Salud para todos, un grito de guerra convertido en un murmullo en la OMS
Con la imaginación del fin de la crisis sanitaria y el rebrote de la economía, informes de especialistas y de organismos internacionales apuntan sus diagnósticos a la superación de los impactos económico-sociales acaecidos en los últimos dos años… pero la realidad los desmiente.
Más allá de la discusión sobre la “normalidad”, lo que el mundo occidental rico y próspero –pero empobrecido moral y éticamente- pretende ignorar (lo que afecta a todas las sociedades humanas , ricas o pobres poderosas o débiles, sin excepción alguna), es que la pandemia continúa y se despliega desde los países más empobrecidos, afectando incluso a los enriquecidos, que en su arrogancia subestiman los efectos globales.
Cuando muchos hablan de pospandemia y de retorno a la normalidad pre Covid-19, nuevas cepas del coronavirus se hacen sentir, poniendo de relieve la acuciante discriminación en el acceso a las vacunas. El año se va como ha comenzado, entre dudas e incertidumbres y, como plantea el balance final de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha sido un año de esfuerzos colosales pero insuficientes en el campo de la salud mundial.
Si los sistemas y servicios de salud han capeado como han podido la tormenta de los últimos dos años, es en gran parte gracias a los enormes sacrificios de la fuerza laboral sanitaria y social, que a menudo ha recibido poco reconocimiento o recompensa. No obstante, debemos constatar que la pandemia se cobró más vidas en 2021 que en 2020.
La oportunidad perdida
Deberíamos estar de acuerdo que la única manera de tratar eficazmente la pandemia de Covid-19, junto al resurgimiento de otras patologías, es a través de sistemas de salud completos, equitativos y universalmente accesibles. Esa fue precisamente la solución propuesta a los países por la OMS, en la Conferencia Internacional sobre la Atención Primaria de la Salud (APS) celebrada en 1978 en Alma Ata.
Si se hubiera apoyado el magnífico proyecto de justicia social de la OMS, todos los países estarían hoy adecuadamente equipados para hacer frente a la actual crisis sanitaria, y a cualquier problema sanitario común. Pero la Atención Primaria de Salud no recibió apoyo. Por el contrario, en un par de años, sus fundamentos de justicia social y económica quedaron más o menos destruidos y el proyecto se desmanteló progresivamente durante la siguiente década.
Innovación y desigualdades en la respuesta a la Covid-19 y el rol de la OMS
El análisis de los datos reportados en 25 países revela que desde marzo de 2021, 1,3 millones de trabajadores de la salud han sido vacunados por completo, con solo seis países alcanzando más del 90%, mientras que nueve países han vacunado completamente a menos del 40%.
En contraste, un estudio global reciente de la OMS señala que en 22 países, la mayoría de ellos de altos ingresos, se encontró que más del 80% de sus trabajadores de la salud y la atención médica están completamente vacunados. No obstante las desigualdades en el acceso a las herramientas de salud, siguen siendo alarmantes.
Según un análisis preliminar de la OMS, se han administrado más de ocho mil millones de dosis de la vacuna en todo el mundo, pero a fines de noviembre, solo el 27% de los trabajadores de la salud en África habían sido completamente vacunados contra la Covid-19, dejando desprotegida a la mayoría de la fuerza laboral en la primera línea de la pandemia. Es decir, solo uno de cada cuatro trabajadores de la salud africanos estaría vacunado.
Es un fenómeno que se manifiesta en países con menos del 1% de su población vacunada, caso del Congo, Chad, Guinea-Bisau; además de varios entre el 1 y 2%, como Sudán, Niger, Tanzania, Mali, Yemen, Madagascar, Burkina Faso o Sudán del Sur; a los que se suman muchos con menos del 5% o del 10%.
Por otro lado, países con mayor desarrollo relativo alcanzan elevados porcentajes de sus poblaciones con tres dosis. En estos se sienten los efectos de las nuevas cepas que postergan el fin de la pandemia.
No obstante, la OMS insiste que al liderar los esfuerzos para poner fin a la pandemia se establecieron metas mundiales de inmunización, subrayando que es la prioridad en todos los países y en todo el mundo, proteger a las personas en mayor riesgo, como los trabajadores de la salud y las personas de edad.
A partir del 20 de diciembre de 2021, la OMS, ha validado 10 vacunas Covid-19 como seguras, efectivas y de alta calidad y se han actualizado continuamente las pautas de tratamiento, reflejando los últimos conocimientos clínicos. La colaboración es esencial para la respuesta de la OMS a pandemia. Los mejores cerebros científicos del mundo se han unido para hacer y responder a las preguntas de investigación cruciales necesarias para combatir la Covid-19 como parte del Plan de Desarrollo de la OMS.
Las emergencias surgen y persisten
Actualmente la mayor emergencia humanitaria del mundo está en Afganistán, que está luchando no solo contra la Covid-19, sino también con diarrea acuosa aguda, dengue, sarampión, poliomielitis y malaria. Desde el 15 de agosto de 2021, la OMS ha enviado más de 414 toneladas métricas de suministros médicos que salvan vidas y vacunó a 8,5 millones de niños contra la poliomielitis como parte de una campaña en noviembre.
En Yemen, la Covid-19 ha tensado un sistema de salud ya plagado de conflictos y otras epidemias, donde solo la mitad de las instalaciones de salud del país se reportan como funcionales. Después de más de una década de crisis, las necesidades en Siria son mayores que nunca. La OMS ha intensificado las entregas de suministros médicos y está trabajando con asociados para prestar apoyo en materia de salud mental.
