Sociedad, sindicatos y políticos en Chile: entre el descrédito y la desesperanza

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Este mes de agosto, el día 23, la Central Unitaria de Trabajadores—lo de unitaria es un decir— elegirá su nueva directiva; ya antes de presentarse las listas había cuestionamientos y desacuerdos que parecen compartidos por la mayoría de los afiliados no militantes de los partidos políticos que en la actualidad son la base de la dirección del organismo sindical. Una declaración —al final— del presidente del Sindicato de Trabajadores Forestales sirve, desde la praxis, el trago más amargo. | NICOLÁS GOMARRO.

 

El desacuerdo, que suma rebeldes, se refiere en esta materia —las elecciones— a la conformación de una lista que no ofrece cambios sustantivos en la administración y políticas de la Central; los cuestionamientos apuntan en forma directa a la acción de los partidos socialista y comunista, eje tanto de la actual dirección como de la que probablemente se elegirá.

 

El blanco de los sindicalistas rebeldes —que en el ámbito de la militancia de los partidos políticos suelen recibir el nombre de díscolos— es de manera casi excluyente el actual presidente, Oscar Martínez, que registra añeja miltiancia en el Partido Socialista.

 

La historia es lección

 

En tiempos históricamente próximos, los previos al golpe militar-cívico que dio al traste con la construcción, lenta pero innegable, de la democracia social en el país sureño, cuando los partidos políticos de hecho representaban sin vueltas los intereses de los diversos sectores sociales —clases sociales— la CUT, entonces Central Única de Trabajadores (resultante de un largo compromiso no exento de contradicciones entre los trabajadores fabriles urbanos, del campo y servicios sindicalmente organizados), la hegemonía del Partido Comunista, disputada por el Partido Socialista y en días cercanos al «putsch» militar-cívico por el Frente Revolucionario de Trabajadores, próximo al MIR, no ponía realmente en riesgo la unidad de la clase —por más que las discusiones fueran ásperas y no siempre estrictamente orales.

 

La creación del área social de la economía bajo el gobierno de Salvador Allende —y Pedro Vúskovic, su ministro del área— a lo largo de los mil días que ejerció la primera magistratura puso tanto al proletariado urbano como del sector minero y agrario ante una disyuntiva: avanzar en los cambios o resolver una transacción entre los logros y expectativas acumuladas de hecho pactando con el «ancien régime» la cuestión de la propiedad y administración de los medios de producción, así como el asunto de la distribución de lo producido y el destino de los resultados de todo el proceso económico.

 

La Unidad Popular, cuyo eje central fue la propuesta socialista-comunista, no pudo desatar el nudo gordiano de nuevas formas de organización en la base social (y sindical), el naciente influjo de las asambleas de trabajadores en fábricas y latifundios y las maniobras, que incluyeron bloqueo de mercancías del exterior, sabotaje armado y acaparamiento de productos alimenticios —todo generosamente financiado por el gobierno de Estados Unidos— lo que significó conductas agiotistas, desabastecimiento y largas filas, por ejemplo, para comprar el pan y el aceite para la cocina cotidianos.

 

Fue entonces cuando tuvo lugar el golpe de Estado; no se repasarán su metodología ni efectos sobre las bases sindicales y direcciones políticas: fueron en su mayor parte aniquiladas.

 

Lo que llamaron retorno a la democracia

 

La segunda mitad de la década de 1981/90 entregaron los días finales, febriles y urgentes en los que la actual Concertación de Partidos por la Democracia pactó con lo que hoy constituye la coalición que sustenta el gobierno de la Alianza por Chile —acuerdos entre dirigentes cuyos orígenes de clase son similares— las modalidades y límites de la «transición» posterior a la dictadura.

