SE ACERCA EL MOMENTO DE UN VIAJE DEL PAPA A CHINA

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China no solo aspira a ser una gran potencia asiática. En estos tiempos, a pesar de las restricciones comerciales junto a los problemas estratégicos y políticos, la globalización sigue avanzando y China está cerca de ser considerada la primera potencia mundial. Para ser reconocida como tal necesita construir un puente con las milenarias diferencias que tiene con la cultura occidental y el cristianismo, una de sus expresiones más significativas. El avance chino se muestra inexorable y las más lúcidas inteligencias norteamericanas parecen advertirlo y es imposible imaginar que la vasta experiencia de la diplomacia vaticana pueda ignorar esas tendencias.

El jesuita Jorge Bergoglio fue elegido como Papa con el voto prácticamente unánime de los 11 cardenales norteamericanos. Ese voto al primer jesuita elegido Papa tiene –también- una explicación que se puede inscribir en el marco de la evolución de la situación internacional. De un modo semejante al rol de amortiguador de conflictos que la Iglesia Católica quiere asumir en la situación interna de varios países, es probable que se sienta satisfecha asumiendo ese carácter en el más importante conflicto contemporáneo.

El paso de una a otra hegemonía mundial siempre es causa de tensiones, que la mayoría de las veces terminan en guerras. Encauzar las tensiones derivadas del avance chino a costas del poderío norteamericano no es tarea fácil y parece ser uno de los objetivos centrales del papado de Francisco. A Estados Unidos le puede servir para que su sistema y los privilegios del mismo puedan subsistir por un buen tiempo. A China le permite presentarse como una fuerza universalista capaz de constituirse en el poder hegemónico y respetuosos de un mundo diverso. A la Iglesia le permitiría tener presencia en el corazón de ese nuevo poder mundial.

Un diario chino, el Global Times, mencionó la posibilidad que el Papa Francisco visitara ese país y sostuvo: “si el Papa pudiera visitar China, su significado e impacto podrían ser mayores que la visita de Richard Nixon en 1972”. Aquella visita abrió las puertas a la relación entre China y Estados Unidos, la incidencia de ésta –de producirse- sería mucho más vasta y trascendente.

Todavía queda un complejo problema por resolver. Resta disolver las diferencia entre la Asociación Patriótica Católica China, una Iglesia aprobada por el Partido Comunista y la Iglesia Católica que responde a Roma y que sigue funcionando con muchas limitaciones. Estas diferencias, vigentes desde 1951, son grandes pero la inmensidad de los intereses globales en juego seguramente les permitirá encontrar una solución amigable y de mutuos beneficios.

Juan Guahán

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