Sí, puedo conseguirlo

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Gisela Ortega*

Una de las fuerzas poderosas es la voluntad de la persona humana que cree en sí misma, y se atreve a afrontar algo para triunfar en sus propósitos. Tenemos la facultad para lograr encontrar el cómo hacer las cosas en las que tenemos fe que nos beneficiarán –en lo personal y a los demás.

 

Aparte de un reducido numero de gente complicada –o no segura–, la diferencia entre lo que un individuo quiere alcanzar y lo que obtiene es importante. Por ello debe tener fe en lo que hace o intenta. Querer es, en cierta forma, poder. No solo basta con creer en poder, sino que la forma de precisarlo se reafirma con la perseverancia.

Nunca se sabe si algo se puede consumar hasta que se ensaya. Parece una simpleza, por eso muchos lo pasan por alto. Los triunfadores sobre la adversidad ponen en practica la "filosofía del puedo". Al éxito –conseguir lo que se pretende– hay que darle la ocasión y oportunidad para que ocurra.

Hay que perseguir que las cosas positivas sucedan sin ponerles obstáculos, pensando siempre que todo saldrá bien –y actuando para que ello se haga realidad. Imaginar lo que se puede conseguir y a dónde queremos llegar; pero hay que decidirse y ponerlo en práctica, porque las metas –que no son necesariamente fantasías– no se cumplen a menos que se realicen a través de la la acción.

Muchos sueños mueren antes de hacerse realidad a causa de la disuasión muy fuerte, persistente y desanimada de los familiares y los que llamamos amigos y vecinos, "sabios consejeros" que dicen saber y tener experiencia, son los que nos echan jarros de agua fría: "Tu no eres capaz de hacer esto"… "Esto no es para tî"… "Té falta coraje"… "Eres demasiado viejo"… "No tienes experiencia"…

En el momento de considerar a los demás, todos sentimos el deber de ser honestos, pero a la hora de manifestarle algo a alguien que tenga que ver con su personalidad –sobre todo si es de nuestro entorno y afecto– debemos tomar en cuenta su estado psicológico, porque lo que le digamos, puede favorecerlo o afectarlo decisivamente según si lo que afirmamos enaltece o rebaja su ego.

Con alguien que conocemos poco o nada, podemos tomarnos el atrevimiento de prescindir de esta consideración, porque al fin y al cabo lo que le señalemos probablemente le resbalará y no tendrá ninguna importancia. Por desgracia con frecuencia encontramos a nuestro alrededor personas que no ayudan en nada a conquistar lo que uno seria capaz de lograr.

El ambiente en el que vivimos suele crear hábitos que parecen confortables, o vivimos tal vez en un entorno cómodo, lo que es una barrera para cambiar y decidirnos a hacer el esfuerzo. Hay que romper con las reglas. No podemos justificarnos con las excusas trilladas: "no soy elocuente", "me falta vocación", "no tengo un titulo universitario", "mi familia es muy pobre"… Éstas no son las verdaderas razones de lo que suele paralizarnos.

Hay miles de seres, con estas y otras limitaciones personales, que han logrado sus metas. No es que sean despreciables las cualidades personales externas, la formación universitaria o de otro tipo. Pero lo más importante es la actitud ante la vida. Un gesto positivo, significa limpiar el cerebro de todas estas falsas razones y llenarlo de efectividad y deseos, de manera de actuar con energía para así lograr la meta establecida.

Lo que un ser humano es capaz de hacer es mucho más de lo que piensa, es increíble cómo las personas pueden superarse constantemente si se lo proponen. El limite al que podemos llegar es poco conocido, y solo se descubre, probando, asumiendo riesgos.

Los logros más importantes, los que llamamos éxitos, se consiguen con la experiencia. Nada que valga la pena se alcanza sin esfuerzo y casi nunca en solitario. Por eso el camino de la victoria transita una sucesión de conocimientos. Y, lo que se obtiene al final, está siempre precedido de una cadena de pruebas, de las que se debe aprender para obtener el triunfo.

Cabe recordar lo que les dijo Winston Churchill, en otro contexto, a un grupo de recién graduados de una importante universidd británica: "No renuncien nunca… No renuncien nunca"… No les dijo nada más. Los buenos consejos conviene tenerlos presente, vengan de donde vengan.

Como éste: cuentan que un político se quejaba a De Gaulle que sus amigos le desviaban de su propósito. El general lo miró y le respondió: "Cambie de amigos". Logramos lo que nos proponemos si nos planteamos metas a corto, mediano y largo plazo, y –aunque a primera vista parezcan inalcanzables– si nos empeñamos sin abandonarlas nunca es casi una certeza que lo coneguiremos.

Lo que se hace es una siembra, que dará frutos siempre y cuando se luche por la superación individual cada día y en forma constante. Vivir tiene un riesgo, es una aventura fascinante que vale la pena desafiar y cumplir.

 * Periodista latinoamericana nacida en Venezuela.

 

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