 

Buena parte de las coincidencias entre personalidades y partidos víctimas y por tanto opuestos a la dictadura, se buscaron y tuvieron lugar ven el exterior, donde esas personalidades y dirigentes habían encontrado refugio. El diseño de esta política afectó brutalmente al PS, virtualmente multidividido en fracciones que ocupaban el arco de la izquierda desde el marxismo más ortodojo, según la URSS, hasta el idealismo guerrillero; sus consecuencias fueron menos visibles en el PC, pero no pasarán sin dejar efectos en la militancia, en especial, a fines de la década, por la existencia de un aparato armado, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

 

Las aguas se decantaron pronto; el PS logró unificar gran parte de su militancia bajo supuestos socialdemócratas (muchos piensan que en la derecha de la socialdemocracia europea), el PC fue descartado de los afanes concertacionistas. En lo que se refiere a la Democraciacristiana, neutralizados sus principales dirigentes no golpistas del 73, con el apoyo financiero de dependencias gubernamentales estadounidenses constituyó junto al renovado PS la columna vertebral de la Concertación, y eligió en Patricio Alwyn, furibundo opositor al extinto presidente Allende, al primer Presidente de la República de la era pospinochet.

 

El movimiento sindical chileno, hecho trizas en su ideología, transmutada su historia como la de un «cómic» intrascendente y destruida su orgánica fue exhumado por la Concertación, cooptado para servir los fines políticos y culturales de la nueva etapa (mantenerlo domesticado y con bajo perfil, en suma), contando con el silencio aprobatorio del PC, que por eso del «peso de la historia» pesó con fuerza en la nueva Central Unitaria que este mes elige una nueva directiva.

 

Aunque debilitada y superestructural la CUT, sin embargo, fue una carta no desdeñada para, por parte de la Concertación, presionar el freno sobre los «operarios» que reemplazaron semánticamente a los obreros; para ello durante la década de 1991/2000 no conviene desdeñar el factor miedo con que Chile despertó a la realidad posdictadura y la vigencia de la legislación dictatorial que traba la sindicalización masiva; por parte del PC sin duda la Central significaba en la época un factor de presión sobre los gobiernos y una carta que, bien jugada, le permitiría por lo menos asociarse al concertacionismo, ser reconocido por la derecha desnuda y evidente y, en definitiva, lograr ser un actor más en el juego del «stablishment» —lo que viene consiguiendo por pactos de «omisión eletoral», que le han conseguido presencia en la Cámara de Diputados.

 

El espejo se triza

 

El aparato económico y de servicios armado por la dictadura —y cuidadosamente conservado y expandido por la Concertación— requiere mano de obra barata, no organizada y dócil; eso significa empleo precario de la fuerza de trabajo, lo que se obtiene a través de compañías de subcontratación; esto es: empresas de servicios que aportan trabajadores a otra empresas y organismos públicos; en principio para los llamados trabajos menores: aseo, cocina, casinos, vigilancia, etc… Como la «solución» es útil a las grandes corporaciones privadas —y al Estado—, la práctica se extendió a todos los órdenes; hoy junto al obrero especializado del cobre, por ejemplo, trabaja un «subcontratado», con menos sueldo, y sujeto a otro régimen jurídico y laboral.

 

Junto a estos trabajadores «subcontratados» se apela a los «que boletean»: personas que, en calidad de profesionales de cualquier actividad, ejercen actividades pagadas sin contar con un contrato extendido a través del tiempo: emiten cada mes una factura o boleta por el servicio prestado. Son trabajadores —profesores universitarios, secretarias, técnicos, obreros especialistas, etc…— al margen de todas las prestaciones sociales que la ley manda cumplir a las empresas u organismos públicos; hay personas que llevan años en semejante condición.

 

Otra categoría la componen los «temporarios», especialmente en tareas de recolección de frutas y hortalizas, envasado de productos estacionales y otros, a medio camino en ocasiones entre la servidumbre feudal y la esclavitud, a los que se paga por día o por volumen cumplido. Y, sin cerrar el círculo, otras formas de descomedida explotación conviven con el tránsito —que aseguran vive el país hacia el desarrollo pleno: infinidad de jóvenes de ambos sexos que trabajan por sueldos miserables o simplemente la propina en tiendas y supermercados —a veces a costa de tener que pagarse las remeras-uniforme que los identifica.