A la vez que se ha ayudado a millones de personas mediante el apoyo a los servicios de salud esenciales y a los centros de alimentación terapéutica para tratar a los niños con desnutrición aguda. En respuesta a la pandemia, la OMS ha estado trabajando para construir estaciones de producción de oxígeno, la capacitación de los trabajadores de la salud, proporcionar equipo médico y de protección, y fortalecer la capacidad de laboratorio y pruebas.
Los desafíos de los servicios de salud
Las crisis que ocurren solo una vez en una generación tienen efectos dominó desproporcionados. Es probable que la pandemia detenga dos décadas de progreso mundial hacia la cobertura universal de salud, después de desencadenar la peor crisis económica desde la década de 1930 y perturbar gravemente los servicios de salud.
23 millones de niños se quedaron sin las vacunas básicas administradas a través de los servicios de inmunización sistemática en 2020 –3,7 millones más que en 2019- según se desprende de los datos oficiales publicados por la OMS y el UNICEF. La última serie de datos globales sobre la vacunación infantil en todo el mundo reflejan las interrupciones de los servicios a nivel mundial debido a la Covid-19, y muestran que la mayoría de los países registraron el año pasado descensos en las tasas de vacunación infantil.
Resulta preocupante que la mayoría de estos niños –hasta 17 millones– probablemente no recibieron ni una sola vacuna durante ese año, lo que agrava las enormes desigualdades ya existentes en el acceso a las vacunas, y aumenta el riesgo de enfermedades prevenibles como el sarampión y la poliomielitis. La mayoría de estos
niños vive en comunidades afectadas por conflictos, en lugares apartados donde la atención es deficiente, o en entornos informales o barrios marginales, donde sufren múltiples privaciones, como el acceso limitado a los servicios básicos de salud y a los servicios sociales fundamentales.
Más de la mitad de los países encuestados por la OMS entre junio y octubre de 2021 informaron interrupciones en los servicios de detección y tratamiento de la diabetes, la detección y el tratamiento del cáncer y el manejo de la hipertensión. A medida que abordamos estos desafíos, la cobertura universal de salud, sigue siendo la Estrella del Norte de la OMS.
Sin embargo, incluso antes de la Covid-19, el mundo no estaba cumpliendo con el objetivo de ver a 1.000 millones de personas adicionales beneficiarse de la cobertura universal de salud, mientras que 500 millones de personas fueron empujadas (o empujadas aún más) a la pobreza extrema debido a los pagos que tenían que realizar por la atención médica.
La situación solo empeorará debido a la pandemia, por lo que se deben redoblar los esfuerzos y hacer de la «salud para todos» el grito de guerra de la recuperación. La Covid-19 ha puesto de relieve las limitaciones de la resiliencia de los sistemas de salud, destacando la necesidad de fortalecerlos para garantizar mejor tanto la cobertura sanitaria universal como la seguridad sanitaria
Salud para todos… un grito convertido en un murmullo
Desde el inicio del milenio, en vista de la falta de apoyo por parte de los patrocinadores financieros para cualquier revitalización genuina de la Atención Primaria de salud (APS), la OMS ha frenado drásticamente sus ambiciones y ahora lucha por la Cobertura Universal de Salud (CUS). Tal como se concibe actualmente, y a pesar de las invocaciones al espíritu de Alma Ata, la CUS ha conservado algunos aspectos de la APS pero, en varios sentidos, representa una regresión sustancial con respecto al proyecto de justicia social de la OMS.
En los intentos posteriores de la OMS por revivir la APS se ha hablado sobre los derechos humanos y a veces se ha hecho referencia a la desigualdad dentro de las sociedades (pero nunca entre países), pero en ninguno de estos cargos de conciencia se menciona el verdadero pilar de la Salud para Todos, que es un orden económico internacional justo y racional.
Bajo los regímenes neoliberales, los Estados miembros más poderosos representan cada vez más los intereses de sus empresas transnacionales en la Asamblea Mundial de la Salud anual, en lugar de los intereses de salud pública de sus ciudadanos.
Apoyan a los gigantes de la alimentación, las bebidas y la agroindustria cuando las enfermedades no transmisibles o la nutrición están a la orden del día, a la grandes empresas farmacéuticas, en relación con el acceso a los medicamentos, y a todo el sector de la salud con fines de lucro, incluidos los equipos médicos, los proveedores de servicios de salud privados y las compañías de seguros de salud privadas, en relación con la CUS.
En las cuatro últimas décadas, la OMS ha perdido gradualmente el control de su presupuesto y, por consiguiente, de su programa de trabajo, en parte porque la organización se había vuelto (por un breve momento) demasiado socialista, pero en parte porque, en virtud del imperativo capitalista, es intolerable que un sector tan potencialmente rentable siga sin explotarse.
La salud representa un mercado billonario en dólares (10 billones de dólares en 2020) como el Foro Económico Mundial no deja de recordar a sus contribuyentes. Las “donaciones” a la OMS o la participación en asociaciones público-privadas para la salud son inversiones valiosas para las empresas multinacionales que buscan nuevas esferas rentables para sus actividades.
La salud internacional está hoy en día controlada por el Banco Mundial, el Grupo de los 8 y en parte por el Grupo de los 20, con la OMS reducida potencialmente al papel de intermediario de las asociaciones público-privadas, las más a menudo llamadas asociaciones de múltiples partes interesadas. El problema de estos acuerdos es que las asociaciones público-privadas en materia de salud, permiten a los intereses privados establecer e influir en el programa de salud pública.
La humanidad está en peligro más allá de lo sanitario y por eso se necesita discutir el modelo productivo del capitalismo en nuestra época, causa en origen del calentamiento global y el cambio climático y el conjunto de efectos sociales entre los que destaca la explotación de la fuerza de trabajo, el saqueo de los bienes comunes, el empobrecimiento extendido y la concentración, explicando la realidad de una desigualdad social incrementada.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)