Unión Europea: el “dirigismo” financiero
Un nuevo día, un nuevo disturbio. Bienvenidos de regreso a la crisis de la Unión Europea. La crisis en España se inflama nuevamente… Con estos titulares los analistas económicos, financieros y políticos enfatizan casi cotidianamente la incapacidad de los gobiernos europeos en resolver la crisis de la zona euro. | ALBERTO RABILOTTA.*
Como ya es usual en la Unión Europea (UE), cada “solución” de los tecnócratas y políticos a la crisis da lugar a una ola de optimismo bursátil y político que dura pocos días. Lo único constante es el avance de la aplanadora de la austeridad, el hundimiento de las economías en la recesión, el aumento del desempleo, la baja de la producción industrial y de la recaudación fiscal, y la contrapartida lógica, el aumento de la deuda de los Estados, como revela el análisis y las gráficas publicadas en In Europe, it’s Debt vs Jobs.[1]
La aplanadora rentista y la respuesta popular
El futuro es tan previsible que en Portugal, según el diario Journal de Negocios, un tercio de las medidas de austeridad que se aplicarán en el 2013 para bajar el gasto público serán producto de la recesión económica causada por las medidas de austeridad aplicadas actualmente.
En Francia, en el momento de escribir estas líneas, el desempleo ya “franqueó la barra de los tres millones”, algo que hace 13 años no se producía, y afecta a más de cinco millones si a los desempleados de corta duración se integran los casi dos millones de cesantes crónicos y demás categorías de personas sin trabajo (Le Figaro, 27 de septiembre).
En Italia el avance de la crisis económica se manifiesta en la recesión económica y el rápido descenso del nivel de vida: el gasto destinado a los alimentos ha descendido al nivel de 1979, según un sondeo de Codacons, una asociación de consumidores. Y un bajón similar ha tenido lugar en las ventas de automóviles nuevos.
En Grecia, donde la huelga general y las movilizaciones demostraron el rechazo popular a las medidas de austeridad, la inflexibilidad de la Troika puede conducir en las próximas semanas a la caída de la coalición de centroderecha y a nuevas elecciones en un contexto de polarización política que, según los sondeos, podría poner a la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) en primer lugar, los conservadores de Nueva Democracia en el segundo y el partido neonazi Aurora Dorada en el tercero.
España, donde la recesión se profundizó en el tercer trimestre y el repudio social a las medidas de austeridad se manifiesta en todos los niveles de la política, sigue sometida a una fuerte presión de parte del gobierno alemán para que capitule y se someta al control de la Troika si quiere acceder al fondo para recapitalizar sus insolventes bancos, o sea que acepte que la ayuda que los bancos recibirán será deuda pública, respaldada por el Estado español y a extraer de los contribuyentes españoles.
En síntesis, además de ser descargadas sobre las espaldas del pueblo, mediante los despidos, aumentos de impuestos directos e indirectos, reducción de los salarios y las jubilaciones, los recortes o eliminación de programas sociales, y las ventas de bienes públicos, las políticas de austeridad impulsadas por la Troika obligan a los gobiernos centrales a estrangular fiscalmente a los gobiernos locales y regionales, lo que explica el resurgimiento de los nacionalismos regionales en España e Italia.
Desintegración de la integración europea
Si la justificación política y moral que llevó a la creación de la UE era poner fin de una vez por todas a las frecuentes disputas y guerras entre las naciones que marcó la historia europea, y a contener los regionalismos en el interior de las naciones, la realidad del modelo actual de integración europea muestra que ese objetivo está en entredicho.
Además del aumento notable en todos los países del nacionalismo (en todas sus formas, incluyendo el chovinismo), estamos viendo la resurgencia del proceso de desintegración nacional en dos países: España e Italia.
La opción de un referendo sobre la independencia está nuevamente el orden del día en Cataluña, y en Italia el partido separatista Liga del Norte, aliado de Silvio Berlusconi, ya presentó una moción en los consejos regionales de Piamonte, Lombardía y Venecia para crear una “macroregión” que será “fiscalmente independiente de Italia”.