 

Pocos de esos millares de trabajadores están afiliados a la Central Unitaria; muchos ni siquiera pueden sindicalizarse —sin entrar en las dificultades reglamentarias y de otro orden que la misma Central impone a algunos sindicatos.

 

El pulido espejo laboral chileno comenzó a resquebrajarse con la llegada del siglo XXI. Un hecho amenazó con despertar, por lo menos desperezó, a la clase trabajadora: la prolongada huelga de los trabajadores subcontratados por la empresa estatal que extrae, refina y exporta cobre, CODELCO —el sueldo de Chile según Salvador Allende—. Hacia 2008 un nuevo dirigente con visos de líder —contemporáneamente hablando— había surgido: Cristián Cuevas, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, una de las alas que agrupa a los que cumplen obligaciones en la gran minería. La CTC afilia a los trabajadores subcontratados.

 

Cuevas, del PC, mantiene una relación a veces «díscola» (no parece haber perdido su conciencia de clase) con el aparato sindical del partido en la CUT, que pese a sus diferencias con sus homólogos del PS mantiene acuerdos básicos y de repartición del poder con aquellos, y en consecuencia con el presidente de la Central, Arturo Martínez, un burócrata de la vieja escuela repudiado por la generalidad de los trabajadores, con y sin militancia en alguno de ambos partidos, Martínez lleva 16 años («apestosos años», dice un dirigente de sindicato de base no afiliado a la CUT) como presidente de los trabajadores que en ella se reconocen

 

Cuevas es candidato a presidente de la entidad por el PC este 2012. Como pétalo final al arreglo floral cabe señalar que, si bien los futuros votantes reconocen en él una posibilidad de renovación de las prácticas y costumbres hoy imperantes en la Central, tienen fundados reclamos por algunos nombres de la lista de candidatos que encabeza.

 

El temor que manifiestan algunas organizaciones —reconocidas y no por la actual dirigencia, esto es: al margen de si sus afiliados puedan o no votar en 23 de agosto— es que la conformación de las candidaturas de las dos listas principales de las en disputa (o aparente disputa) tiene por objetivo presentar la ilusión de un cambio y la certeza de que cualquiera que fuere el resultado electoral el contubernio que maneja la CUT no será relevado. Algunos van más lejos: sospechan de una conspiración en marcha para acabar con la influencia que pueda tener Cuevas en la masa trabajadora.

 

Todo ello considerando el hecho de que la CUT vive momentos tristes por su bajísima incidencia en el universo laboral del país. Con ella sucede lo mismo que con la institucionalidad política: nadie cree que cumpla un rol verdadero en defensa de los intereses de clase, por lo que su poder para convocar a la masa laboral es en la práctica patéticamente nulo.

 

Las astillas del cristal roto

 

Hace unos días en el periódico digital Piensa Chile, firmada por Gabriel Constanzo, presidente  del Sindicato de Trabajadores Forestales, se publicó una declaración pública bajo el título Ya se inició el fraude en las elecciones de la CUT.
Su texto es el siguiente, a la letra:

 

Amigos periodistas – dirigentes sindicales- trabajadores:
El 20 de Julio fui invitado como delegado fraternal al Consejo Directivo Nacional de  Central Unitaria de Trabajadores, la CUT.

 

Lo que presencié fue asqueroso, un show para asegurar la reelección del actual presidente de la CUT, Arturo Martínez. Sin ninguna vergüenza y en presencia de un Notario Público, se acordó la exclusión de la elección, de más de 50 mil afiliados a la CUT, lo que significa 100.000 votos, ya que cada elector vota por dos dirigentes.

 

Esto se justificó con diferentes argumentos y argucias, algunas mas risibles que otras, de los votantes en ese consejo, los mismos de siempre, los acarreados de Martínez, Salinas y cia.

