Suplantación de sexo
Agnódice, doncella ateniense, que vivió en el Siglo IV, -a. C.-, fue una médico partera, obstetra, considerada como la primera mujer ginecóloga conocida en el mundo clásico y esto la convirtió en una inspiración y figura simbólica para todas las médicas presentes y futuras. Como respuesta a su juicio se desencadenó una de las primeras revueltas femeninas conocida en la historia. Su biografía fue relatada por el escritor Higino en sus Fábulas.
Para satisfacer su pasión por el estudio de la medicina, cosa que prohibía la ley a las mujeres, se disfrazó de hombre y pudo oír las lecciones de Herófilo, el gran anatomista de su época. Obtuvo los mejores resultados en el examen de medicina y así consiguió el equivalente a un título actual en ginecología y obstetricia.
Se dedicó particularmente al tratamiento de las enfermedades de las mujeres y a la obstetricia, consiguiendo una inmensa clientela. Los médicos, celosos de sus éxitos, la acusaron de pervertir a las señoras. Ella justificó su conducta confesando su verdadero sexo; pero entonces se la persiguió como violadora de la ley que prohibía a las mujeres las carreras de los hombres y estudiar medicina.
Las damas de Atenas se interesaron tanto a su favor, que no solo fue abolida por el Senado en su obsequio la ley que consignaban dicha prohibición, sino que dictó otra que derogaba a los hombres el ejercicio de la carrera de comadrón.
En el cosmo griego antes de Agnócide, las mujeres podían encargarse del cuidado de los pacientes y tratar de investigar el funcionamiento del cuerpo y las causas de las enfermedades. También se les permitía ser comadronas y ayudar en el alumbramiento, pero no podían ejercer la medicina.
El juicio de Agnódice provocó el cambio en las leyes atenienses permitiendo a las mujeres estudiar medicina. La historia de Agnódice, también fue utilizada mucho después, a lo largo del siglo XVII por las parteras para defenderse de los profesionales médicos que querían incorporar el estudio de la medicina en el parto.
-Axiotea, fue una filósofa griega que estudio con Platón. Nació en Fliunte, una antigua ciudad en el Peloponeso, la cual estaba bajo la legislación Espartana, cuando Platón fundó su Academia. Es sabido por Temistio, que Axiotea leyó La República de Platón y entonces viajo a Atenas para ser su estudiante.
Para evitar llegar a ser una hetera, Axiotea se presentó vestida de hombre durante el tiempo que estuvo en la escuela del famoso filósofo, cuyas doctrinas luego propagó. Después de la muerte de Platón, continuó sus estudios, con Espeusipo.
-Uno de los casos más extraordinarios de suplantación de sexo es el de “La Monja Alférez” como la denomina la Historia. Catalina de Erauso, que así se llamó, nació en San Sebastián, España el año 1592, hija de una de las familias más distinguidas de la entonces villa.
Muy niña, pasó a vivir en el convento de las Dominicas de aquella localidad, y a los quince años de edad, y en el primero de noviciado, como consecuencia de su carácter violento, resuelto y decidido, después de pelearse un día con una de las religiosas se escapó del convento y, a partir de entonces, adoptó el aspecto y atuendo masculino, así como el nombre de Antonio de Erauso.
Desde ese momento, su vida fue una constante sucesión de aventuras, pero conservando siempre la pureza. Se comportó en todo momento como un hombre de pelo en pecho, diestro en manejar la espada y la daga, sin grandes escrúpulos en cuanto a la propiedad ajena, aunque no dejó de tener rasgos de loable fidelidad.
Desempeñó distintos oficios y ocupaciones. Trabajó en Vitoria, en Valladolid, Bilbao, Estella. En Pasajes embarcó para Sevilla y en Sanlúcar la Mayor, sentó plaza de grumete en un galeón que salió para América. Una vez en esas tierras, al capitán del barco, por cierto tío suyo, que no la reconoció ni dudó nunca de su condición masculina, cuando el galeón se disponía a regresar a España, le robó quinientos pesos, y se internó en el territorio.
