Un Estado paradojal

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La Derecha demoniza al Estado como entidad inerte, negativa para el progreso económico, despilfarradora de recursos públicos y lastre de todo emprendimiento exitoso. Cumple pues, debilitarlo, restarle ingerencia en áreas clave, como la salud y la educación, para entregar esas gestiones al área privada, lo que el gobierno militar-empresarial exacerbó con el «descubrimiento» de los oráculos de Chicago en los 80; lo que Ricardo Lagos hizo suyo en áreas viales y transporte.

El resultado fue y sigue siendo, desde el punto de vista social, desastroso para el ochenta y cinco por ciento de compatriotas o ciudadanos, para los cuales la «libertad de elegir» es una de las grandes mixtificaciones del modelo «capitalismo salvaje», pues en tal contexto sólo puede ejercer facultad electiva quien posee los medios económicos para hacerlo, es decir, el quince por ciento afortunado o privilegiado. Para el resto, queda el espejismo, la posibilidad de…, suerte de apuesta semanal tras el escurridizo número ganador.Rockaxis | somos-la-resistencia

Esta entelequia será -lo está siendo- manipulada maquiavélicamente por los dueños del poder económico, mediante el constante engaño y la mentira vuelta ilusión de lo improbable, porque lo único gratis es soñar con acceder al supuesto paraíso consumista, cuya abundancia es presentada como fácil alternativa transversal, aunque los hechos, vueltos cifras y padecimientos reales y cotidianos, lo pongan en entredicho.

No obstante, cada vez que ese mundo del negocio privado e individualista se ve expuesto a las crisis recurrentes, propias de su mecánica basada en la aberración del crecimiento ininterrumpido y de la ganancia ilimitada, sus gestores y beneficiarios recurrirán al Estado para que los rescate de la crisis, tal como ocurriera, en esos años 80 que más de alguno añora, con la quiebra de los principales bancos privados, solventada, sin miramientos, con los recursos patrimoniales de «todos los chilenos». Para ello, Pinochet dispuso a su antojo de las arcas fiscales y… «tras la paletada, nadie dijo nada, nadie dijo nada».

Por estos aciagos días, cuando la aplanadora derechista (quizá fuera mejor el símil del tanque) impone un proyecto de Constitución feudal, se agita ante la opinión pública la sentencia jurídica que obliga a las Isapres a restituir a miles de usuarios lo esquilmado de manera arbitraria, durante años, la Derecha alza su voz, empalagosa y sibilina, para advertir sobre una inminente «quiebra del sistema de salud privada».

Detrás de esta amenaza que asedia sus propios bolsillos, los próceres retardatarios esconden el propósito aleve de volver a recurrir a ese Estado que les perturba el sueño con su carga impositiva, para que lance un salvavidas a estas empresas, tanto o más nefastas que las AFP, al decir de la inmensa mayoría de inermes ciudadanos de esta flaca isla, administrada aún por virtuales dueños de fundo.

A propósito, como una especie de anécdota turística, ocasionales visitantes playeros de fin de semana se fotografían -narcisismo imaginario mediante- frente a los socavones duneros de Concón-Reñaca, observando cómo trabajadores del Estado, con maquinarias e implementos de pública financiación, acopian piedras y construyen parapetos para impedir que la multitudinaria y democrática arena, en su inexorable camino hacia el océano, disgregue los sueños aspiracionales de ahítos contempladores ABC1 de puestas de sol y marejadas espumosas.

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