¿Trump va perdiendo América Latina?

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La indignación y la resistencia ante las políticas de intimidación del régimen de Donald Trump de deportaciones masivas y las represalias económicas que afectan a Latinoamérica, aunque los grandes medios hegemónicos de comunicación traten de ocultarlo o maquillarlo.

Tres temas alimentan la resistencia contra Trump en América Latina: los aranceles, las deportaciones y la política de exclusión promovida por Washington, que abarca el aislamiento de Cuba y Venezuela y también la retórica y las acciones destinadas a expulsar a China del continente, en una encarnizada campaña que invoca la vetusta Doctrina Monroe, y choca con la realidad de la expansión de China en el continente.

La indignación provocada por las declaraciones incendiarias de Trump sobre el Canal de Panamá y el Golfo de México y su política de deportaciones masivas y de aranceles, fortalecen a las fuerzas progresistas latinoamericanas en detrimento de la derecha.

Hay quienes sostienen que el sentimiento antiestadounidense está reviviendo en América Latina por el desconocimiento de la autonomía e independencia de los países de región a través de la imposición de las duras medidas, dejando en el camino cualquier interés en cooperar con Washington o establecer objetivos comunes. Trump realmente cree que América Latina es el patio trasero de EU.

La polarización que enfrenta a los gobiernos progresistas, partidarios de la integración latinoamericana, y a aquellos de derecha, alineados con Washington mediante acuerdos bilaterales de libre comercio, quedó patente en la cumbre de la CELAC celebrada en Honduras en abril. 

Los presidentes de ultraderecha de Argentina, Paraguay, Perú y Ecuador brillaron por su ausencia, mientras que sus homólogos del espectro participaron activamente. Los cuatro se reunieron por separado en Asunción para rechazar la postura unificada de la CELAC en materia arancelaria. 

Sus respectivos representantes en la cumbre se negaron a firmar el documento final, denominado “Declaración de Tegucigalpa”, en el que se expresaba el rechazo a las sanciones internacionales unilaterales y a los aranceles impuestos por Donald Trump. 

Especialmente significativa fue la insistencia de Lula en que los países de la región se desvinculen del dólar mediante el comercio en monedas locales. En una clara alusión a Trump Lula afirmó: “Cuanto más unidas estén nuestras economías, más protegidos estaremos frente a acciones unilaterales”. Aún más explícita fue la anfitriona de la cumbre, Xiomara Castro de Zelaya, quien declaró: “No podemos salir de esta asamblea histórica… sin debatir el nuevo orden económico que Estados Unidos nos está imponiendo con aranceles y políticas migratorias”. 

Las políticas de Trump han intensificado la extrema polarización en América Latina, desplazando a la centro-derecha tradicional y dando paso a una ultraderecha cada vez más influyente, bien financiada desde el Norte y con gran apoyo mediático, al mismo tiempo que la izquierda ha ganado terreno en algunos países. 

En Venezuela, la deportación de 238 venezolanos desde EU a una cárcel abarrotada en El Salvador, y de otros a Guantánamo, provocó indignación entre todos los venezolanos.

Según la revista The New Yorker, una red de abogados denunció que cientos de migrantes venezolanos deportados fueron convertidos en fantasmas legales, ya que sus nombres no aparecen en registros oficiales ni sus casos pudieron ser defendidos adecuadamente en tribunales de inmigración, mientras funcionarios del gobierno colocaron afuera de la Casa Blanca carteles con los rostros de migrantes que han sido detenidos por las autoridades migratorias.

Los carteles muestran a migrantes arrestados por asesinato en primer grado, abuso sexual de un niño, secuestro y violación, asesinato, pedofilia y distribución de fentanilo, y describen a los detenidos como extranjeros ilegales, aunque sus nombres y estatus legales precisos no están incluidos.

El tema de las deportaciones y el racismo es un ejemplo más de cómo las políticas de Trump debilitan – aunque sea de forma involuntaria – a la derecha latinoamericana y, en consecuencia, terminan favoreciendo a la izquierda. 

La Casa Blanca publicó en su cuenta de X una imagen de Trump personificado como Papa, que él mismo había subido previamente a su red Truth Social, indemne al luto de los católicos, entre ellos millones de latinoamericanos. “Me gustaría ser Papa; esa es mi opción número 1, respondió el magnate cuando periodistas le preguntaron sobre la sucesión del fallecido Francisco. Añadió que tenía un cardenal favorito y es de Nueva York, en referencia al conservador Timothy Dolan, a quien citó de manera expresa.

La oposición a las políticas de Trump en América Latina adopta múltiples formas. En algunos países, como es el caso de México, se ha forjado un frente común en torno al tema de los aranceles, que incluye a empresarios destacados y a algunos líderes de la oposición.

El repertorio de resistencia interna en más de mil ciudades de Estados Unidos, también incluye movilizaciones callejeras en Latinoamérica. El 12 de abril ciudadanos panameños salieron a las calles en rechazo a la visita del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, quien insiste en apropiarse del Canal.

Y se van sucediendo repudios. La primera ministra de Barbados, Mia Mottley, agradeció la labor del personal médico internacional cubano por su asistencia durante la pandemia de Covid-19. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, anunció sanciones contra funcionarios del gobierno barbadense y sus familiares por su presunta complicidad en la promoción de las misiones médicas cubanas. 

Asimismo, Washington amenazó con imponer restricciones comerciales a los países que colaboren con dichas misiones. Mottley afirmó que no cederá en su defensa de la cooperación médica cubana y agregó: “Si el costo de ello es perder mi visa para ingresar a Estados Unidos, que así sea. Lo que nos importa son los principios”.

Otra sorpresa para Trump llegó el 10 de marzo, cuando el canciller surinamés Albert Ramdin fue elegido secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) tras la retirada de su único contendiente, el canciller paraguayo Rubén Ramírez, – quien había prometido impulsar un “cambio de régimen” en Venezuela, Cuba y Nicaragua- para sustituir al repudiado uruguayo Luis Almagro.

 Los principales medios de comunicación repitieron la afirmación del enviado de la Casa Blanca para América Latina, Mauricio Claver-Carone, quien aseguró que “el secretario general de la OEA será un aliado de Estados Unidos” y afirmó que “el gobierno surinamés de Ramdin va por  el camino correcto en lo económico… está atrayendo inversiones extranjeras que no provienen de China”.

Albert Ramdin fue elegido secretario General de la OEA: fuerte consenso del Caribe y América Latina - Infobae
Albert Ramdin fue elegido secretario General de la OEA. Fuera Luis Almagro

Claver-Carone estaba mal informado o intentando la desinformación: Ramdin se opone a las sanciones impuestas por Washington y defiende el diálogo con el gobierno venezolano. Muy distinto a Ramírez.

El activismo internacional de Lula tiene como objetivo promover una respuesta multilateral frente a la ofensiva arancelaria de Trump. A fines de marzo, viajó a Japón para recabar respaldo a un acuerdo aduanero propuesto entre ese país y el bloque del MERCOSUR, conformado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.

El enfoque colectivo que proponen los gobiernos progresistas de América Latina frente a los aranceles excesivos contrasta con los acuerdos bilaterales impulsados por Estados Unidos en la región desde 2005, cuando los presidentes progresistas latinoamericanos, asestaron un golpe letal al multilateralismo estilo estadounidense, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), para disgusto del presidente George W. Bush.

 

* Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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