Panamá, Perú, México, Chile… Imposible condensar sus andanzas. Por todas partes, cuchilladas, desafíos, prisiones. En La Paz, Bolivia, llegó hasta el pie de la horca por alcanzar de una estocada mortal al corregidor de la villa. Jugador y pendenciero. Como soldado se batió con bravura en múltiples acciones de guerra.
Alcanzó el grado de Alférez y a punto estuvo de ser nombrado capitán. En uno de sus numerosos duelos, cruzó espadas con un desconocido, al que hiere mortalmente y que resulta ser su propio hermano. Al verse en un duro aprieto, y rendida quizá de tan atareada existencia, se confesó a un santo varón, el obispo de Guamanga, quien tan asombrado como asustado, la protegió y logró devolverla al buen camino.
Regresó a España. En Madrid se presentó al rey, al tanto ya de sus aventuras. El monarca la acogió con gran benevolencia, dándole el título de alférez, llamándola el Alférez doña Catalina de Erauso. Tenía entonces cuarenta años.
Se fue a Roma, no sin hacer alguna de las suyas, y alcanzó del Papa Urbano VIII la dispensa y la licencia para andar en hábito varonil ratificando así lo que el rey le había permitido. Asimismo le concedió una pensión de quinientos pesos anuales, por su brillante comportamiento en el Ejército. Volvió a tierras de América. En Nueva España se dedico a la arriería y falleció en Cuitlaxta el año 1650.
-El caso del Caballero d’Eon, o Madeimoselle Beaumont, el espía transgénero del siglo XVIII, ha sido muy llevado y traído por historiadores y biógrafos. Charles-Geneviéve-Louis-Auguste-André-Thimothée d’Eon de Beaumont -que así se llamaba- también conocido como Chevalier d’Eon, o Madeimoselle Beaumont -1728-1810- fue diplomático, espía, oficial y una persona de letras al servicio de Luis XV.
Destacó por sus misiones de inteligencia, decisivo, para que Rusia pasara al bando francés al comienzo de la Guerra de los Siete años. Pero especialmente se recuerda por el enigma que constituyó su verdadero género.
d’Eon vivió abiertamente como hombre y como mujer en Francia e Inglaterra, según las circunstancias se lo exigieron, y al parecer en servicio de su patria –Francia-, aunque no falta quien asegure que se trataba de un aventurero sin escrúpulos.
Pese a ser doctor en Derecho civil y canónico y haber publicado notables trabajos sobre historia y economía política, Luis XV utilizó sus servicios en diversos enjuagues diplomáticos. El más curioso, y tal vez el primero para el cual adoptó la indumentaria femenina en su visita a Rusia.
Se presentó en la corte de la gran Catalina, bajo el nombre de Lía Beaumont, y tal arte se dio, que la Emperatriz la hizo su lectora. Así pudo entrar en posesión de muchos datos que a su Rey le interesaban e inclinar a favor de éste el ánimo de la Soberana de todas las Rusias.
Terminada su misión regreso a su patria. Pronto volvió a Rusia, ahora “como hermano de la lectora de marras” y nadie, en la corte de la Emperatriz, echó de ver la farsa. Otra vez en Francia, obtuvo el nombramiento de capitán de dragones, tomó parte de la guerra de los Siete Años, se batió con valor en varias acciones y, a consecuencia de las heridas que recibiera, dejó las armas.
Luis XV, tal vez arrepentido, de las actividades desplegadas por el caballero d’Eon, y aunque no dejó de recompensarle, lo alejó de su corte y le prohibió el uso del traje femenino.
Al advenimiento de Luis XVI, este lo autorizó para que regresara de Inglaterra, donde había fijado su residencia, siempre y cuando se presentara como mujer y desistiera de sus pretensiones de volver al ejército.