En realidad la posición de Alemania y sus socios nórdicos que defienden el rígido sistema monetario de la ZE y las políticas de austeridad en la “periferia”, está alimentando en prácticamente todos los países sentimientos chovinistas que no se veían desde más de medio siglo, y paralelamente esos sentimientos están permitiendo que se anclen, en todos esos países, partidos y posiciones políticas destinadas a destruir la UE.
Recorriendo un camino ya recorrido
En febrero de 1933, cuando la Gran Depresión y su secuela de deflación, desempleo y miseria azotaba a Estados Unidos, los ricos y sus representantes seguían exigiendo políticas de austeridad. En ese contexto un banquero de Utah, Marriner Eccles, fue llamado por el recientemente electo Presidente Franklin D. Roosevelt para rendir su testimonio ante el Comité del Senado de Estados Unidos para la Investigación de los Problemas Económicos. El testimonio de Eccles llevó a las primeras políticas concretas del New Deal.
Lo primero que Eccles dijo es que “antes de que se tomen medidas efectivas para frenar los devastadores efectos de la depresión, es un deber reconocer que el derrumbe de nuestro actual sistema económico se debe al fracaso de nuestro liderazgo político y financiero para manejar inteligentemente el problema monetario.
«En el mundo real no hay causa ni razón para el desempleo y su resultante empobrecimiento y sufrimiento de un tercio completo de nuestra población. Tenemos todo y aun más de la riqueza material que teníamos en el pico de nuestra prosperidad, en el año 1929. Nuestro pueblo necesita y quiere todo lo cual nuestros abundantes instrumentos y recursos están en capacidad de proveerle. El problema de la producción ha sido resuelto, y en el presente no necesitamos más acumulación de capital
«(…) Tenemos la plantilla económica capaz de proveer una superabundancia de no solamente todas las necesidades básicas de nuestro pueblo, sino también el confort y el lujo. Nuestro problema, en consecuencia, es puramente de distribución. Y esto solo puede concretado proveyendo un poder de compra suficiente y adecuado para que el pueblo pueda obtener los bienes de consumo que nosotros, como nación, estamos en capacidad de producir. Para sobrevivir el sistema económico no puede servir a otro propósito». [2]
En 1942, cuando la segunda Guerra Mundial estaba a mitad de camino y las economías de EE.UU. y Gran Bretaña se encontraban sometidas a una planificación central como parte de las políticas del New Deal, el economista polaco Michal Kalecki analizó la necesidad de la intervención gubernamental mediante programas de inversiones públicas para asegurar el pleno empleo, y los argumentos explícitos e implícitos de la clase capitalista para oponerse a esa intervención estatal siguen siendo de una actualidad sorprendente.
Kalecki destaca que aun cuando los economistas reconocen que el pleno empleo puede ser logrado mediante el gasto gubernamental, siempre hay una oposición política intensa, incluso entre los “expertos económicos”, a la intervención gubernamental, y formula tres razones:
1) aversión a la interferencia del gobierno en el problema del desempleo como tal;
2) aversión a la dirección del gasto del gobierno (inversiones públicas y los subsidios al consumo);
3) aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo.[3]
Al enumerar esas aversiones Kalecki destaca que bajo el sistema de laissez-faire, el neoliberalismo, la oposición a la intervención gubernamental es justificada de diversas formas: porque los capitalistas no quieren perder el control indirecto que tienen sobre las políticas del gobierno; porque si las áreas de intervención del gobierno en la economía son estrechas existe el peligro de que el gobierno se vea tentado a nacionalizar áreas “para ganar nuevas esferas en las cuales efectuar inversiones”; porque tratándose de subsidios al consumo se afecta el más alto principio “moral” del capitalismo, que exige “ganar el pan con el sudor de la frente”.
