Un exilio para mí (Cartas y memorias del exilio chileno)

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En el Prólogo de «Un exilio para mí» de Leonor Quyiteros Ochoa, Luis Casado escribe: Erase una vez una niña curiosa, inteligente y metiche que vivía en un país lleno de sol. Un día le cayó el cielo sobre la cabeza. Para comprender lo que sucedía se propuso escribir un diario que debía ser su más íntimo compañero durante muchos años. Allí puso sus temores más horribles y sus más grandes victorias, allí dejó correr sus peores angustias y estallar sus alegrías más sutiles.
A su diario le contó cómo creó con sus propias manitas el documento de identidad que le permitió visitar a su padre en el campo de concentración en el que intentaban matarle a fuego lento. Su dibujito fue un lazo de vida que tendió con ingenuidad entre la esperanza y la infamia, el argumento imparable para el perro guardián que le negaba cinco minutos de amor a quienes ya no tenían sino el consuelo de saber que seguían siendo una familia. Ese diario fue creciendo junto a quién llenaba sus páginas.Imagen relacionada

Allí cupieron muchas vidas, diferentes países, amigos y enemigos, dudas, pasiones, esperan­zas y desconsuelos: el exilio. El exilio y la vida de otros, lo que revela una infinita generosidad en la niña curiosa, inteligente y metiche. Su país se le fue borrando de a poco, remplazado por la imagen ideal que atesoran quienes ya no lo ven sino con el corazón. El diario fue albergan­do culturas diversas, idiomas disparates, niñas portadoras de velos, un conejo católico debi­damente bautizado, locos simpáticos y patéticos, desgarros del alma, cantos que ganaban el pan cotidiano y que fueron cobrando calidad de salmos de religión pagana.
Recuerdos imbo­rrables y reminiscencias evanescentes, rebeliones juveniles, el amor de Los Beatles, imágenes atroces del país recuperado justo el tiempo de unas vacaciones, las dudas. Este libro es eso. Todo eso y mucho más. Una especie de factura elaborada minuciosamente por una niña atro­pellada por un ejército, por un imperio rufián, por los propietarios del Club privado que posee su país de origen, para que algún día se contabilicen en los libros de Historia los dolores nega­dos, las tragedias ignoradas, los sufrimientos despreciados, las esperanzas traicionadas. Solo que en medio de la muerte, de la oscuridad y el infierno, surgen la alegría, los afectos, los sen­tidos que perciben los olores, los sabores, las texturas, es decir la vida.
En este cuento, nadie se casa para ser muy felices y comer perdices. Porque este cuento no se acaba. No se acabará nunca. Seguirá alargándose por siglos en las vidas de los que volvieron, de los que se quedaron sembrados afuera, de los que ya no saben si son de aquí, o de allá, o de ningún sitio. O simple­mente, desafortunadamente, atrozmente, vivan donde vivan, vivirán para siempre en el exilio.
Lea el texto compelto del libro en pdf:
Luis Casado
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