 

Resultados: dejar fuera de las elecciones a 8.000 afiliados de la Confusam, por no entregar la nomina de afiliados, una exccusa fofa ya que los afiliados están en la Dirección del Trabajo. Esta organización la dirige Carolina Espinoza,  una de las dirigentas critica a la conducción de Martínez,  Salinas y cía, con acarreo incluido de dirigentes de bases de esta organización para despotricar contra la dirección de la Confusam.

 

También dejaron sin participar como a 23.000  afiliados de la Confederación de Trabajadores del Cobre que dirige Cristian Cuevas, léase muy bien 23.000 afiliados dejados fuera, por falta de algunos certificados dijeron;  4.500 afiliados al Sindicato Nacional Metalúrgico, que dicen dirige el Rucio Ortiz, ex secretario general de la CUT, por no estar afiliado a la CUT.

 

Es bastante raro eso. ¿Cómo puede el sindicato del ex secretario general de la Central no estar afiliado a la CUT.?

 

Otra organización excluida fue la Federación Unitaria de Trabajadores, que según decían era dirigida también por el rucio Ortiz, otra Federación Metalúrgica de Valparaíso, además de otra Federación que le rebajaron más de 5.000 afiliados.

 

También le rebajaron socios a la Constramet, que dirige Horacio Fuentes, quien es también critico de la conducción de Martínez. También le rebajaron socios  a la Confederación Forestal.

 

Lo que más me llamó la atención fue que parecía que todo estaba arreglado. Nadie se oponía a que se dejara fuera a Sindicatos, Federaciones y Confederaciones, y a decenas de dirigentes de sindicatos en la elección, y se rebajara el número de socios por los que pagó cada organización.

 

Se suponía que el número de socios era el que el sindicato señalaba y por  lo que pagaban y no que tres tipos estuvieran dejando fuera, a los electores, de las elecciones que deben elegir la nueva conducción de la CUT.

 

Esto es muy sucio porque  se dejaron fuera sólo a los disidentes de Martínez, él tenía todo en orden, los demás no, oscuro, oscuro. La encargada de informar era una señora San Martin y quien dirigía la sesión un señor Figueroa, que decían fue alcalde.

 

Los partidarios de Martínez y Salinas después se fueron a celebrar, me invitaron, pajarito nuevo paso inadvertido; se reían, diciendo «los cagamos a los huevones … quería ser presidente de la CUT, el maricón».

 

Es vergonzante que dirigentes de la mayor central de los trabajadores se comporten así y hagan esto para ganar las elecciones antes de que estas se realicen.

 

Me voy súper claro, pero muy desilusionado. Me queda una cosa clara,  nadie debe votar por Martínez, ni por Salinas, ni  la San Martin y tampoco por ese Figueroa, son unos delincuentes.

 

Que todos lo sepan: ya comenzó el fraude en las elecciones de la CUT. Se está impidiendo que los sectores que no están de acuerdo con la actual conducción de la CUT elijan 9 dirigentes, producto de la bajada de 100.000 votos antes de que las elecciones se realicen.

 

Basta de fraudes en la CUT, basta de arreglines con el gobierno, basta de arreglines con los empresarios, vivan los trabajadores.

 

Amigos  ya no me engañan. Debemos hacer una campaña para denunciar estas marañas. No puede ser que este señor Martínez quiera seguir cagándonos, disculpen la mala palabra, pero no puede ser que estos tipos sean los dirigentes de la CUT, hay que echarlos a todos, a todos estos ahora.

 

Que nadie vote por Martínez.

 

[Hasta aquí la declaración de Constanzo; su lectura me hizo recordar un incidente entre los guardias de corps de Martínez y la entonces precandidata presidencial Pamela Jiles, que fuera agredida por aquellos; Jiles recordó entonces que uno de los alias de Martínez era «mono culiao»].

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