudica su imagen. Por la otra, pierde varios clientes. Nunca más ni yo ni mi compañera volaremos con Alitalia, a menos que la satisfacción ante la ofensa sea plena. No es gran cosa, pero pienso de ahora en adelante utilizar mis ahorros para visitar a mi hija cada año.

En cuanto a mis otras dos jóvenes hijas, que pronto serán profesionales universitarias, tampoco usarán nunca más Alitalia para sus vuelos, ni sus futuras familias. No seremos, por supuesto, de aquí en adelante, la mejor referencia para esa aerolínea. Que los señores de Alitalia le agradezcan esta moderada pérdida de prestigio y de clientes al patán racista Fabrizio Chiappi, a quien le pagan seguramente un buen sueldo.

(Firma)
Néstor Francia.

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