Recuerdo de Gabriel Valdes, un padre noble de America Latina

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, y de que el problema central que el veía hoy era la falta absoluta de una gobernabilidad mundial. Y que esto hacia todavía mas necesario el labor de la agencia, sobre todo en la sociedad civil, que el consideraba el cambio mas profundo habido en los 50 anos de vida de la agencia.

Gabriel en el 1964 era Canciller del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Tomó un riesgo considerable. Aceptó firmar un contrato con una asociación de periodistas, la Inter Press Service, que yo había fundado pocos meses antes. El contrato era para distribuir un boletín de la cancillería chilena a sus embajadas en el mundo, a través del sistema de telecomunicaciones de IPS. El senado lo aprobó rápidamente, ya que era muy ventajoso en términos económicos.

Lo que el Senado no sabia, y Gabriel si, era que IPS nunca había realizado antes un trabajo similar. Había por lo tanto un riesgo serio. Pero el canciller Valdes, mas allá del boletín de las embajadas, vio que este contrato permitía a la IPS de entrar en el mundo de los grandes actores informativos. Y con esto, habría habido una nueva voz, dedicada a los temas con los cuales el tenia un profundo compromiso: la justicia internacional, los procesos de desarrollo y democratización del Tercer Mundo, la integración de América Latina, y un atención a los procesos del continente en Europa y Estados Unidos.

Sin esta acto político de Gabriel, no sé si IPS hubiera superado su fase de nacimiento, ya que se mantenía con lo que un banco me había prestado para comprar una casa para casarme con Colette, y que habíamos desviado a la creación de la agencia; Colette y Gabriel eran grandes amigos, se jactaban de lo delicioso que es tener la arbitrariedad del signo del cáncer, y espero que ahora se junten para reírse juntos

El Canciller Valdes fue un protagonista importante del proceso de integración regional, que empezó con los acuerdos de Bogotá, y se fue estructurando completamente durante su mandado. El hizo su tarea con mucha fuerza, y una gran dignidad.

Me acuerdo el encuentro con su homólogo Kissinger, en el apogeo de su gloria, que le dijo —con su proverbial brutalidad— que aunque América Latina se juntara siempre iba a tener poco peso internacional. Y Gabriel le contesto que más eran los que iban a gritar "como chanchos” frente a arbitrios que no compartían, e iban a dar dolores de cabeza a los que los ignoraban. Y que el dolor de cabeza lo sufren de igual manera los menos y los muy poderosos…

El próximo paso de Gabriel, en su larga e incomparable carrera internacional, fue ser Subsecretario General de Naciones Unidas, como Administrador para América Latina del PNUD, con el mítico Brad Morse. Fue la época de oro del Programa, en particular para América Latina, y nunca el PNUD volvió a tener el mismo peso y la misma dimensión.

La sala de espera de Gabriel estaba llena de todos los personajes de relieve de la región, ya que en esa oficina se financiaban todos los proyectos de cambio social, de democracia participativa, de desarrollo sostenible —frecuentemente en polémica con la visión economicista del Banco Interamericano y del Banco Mundial.

Hernan Santa Cruz, el otro gran personaje internacional de Chile, me dijo una vez que Gabriel era una reencarnación de Lorenzo de Medici, y que había logrado recrear la corte del Renacimiento de Florencia en Nueva Cork, tarea hasta entonces inimaginable.

No quiero aquí redactar una biografía de Gabriel, de sus cargos —que van desde presidente del Senado a embajador—, y sus luchas en la región por la democracia y la justicia social internacional; lo que quiero es recordar a un hombre excepcional, que me dio el privilegio de ser amigo dsuyo y de su familia.

Me acuerdo, cuando era canciller, y vivía en su casa colonial, momentos inolvidables, como cuando cuando Golda Meier fue por una taza de te, y quedó intimidada frente a la madre de Gabriel, por su personalidad, cultura y espiritualidad.

O cuando la Silvia, que lo ha acompañado con cariño y devoción hasta sus últimos minutos, transformaba la casa en un auditoria de pruebas de música medieval, y centro de encuentros artísticos.

En el Chile tan espartano de entonces, los ministros tenían asignados automóviles Chevrolet negros, viejísimos, y en el del Ministerio de Relaciones Exteriores, para dejar en paz al chofer, yo acompañaba a la escuela los niños, Maria Gracia, Juan Gabriel y Max, siempre atrasadísimos, volaba hasta depositarlos en la puerta de las escuelas y volvía para llevar Gabriel al ministerio. Hasta que un día el chofer chocó, porque la dirección no no pudo funcionar mas, y Gabriel me dijo: “Menos mal que tú tienes siempre suerte, él iba a 50 kilómetros por hora y tu nunca bajas de los 100….”

Gabriel tuvo la valentía de dejar su cargo en Naciones Unidas, al apogeo de su gloria, para volver a Chile y enfrentarse con la junta militar, para defender la vuelta de la democracia. Sufrió una campana de desprestigio brutal de la junta, que hasta le invento amantes e hijos. Incluso lo pusieron preso, para atemorizarlo, pero salió más desafiante que nunca.

Yo he siempre considerado como representativo que la política no premie siempre el mejor, que Gabriel haya salido tan gastado de la lucha en contra de la junta, que haya terminado como Presidente del Senado y no como candidato de su partido a las elecciones presidenciales, cuando había pagado un precio muy especial (aclaro que considero que Alwyn fue un buen presidente).

Ahora hemos perdido su honestidad intelectual, su humor irónico y alegre, su fuerza intelectual, y su búsqueda continua de una brújula para que haya una gobernabilidad internacional.

Gabriel consideraba que era una barbarie que las finanzas se hubieran escapado del control de la política, y más bien había pasado a controlarla. Que un mundo en el cual cada día amentaban los pobres, no era sustentable. Y que era una tragedia que el declive de Estados Unidos y de Europa, no permitiera que se lograran acuerdos globales, sobre el clima, los derechos humanos y la redistribución de los avances tecnológicos y científicos.

Hemos perdido una memoria de casi un siglo del camino a una sociedad que él quería mejor, y sobre la que tenia vivencias y experiencias irrepetibles. Hemos perdido una capacidad original de mirar al mundo, y leer sus acontecimientos como parte de un proceso entendible y positivo. Hemos perdido su capacidad de enfadarse y de reírse, especialmente cuando se daba cuenta que se había equivocado.

Y hemos perdido su capacidad de ser amigo, constante y consecuente, critico y humano, a veces irreverente: pero amigo como nadie.

Con el, se va una parte de mi vida. Y esto, desgraciadamente, es lo menos grave. Lo que es mas grave, es que no le pueda hablar mas, y "pelear" con él sobre el mundo, sobre los vinos y la lírica. Porque sólo la muerte nos enseña a darnos cuentas de cuanto eran excepcionales e irremplazables los seres queridos.

* Periodista, fundador de IPS.

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