SIRIA: UN LUGAR CRÍTICO PARA TRUMP, ISRAEL Y PUTIN

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Si hay algo que no es lineal es la política internacional. En estos días los acuerdos Putin/Trump (Rusia/Estados Unidos) ocupan gran parte de la prensa especializada y también de los comentarios de la gente común. En efecto llama la atención que los dos grandes adversarios, que tuvieron al mundo en vilo durante gran parte de la segunda mitad del siglo pasado, ahora se estén amigando y sus líderes se conviertan en los mayores protagonistas de los acuerdos mundiales de estos días. Esos diálogos tienen un aspecto crucial que preocupa a ambos líderes mundiales. Se trata de la situación de lo que se conoce como fundamentalismo islámico o el ISIS.

Desde hace tiempo hay desconfianza sobre el apoyo de los Estados Unidos a la formación y mantenimiento de esa fuerza. Más aún, en la campaña electoral, Trump hizo responsable a su adversaria –Hillary Clinton- de haber contribuido al financiamiento de ese ejército. Ahora, desde el gobierno, Trump se ha comprometido a colocar el combate contra el ISIS como una de sus principales estrategias internacionales. En eso coincide con Putin y ello parece favorecer la perspectiva de acuerdos globales de las dos potencias que ellos presiden. Pero hay una piedra en el zapato de estos acuerdos. Se trata de la situación en Siria. Efectivamente en la estrategia del anterior gobierno norteamericano Siria era el último bastión a derribar para encontrarse frente a frente con Irán, su gran objetivo para apoderarse todo Oriente Medio. Detrás de ese objetivo no repararon en desatar la terrible guerra civil que está asolando a Siria. Así fue cómo nació el apoyo a ISIS y a diferentes grupos que alimentaron la lucha al interior de Siria. Los millones de refugiados son una de las manifestaciones de esa confrontación.

El apoyo de Irán a Siria y la intervención de Rusia, con el respaldo de China, hizo que el objetivo norteamericano se volviera imposible. Estados Unidos vio que había caído en la trampa de plantearse un objetivo imposible y viene tratando de abandonar el intento de quebrar al actual gobierno Sirio pero salvando su honor e influencia en la zona. En medio de esta situación viene Trump y acelera las posibilidades de un arreglo. Ello favorecería sus acuerdos con Rusia, pero… siempre hay un pero. Esa solución para Siria debilita las posiciones de Israel, el mayor aliado norteamericano. El mantenimiento del actual gobierno sirio de Bashar al-Ásad sería un triunfo no solo para Rusia, sino también para Irán y los islámicos chiitas de Hezbolá que –asentados en el Líbano- son vistos como un peligro para Israel.

Esta es una de las mayores contradicciones de la actual política internacional de Trump. Se sabe que hay una comunicación permanente entre Rusia e Israel para evitar incidentes con motivo de los bombardeos rusos al ISIS, dentro de Siria. Hasta allí, todo bien. Pero ¿cómo evitar que Irán y Hezbolá establezcan un corredor terrestre entre Irán y el Líbano, a través de las zonas controladas por chiitas en Irak? Ello fortalecería el equipamiento, posiciones y futuro militar de quienes son considerados por Israel como sus principales enemigos.

Juan Guahán

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