Si en Europa no se puede vivir, me voy a Marte
Tiempo atrás, en la época de la “Guerra Fría” y el anticomunismo feroz, cuando empezaban las turbulencias de la década de los 60 y los oligarcas –beneficiarios del Golpe de Estado de 1955 contra Perón- comenzaban a avizorar que las cosas podían volver a cambiar, había un “chiste” que daba cuenta de esa insensatez de los poderosos. Según el mismo y ante los “riesgos” de una convulsión social una “vieja garca” decía: “Si aquí -por la Argentina- viene el comunismo, yo me voy a mi estancia”. Esa ilusión por creer y crear un mundo propio, ajeno a la realidad que le toca vivir, parece ser una constante en la humanidad que llega hasta nuestros días.
Desde hace un tiempo los poderosos de la tierra andan buscando un refugio espacial. Desde allí imaginan gobernar al resto de los pobladores de este planeta (“sus esclavos”) cuya milenaria existencia están acortando con la explotación desmedida e irracional al que lo someten.
Este comentario tiene que ver con dos noticias producidas en el curso de esta semana.
Una de ellas se vincula con la compleja situación que atraviesa la vieja Europa. La otra con la idea de una expedición a Marte, sin retorno, que están elaborando científicos del “mundo desarrollado”.
La crisis económica parece instalada en los grandes países, ejes del actual sistema. Ella está extendida por las principales economías del mundo, pero en Europa parece haber echado raíces. Los dos principales países de ese continente, Alemania y Francia, atraviesan difíciles momentos.
En Alemania, la Primera Ministra –Angela Merkel- conmovió a sus connacionales y a toda Europa sosteniendo que fracasó el modelo de una integración armoniosa de culturas diferentes. Los destinatarios de esa advertencia son los musulmanes que han migrado a Alemania en la búsqueda de mejorar su futuro. Merkel recalcó que los inmigrantes son necesarios “como mano de obra” pero “deben integrarse y adoptar la cultura y los valores alemanes (…) deberán aprender a hablar alemán”. De esta manera espera recuperar prestigio y votos, en una Alemania donde –en medio de la crisis- los extranjeros son vistos como competidores, salvo en aquellas tareas que los nativos no quieren realizar.
En Francia la situación es aun peor. Millones de manifestantes no acuerdan con la decisión estatal de modificar el régimen previsional, aumentado los años de edad para acceder a los beneficios de la jubilación. El reclamo se ha generalizado, otras reivindicaciones se han ido sumando, Nicolas Sarkozi no cede e insiste en sus posiciones mas duras. La protesta estudiantil se radicaliza y la amenaza de un desabastecimiento está instalada en la consumista sociedad francesa.
Desde hace un tiempo que varios centros de estudios e investigación están trabajando sobre la idea de hacer sustentable la vida fuera de nuestro planeta. Hasta ahora no han sido muchos los avances alcanzados. Todos ellos están guiados por una constante: Como no somos capaces de resolver nuestros propios problemas y observamos que el planeta tierra se está deteriorando se buscan alternativas para darle continuidad a la vida humana. Piensan que la colonización de otros mundos es una necesidad, si la especie humana quiere sobrevivir a largo plazo. Ahora un grupo de científicos de las Universidades de Arizona y Washington están trabajando sobre la necesidad de dar un paso más audaz en esa dirección. Proponen enviar seres humanos a Marte sin pasaje de vuelta, astronautas que emprendan el viaje sabiendo que nunca regresarán a la Tierra. Con ello se reducirían enormemente los costos.
Se trata de viajes con dos naves, que transporten dos personas cada una de ellas y que sean precedidas por otras varias que lleven los materiales para facilitar la vida en ese planeta. Estiman que en una década la población llegaría a unas 150 personas, núcleo básico que permitiría pensar en un programa reproductivo de largo plazo.
Juan Guahán