Como mujer apareció en Versalles –ya no volvería a usar el traje masculino- y entonces es cuando más se debatió la cuestión de si se trataba de un hombre o de una mujer. En este equívoco sostuvo a la opinión pública hasta su muerte, en Londres, a los 82 años, en 1810. Al realizar su reconocimiento por los médicos, se desvaneció el misterio y se descubrió con asombro que esta supuesta anciana tenía genitales masculinos, y quedó comprobado que se trataba de un varón.
-Nadie supo, ni antes ni después, el origen y procedencia de este misterioso personaje que, siendo del sexo opuesto, se hizo pasar por mujer: Henriette Jenny Savalette de Langes, -1786 – 1858- que se decía hija natural de Charles-Pierre-Paul, marqués de Savalette de Langes, -1745 – 1797-, Comisario del Tesoro Real, en tiempos de Luis XV y Luis XVI, que incluso encontró apoyo en la propia familia del hombre cuyo apellido usurpaba.
Vivió en la Francia del siglo XVIII en el Palacio de Versalles. Era una figura omnipresente de la alta sociedad parisina, y su vida es una historia de empoderamiento transgénero al mismo tiempo que la suya fue también difícil. Pudo vivir cerca de cincuenta años, sin haber sufrido ninguna afrenta y sin que nadie descubriera su verdadero nombre y mentiras.
En 1816 solicitó y obtuvo del Rey una pensión de 800 francos, por su condición de hija de aquel dignatario, más otra de 500 francos de los fondos particulares de Su Majestad. Entonces era ya una vieja grande, delgada, con el cuerpo inclinado hacia un lado, con “ademanes de granadero y andar de gendarme”… Pero en su juventud brilló y triunfó, siendo solicitada varias veces en matrimonio, y mantuvo extensas relaciones con familias de elevada posición, que se desvivían por agasajarla y protegerla.
Ninguno de los que la conocieron sospechó ni un momento la verdad. Sólo la muerte había de descubrir su secreto. En abril de 1858 falleció y las dos señoritas que la amortajaban fueron las primeras en darse cuenta de la verdad.
Luego, el médico, certificó que se trataba de un hombre de constitución perfectamente normal, y el Journal de Seine-et-Oise, del 8 de mayo de 1858, comunicaba a sus lectores:
“Versalles acaba de ver morir a un nuevo caballero d’Eon. Menos celebre, sin duda, que su antecesora, ese personaje, hombre también, ha usado durante cuarenta años la ropa de mujer y ha muerto conservando la posición que se había atribuido, a tal punto, que hoy, para comprobar su defunción, ocurrida el 6 de este mes, habrá que inscribirle como desconocido en los registros del estado civil…”
En el domicilio de “la finada” se encontraron 150.000 francos, cantidad bastante respetable en aquel entonces y que nadie reclamó.
Addenda:
El eonismo, (derivado del apellido d’Eon) de acuerdo a -psiquiatras y psicólogos- que han estudiado esta conducta, se refiere a la inversión estético-sexual que corresponde a la necesidad que sienten algunos hombres de adoptar prendas o comportamientos sociales considerados como femeninos.
Dos enfoques del eonismo prevalecen: el sexólogo y médico británico, Henry Havelock Ellis, -1859 – 1939- cree que el eonismo sería la primera etapa de la alteración sexual, que se expresa simbólicamente a nivel de la ropa. El psiquiatra y pionero del psicoanálisis francés, Ángelo Louis Hesnard, -1886 – 1969- piensa que es un medio de apropiación de la imagen de la mujer a través del travestismo y puede conducir a una forma de perversión sexual.
En algunas prácticas sexuales, sobre todo en el fetichismo, el eonismo es un potente estimulante. Por ello, Chevalier d’Éon, es considerado por la comunidad LGBT como el “patrón de los travestis”.