Tristeza por la muerte de Fernando Botero, el artista colombiano de fama mundial

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 "Mi interés principal radica en el volumen y en la sensualidad del arte", dijo Botero en una entrtevista de CNN. Foto: Semana<br>

Fernando Botero, el más reconocido pintor y escultor colombiano de la historia, falleció este viernes a los 91 años en Mónaco, después de que una neumonía tuvo que ser atendida en un hospital en el norte de Italia, donde residía hace décadas. Su esposa, la artista griega Sophia Vari, había fallecido cinco meses atrás.

Las obras de Botero, que han sido subastadas por hasta dos millones de dólares, dieron la vuelta al mundo: sus cuadros, destacados por personajes de grandes volúmenes, se exhiben en los museos más importantes y sus esculturas han adornado calles y plazas de grandes capitales, incluidas Madrid, París, Londres y Roma.

Su estética es tan particular que es parte del imaginario colectivo más allá del mundo del arte. Botero deja un gran legado en el mundo de las pinturas y grandes esculturas. Entre sus obras más destacadas están ‘El pene de su Adán’ en el Time Warner Center, mientras que su exuberante doncella se encuentra en Cartagena.

Asimismo, en Medellín, hay un enorme parque donde los turistas asisten para tomarse fotos con sus esculturas. Y en la capital colombiana existe un museo dedicado a él y a su arte. «Mi pintura tiene dos fuentes primordiales: mis puntos de vista estéticos y el mundo latinoamericano en el cual crecí. Mi interés principal radica en el volumen y en la sensualidad del arte «, destacó Botero.

A principios de los años sesenta, Fernando Botero se estableció en Nueva York, donde sus pinturas le granjearon una notable popularidad en el mercado artístico estadounidense. Entre sus obras más conocidas cabe destacar La alcoba nupcial, Mona Lisa a los doce años y El quite.

La colección de obras realizadas por Fernando Botero en su etapa madura como pintor tienen un gran significado, pues busca representar el dolor, la muerte, la tortura y la indiferencia frente a ello en el mundo contemporáneo. Botero también solía ironizar sobre el poder detentado en la vida y la muerte como destino final que pulveriza ese poder.

Personalidades como el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el expresidente Juan Manuel Santos se unieron a los mensajes de condolencias que llegaron desde la escena artística. La Paloma de la Paz' de Fernando Botero | Casa de Nariñoalcaldía de Medellín declaró siete días de luto y desde este mismo viernes se realizarán eventos en homenaje al artista paisa (como se le dice a los nacidos en Antioquia).

Para el presidente colombiano Gustavo Petro, Botero fue “el pintor de nuestra violencia y de la paz”, refiriéndose a piezas que tiene en las que aborda ambos temas. Con creaciones que iban desde el cuadro titulado La muerte de Pablo Escobar, hasta la escultura de la Paloma de paz, el «paisa» evocó la realidad nacional en su trabajo. “De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”, dijo.

Un poco de historia

Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, la segunda ciudad de Colombia. Su padre, David, era un comerciante venido del campo que murió a los 40 años. Su madre, Flora Angulo, murió en 1972. Diferentes biografías del artista han reportado que, si bien no fue criado en una familia creyente, su primer contacto con el arte fue a través de la religión, faceta clave en la sociedad antioqueña de entonces.

El Museo de Antioquia, el más importante de la ciudad, dedica hoy gran parte de su colección al llamado maestro, quien fue uno de los más importantes propulsores de la entidad, que está al frente de la Plaza Botero, donde se encuentran varias de sus esculturas.

A los 12 años, Botero ingresó a una escuela para toreros en Medellín, una enseñanza que marcó su vida y parte de su obra. De hecho, la primera obra que vendió, a los 16 años en un mercado antioqueño, tiene una estética influenciada por la tauromaquia.

Según relató el artista, de adolescente fue expulsado de la secundaria por un artículo que escribió elogiando a Pablo Picasso y por sus dibujos, que, según los sacerdotes de la escuela, eran pornográficos. Sus ilustraciones eran publicadas por el periódico El Colombiano, el más importante de la ciudad, y con el sueldo financió el fin de su bachillerato y los primeros viajes que lo llevaron a Europa y Estados Unidos.

Volúmenes expandidos

En los años 50, Botero llegó a Bogotá y se empezó a juntar con los artistas vanguardistas de la época, dados al indigenismo y el nacionalismo. Hizo dos exposiciones, un mural importante se ganó un premio y así logró recursos para trasladarse a Madrid y luego a París. A finales de la década del 50, Botero volvió a Colombia y se casó con Gloria Zea, una reconocida gestora cultural y coleccionista con quien se fue a vivir a México.

Desde allí, desarrolló una lectura crítica del arte nacionalista que proponían los muralistas mexicanos, así como del arte moderno en Europa. Y empezó a consolidar lo que sería la línea que lo daría a conocer por el mundo, marcada por las naturalezas muertas y los volúmenes expandidos con colores muy vivos.

«La primera vez que va a Europa Botero se enloquece con el Renacimiento, el arte moderno no le gustó y entonces decide hacer una fusión entre el vanguardismo y el figurativismo», señaló Jaime Cerón, curador y crítico del arte. «Ahí desarrolla una innovación cromática que es que el cuadro puede parecer rojo, pero tiene muchos más colores, logrando una atmósfera que parece generar una armonía no visible. Era algo muy innovador para ese momento», aseguró el experto.

Pero no solo eran los colores: fue ahí que Botero hizo su versión voluminosa de la Mona Lisa, por ejemplo, una osadía transgresora. «Eso lo convierte en la punta de lanza de la generación de su momento, porque estaba buscando universalizar elementos de la cultura antioqueña sin caer en la glorificación nacionalista», cuenta Cerón.

Sin esa innovación, opina el curador, las obras de Beatriz González o Alejandro Obregón, dos de los más importantes de la historia de Colombia, «no habrían tenido la acogida que tuvieron».

Mientras en los años 70 Botero incluyó en sus enormes lienzos, de esos que se roban la atención de una sala, a miembros de la familia antioqueña, en la década del 80 empezó a retratar personajes públicos, como la familia presidencial. «Y ahí empieza, digamos, su declive», indica Cerón, «porque la crítica del arte no vio con buenos ojos que se acercara a las élites reales de Europa y a los alcaldes de las grandes ciudades».

Fue gracias a ese acercamiento a las élites que las inmensas esculturas de Botero llegaron a la Quinta Avenida de Nueva York y al Paseo del Prado de Madrid. Pero, para los críticos del arte, fue un estilo de sentencia, tanto así que la reconocida crítica Rosalind Krauss calificó su obra de «patética», porque lo que antes representaba una lectura vehemente del arte se volvió un ejercicio de entretenimiento y decoración para las salas de los ricos y famosos.

A principio del siglo XXI, Botero realizó una serie de obras que representaban las imágenes de las torturas en la cárcel estadounidense de Abu Ghraib.

Un espacio tan importante como el de Gabriel García Márquez, un escritor que, como Botero, les abrió el cambio a decenas de referentes. No solo en Colombia, sino en todo el mundo.

 

*Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Algunas obras de Botero

5 obras de Fernando Botero, el artista colombiano que generaba fascinación en el mundo

 “Lección de guitarra”, 1960. Foto: Télam<br>

“Lección de guitarra”, 1960. Foto: Télam

 “La Familia Presidencial”, 1967. Foto: Télam<br>

“La Familia Presidencial”, 1967. Foto: Télam

 “Mona Lisa”, 1978. Foto: Télam<br>

“Mona Lisa”, 1978. Foto: Télam

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