¿Un mundo sin gobierno?

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Juan Guahán, Question Latinoamérica|

 Fue una semana más que extraña en el mundo internacional. Trump no avaló las conclusiones del G-7 y tuvo un encuentro con el líder coreano, inimaginable hace apenas un par de meses. Desde hace un tiempo el mundo anda más enredado que de costumbre. En diversos rincones florecen los problemas más diversos. La mayor parte de ellos tiene que ver con una cuestión de suma importancia: Ni más, ni menos que el tema del gobierno de este planeta.

Está claro que esto es más que complejo y no se resuelve con el nombre de una persona o fuerza política. Ello atiende a la perspectiva de un sistema de poder, sostenido sobre determinados intereses económicos, que ejerce alguna forma de dominio o control sobre el resto.Imagen relacionada

Los imperios son una forma de reconocer ese tipo de situación. El imperialismo, como una forma de extensión agresiva de un poder imperial, es otra de las modalidades que lo identifican. En nuestra corta historia hemos conocido la influencia del imperio británico y de su sucesor, después de la Segunda Guerra Mundial, el estadounidense. En ambos casos estamos ante la presencia del capitalismo como sustento y beneficiario del sistema dominante.

Terminada la Guerra y por algunas décadas, la Unión Soviética intentó cuestionar ese predominio. Ese período, conocido como la “Guerra Fría”, terminó por debilitar el poderío soviético hasta su implosión definitiva.

Estados Unidos, al frente del capitalismo imperante, consideró que esa caída de su oponente le dejaba libre el camino para consolidar un poder que estimaban eterno. De esa idea surge aquella frase de un propagandista de esa situación, Francis Fukuyama, en el sentido que esa democracia y aquel capitalismo eran el “fin de la historia”.

Quienes eso pensaban no se dieron cuenta que el mundo cambia y cambia constantemente. Además, lo que aparece a primera vista no es así cuando lo miramos en su profundidad. Ya lo había avisado Galileo Galilei cuando dijo “E pur si muove” (y sin embargo se mueve) cuando la Inquisición lo condenó por sostener que la tierra giraba alrededor del sol.

Ahora que la crisis asoma por los cuatro costados, la hegemonía mundial del capitalismo estadouninse es cuestionada por el avance de una economía de un “capitalismo chino”. Eso pasa cuando, dentro de su propio país, las políticas de Donald Trump desatan una crisis interna inimaginable hace unos pocos años atrás. Este es el momento en que aparece con toda vigencia una situación internacional que tuvo –en estos días- un par de manifestaciones más que elocuentes.

Reunión del G-7, con un Trump que patea el tablero

El pasado fin de semana culminó, en Canadá, la reunión anual del G-7, un agrupamiento del que participan los jefes de Estado o gobierno de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido.

Más allá de las declaraciones públicas de acuerdo y unidad, lo cierto es que esta reunión del G-7 no solo fue distinta porque Trump, cuando ya se había retirado, decidió que su país no firmaría el texto de la Declaración Final de esta reunión. Tuvo otra “novedad”, ésta estuvo a cargo de la Oficina de Prensa de la alemana Angela Merkel, la que hizo circular una foto que recorrió las redacciones periodísticas de todo el mundo.

Allí se la veía, de pie y rodeada por sus colegas del G-7, increpando a un Trump que –impasible- la observaba sentado. Ésa era la evidencia gráfica de una situación que explotaría pocas horas después, cuando el presidente estadounidense volaba para verlo al coreano y se enteró de algunas críticas del canadiense por lo cual ordenó quitar la firma de su país a la formal e insípida Declaración Final.

Las notorias diferencias, particularmente en torno al tema comercial, hicieron volar por los aires esa “unidad” de los poderosos. Trump sostiene el proteccionismo de sus productos mientras que los demás defienden el libre comercio. Tampoco se descarta que Europa avance hacia una ruptura o debilitamiento de sus relaciones militares con EU. Aquella foto era la prueba que habían fracasado las reuniones previas donde se consensuan la agenda y las declaraciones.

Trump y Kim: ¿puro humo, necesidad o conveniencia mutua?

La otra muestra de un mundo que tiene demasiadas dificultades para sostenerse sobre los moldes actuales se produjo unas pocas horas después de clausurarse la cumbre del G-7. Ello ocurrió en el territorio neutral de Singapur, al que el coreano llegó en un avión chino. Allí se realizó el encuentro Trump y Kim Jong-un, presidente de Corea del Norte.

Se encontraron el Presidente de la que es –todavía- la primera potencia mundial con el mandatario de un país que, con sus 25 millones de habitantes, es número 99 para el índice de población mundial y 96 según el ingreso per cápita.

La reunión, entre tan desiguales poderes, se hizo en el contexto de furibundas y mutuas amenazas de destrucción de su contrincante. Todo ello en medio que Corea, hacía pruebas con misiles que surcaban Japón y amenazaban el territorio estadounidense con ataques de misiles provistos con ojivas nucleares.

Según algunas informaciones, el 50% del presupuesto de ese modesto país está destinado a la investigación nuclear. Ahora da la impresión que esa política le dio el fruto de poder negociar con la principal potencia de la tierra.

Los resultados de la reunión son inciertos. Sin muchos compromisos, el único, mayor y concreto fue por parte de Corea que asumió la responsabilidad, sin definición de fechas, objetivos, ni modalidades, de llevar adelante una “desnuclearización”.

Desde un punto de vista formal EU sacó ese compromiso, aunque en el mismo se refiere a toda la península de Corea, si bien Corea del Sur no fuera parte de la reunión. En lo simbólico Corea logró un inesperado reconocimiento. Ahora habrá que ver si todo eso responde a una estrategia china de “calmar las aguas” o si es un juego autónomo de Corea.

En ese caso se verá si Corea entra en la idea de irse integrando a un mundo del cual estaba aislado y recibe de Trump, un hombre interesado en “sus” negocios personales, lo que no pudo conseguir con otros gobernantes mucho más liberales.

Con Estados Unidos jugando sin tener presente a sus aliados más cercanos; con una China avanzando sin pausa, ni prisa, pero fortaleciendo sus vínculos con Rusia; con una Europa que se sigue descomponiendo, queda una inquietante pregunta: ¿Y ahora quién gobierna el mundo?

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