Río+20: pesimista el presidente francés

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En pocos días —el 20 de junio— Río de Janeiro tendrá el dudoso privilegio de facilitar sus instalaciones para la apertura y posterior realización de otra de las llamadas «cumbres» con que algunos Estados y gobiernos (y empresas que los patrocinan a esos gobienros) imponen sus puntos de vista a otros Estados y gobiernos —y todos gastan a cuenta de los contribuyentes para estas situaciones totalmente globalizados.| RIVERA WESTERBERG.*

 

La reunión oficial, conocida como «Cumbre de la Tierra Río+20», ha trocado su dernominación por otra menos pomposa pero igualmente torpe; se llama Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable. Torpe, porque ninguna «cumbre» ha resuelto en verdad ninguno de los problemas ambientales, ecológicos, de la biodiversidad, etc…, que con distinta urgencia acucian a la geografía planetaria.

 

Lo cierto es que tampoco a los delegados que han sido, y son a ésta reunión, las materias a tratar parecen importarles mucho; algunos discursos notables siempre se pronuncian; votaciones sobre esto y aquello que frustran a los pocos creyentes en las decisiones de la «comunidad internacional»; y presiones políticas, comerciales, financieras y otras varias.

 

Sorprendentemente —acaso por seriedad política— «La conferencia de Río será difícil. Sabemos que hay riesgos, el riesgo de que las palabras pronunciadas no se traduzcan en acciones, el riesgo de la división entre países desarrollados, países emergentes y pobres, el riesgo de un fracaso porque pueden surgir otras emergencias», dijo M. François Hollande, presidente de Francia. Y no es que Francia (las industrias francesas) contaminen poco.

 

Señaló también que los asuntos del ambiente no logran centrar la atención de gobernantes, dirigentes políticos y sociales y, en general de la opinión pública, toda vez que el mundo tiene la mirada «sobre la crisis económica, sobre la crisis de las finanzas y está preocupada por algunos conflictos como el de Siria».

 

La reunión («cumbre» o «sima») de Río —se calcula— juntará unas 50.000 almas y desalmados de más de 150 países, a más de jefes de Estado, ministros y otros conmitilones. Entre esas decenas de miles se reunirán aparte representantes y auto representados de la llamada sociedad civil (¿acaso hay otra en estos tiempos civilizados?). Algunas ONG, quién sabe, harán su agosto.

 

Es de esperar (¡el virus del optimismo!) que los VIP en pleno no dejen pasar que el planeta y la sociedad humana pueden padecer antes de lo esperado una crisis mayor en palabras de M. Hollande: «Una crisis de la biósfera». Pero es poco probable: tienen todavía muchas sogas que vender…

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