Al analizar el tercer punto, la aversión a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo, Kalecki destaca:
«En efecto, bajo un régimen permanente de pleno empleo, la cesantía cesará de jugar su papel de medida disciplinaria. La posición social del patrón será socavada y crecerá en la clase trabajadora la autoestima y la conciencia de clase”, y aunque esto lleve a aumentar las ganancias de los capitalistas industriales y solo pueda “afectar a los intereses de los rentistas”, lo que está en juego es “la disciplina en las fabricas” y la “estabilidad política”, las “dos cosas que los hombres de negocio aprecian más que las ganancias. Es el instinto de clase que les dicta que el pleno empleo perdurable es poco sano para sus puntos de vista y que el desempleo es parte ‘normal’ del sistema capitalista”.
El dirigismo financiero
En los países que desarrollaron a fondo el “capitalismo industrial” y que hacia finales o después de la segunda Guerra Mundial, por la existencia de la Unión Soviética y de una alternativa posible al modelo capitalista, instauraron las políticas del “Estado benefactor”, ha habido en las últimas décadas una definitiva “mutación” hacia otra forma de capitalismo, un “capitalismo rentista” dominado por una identificable oligarquía financiera.[4]
En una reciente entrevista el economista y académico estadounidense Michael Hudson puntualiza que en la práctica, el actual neoliberalismo dominado por las finanzas ha simplemente logrado desplazar la planificación económica de las manos de los gobiernos para ponerla en las manos de Wall Street y otros centros bancarios.[5]
El principal objetivo de este dirigismo financiero, o sea de la planificación de las economías, es beneficiar a la oligarquía rentista, no favorecer a la ciudadanía y a la economía real de producción y consumo, señala Hudson, quien destaca la importancia de reconocer y analizar, en este crucial viraje de la planificación central, que los objetivos del sector financiero son opuestos a los del sector público:
“Los gobiernos democráticos buscan aumentar el empleo, la producción y los niveles de vida. Pero, al dejar la planificación central en manos de los bancos, como quieren el Banco Central Europeo y el Consenso de Wáshington, la democracia es reemplazada por la oligarquía”.
Y es entonces, según Hudson, que la planificación central asume la forma de austeridad, de bajar los salarios y los niveles de vida. La crisis económica así provocada es utilizada por esta oligarquía financiera como oportunidad para apropiarse de cualquier propiedad aun bajo el dominio público, como las infraestructuras, bienes inmobiliarios, derechos de explotación de los yacimientos minerales, e incluso la creación de nuevos monopolios para vender y utilizar esos ingresos para pagar las deudas.
Ese es el peligro, como quedó en claro en los discursos que las presidentas de Brasil y Argentina, Dilma Rousseff y Cristina Fernández, dieron ante la Asamblea General de la ONU.
Dilma Rousseff dijo que “la opción de las políticas fiscales ortodoxas no aseguran el crecimiento. La política monetaria fue el único elemento, lo que aumentó el desempleo y la pobreza”. Cristina Fernández destacó que “la crisis de estos últimos años descorrió el velo. La causante de la crisis global fue la administración financiera de capitales sin ningún tipo de control”.
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Notas
1.- http://www.macrobusiness.com.au/2012/09/in-europe-its-debt-vs-jobs/
2.- Ver http://fraser.stlouisfed.org/docs/meltzer/ecctes33.pdf
y en Alainet “El ejercito laboral de reserva se subleva” http://alainet.org/active/50286&lang=es
3.- Michal Kalecki, Political Aspects of Full Employment (1942)
http://mrzine.monthlyreview.org/2010/kalecki220510.html
4.- Los académicos Robert G. Eccles y George Serafeim presentan un cuadro que define esa oligarquía: mil empresas transnacionales que en 2010 lograron ganancias por 32 billones de dólares y 500 firmas financieras que tienen más de 42 billones de dólares en activos, o sea una riqueza que excede el producto interior bruto (PIB) anual del mundo, que según el Banco Mundial fue de 69 billones 970 mil millones de dólares en 2011.
(http://www.bloomberg.com/news/2012-09-11/top-1-000-companies-wield-power-reserved-for-nations.html) o en Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=156454)
5.- Entrevista con Michael Hudson: http://www.athensnews.gr/issue/13512/58168
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* Periodista canadiense.
En http://alainet.org.