Tortura, abusos sexuales, violencia implacable: ¿quién enrarece el aire en Chile?

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Las primeras acusaciones —entonces poco más que un rumor— cruzaron la calle del silencio allá por 2006, el año en que engañaron a los pingüinos. Entonces las buenas conciencias quisieron pensar que se trataba de exageraciones con las que los estudiantes secundarios intentaban a modo de denuncias que fueron calificadas de «mediáticas» (¡vaya a saber uno qué quiere decir esa palabra!) y casi de buen humor archivadas.| LAGOS NILSSON.

 

Como en una olla a presión, que sigue hirviendo cuando se apaga el fuego, lo que precipitó la «revolución pingüina» entonces regresó con fuerza inusitada en 2011, cediendo los estudiantes secundarios el protagonismo a los alumnos universitarios. ¿Será necesario recordar que tampoco la educación chilena obtuvo alguna respuesta coherente de las autoridades de gobierno?

 

Y llegamos a este año de (des)gracia de 2012 con los chicos otra vez en la calle e intentando que los honorables parlamentarios se digne oír sus argumentos; necesario es decir que algunos sí los escuchan, pero tan pronto como los representantes estudiantiles dejan de hablar, las palabras que entraron por un oído se les escapan por la otra (sin duda también honorable) oreja.

 

Agresiones sexuales, golpizas, amenazas y probablemente un secuestro.

 

Precisemos: el gobierno no es el grupo que administra y lleva las cuentas del Estado quién sabe para qué poderosos de esta Tierra (con los cuales sus personeros, se diría están imbricados); el gobierno en la realidad lo conforman aquellos sectores que por vía ejecutiva, legislativa o propia del Poder Judicial debe procurar cautelar eso que se denomina en términos genéricos el bien común. Los bienes comunes son el ambiente natural, las vías de comunicación, los puertos, las riquezas propias del suelo, subsuelo y mares, por ejemplo, y también la salud, la educación, al seguridad física y otras necesidades de la población por las que el Estado debe velar —que para eso existe y son la base del pacto social.

 

Una joven declaró —según Radio Bío Bío— «que varios efectivos policiales le propinaron lumazos (golpes con el bastón policial), le pegaron en su órgano sexual y se bajaron los pantalones delante de ella, frotándole sus genitales en la cara y en el cuerpo, durante su traslado a la Comisaría, lo que duró más de tres horas».

 

La honra de las personas y el cuidado de la juventud son bienes comunes de cualquier sociedad.

 

Salvo el señor presidente, sus ministros,la mayoría de los parlamentarios oficialistas y otros paniaguados, nadie en Chile osa decir, ni en broma, que el bien común es preocupación de gobierno; nadie, tampoco, osará afirmar que los del gobierno —el gobierno, que comprende también a la oposición institucionalmente establecida— hayan «descendido al estado llano» para auscultar la voluntad ciudadana —de la cual son, también institucionalmente— sus sirvientes a los que religiosa y puntualmente se les pagan sueldos, dietas, gastos de representación, etc…

 

Por lo señalado nadie se siente de verdad sorprendido por la información de que hay querellas en marcha contra las fuerzas policiales (acaso también contra el Ministerio del Interior) por las vejaciones de carácter sexual que han sido víctimas muchachas adolescentes y mujeres. Una abogada comprometida con la defensa de los derechos humanos denunció haber sido manoseada en su mamas por carabineros, que se reían de ella…

 

Esta tarde (martes 21 de agosto de 2012) a una alumna liceana le volaron literalmente varios dientes de un bastonazo. En las noticias de las nueve de la noche ningún canal de televisión registró ese hecho; los periodistas chilenos saben digitar en un ordenador, pero no saben, no quieren saber o se les olvidó qué constituye una noticia.

 

Cuando dos hombres a bordo de un automóvil Chevrolet rojo o color guinda placas CTSW 45 obligaron a un estudiante de enseñanza media del Liceo de Aplicación de Santiago a subir al vehículo, ¿ante qué estamos? Acaso la diferencia con la Argentina dictatorial sea que allá no usaban Chevrolet, empleaban Ford, que no eran rojos, sino verdes.

 

Preguntados los carabineros («normales», no energúmenos) por datos del automóvil identificado, éstos respondieron que se trataba de un vehículo de la Policía de Investigaciones.

Escribimos en este mismo portal hace unos días:
«¿Y los niños qué? ¿Esperan todos (todos: PC, gobierno, anarcos, Concertación) que mueran alguno de un perdigonzao, un bastonazo, neumonía? ¿Que se cumpla el sueño loco de un policía loco y después haya que recoger a una chica violada en un bus policial, en un calabozo, en un descampado (ya les pegan, vejan, tocan sin mayor disimulo).»
(El artículo se encuentra aquí).

 

Cínicamente podríamos decir que fuera de las tierras del Gulumapu y en las ciudades principales de Chile, los estudiantes, en especial los estudiantes secundarios, son los nuevos mapuche y como tales conviene tratarlos a palos.

 

Incluso considerando que algunas denuncias pudieren estar artificialmente abultadas, no quedará duda en nadie de la extrema, odiosa violencia con que se reprime a chicas y chicos cuyo más tremendo desafuero es poner el dedo en la llaga que a todas luces es el futuro del país (basta ver las fotografías de prensa, las que publican los afectados en sus «blogs», las mostradas en otros países). Llaga que al gobierno (bien entendido el gobierno) no le interesa curar.

 

Los niños de Chile van quedando huérfanos.
El seppuku de un país es maltratar a sus hijos.

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1 comentario
  1. Gasans dice

    Esa es la democracia entre comillas en la que deben convivir nuestros jóvenes estudiantes.

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