Uribe, el rencor como estilo de gobierno

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Carlos Medina Gallego*
El presidente Álvaro Uribe, seguramente va a ser recordado por la historia de este país, por su particular forma de gobernar, caracterizada por su actitud autoritaria, vengativa y rencorosa. No creo equivocarme, si señalo que una parte de su equipo de gobierno lo escoge por estar ligado a una historia de tragedia alrededor del secuestro o asesinato de algún familiar o amigo cercano y una actitud de revancha y eliminación de sus enemigos, condición que en un país como el nuestro y en el marco de un conflicto prolongado, enrarecido y degradado como el colombiano, no es difícil de llenar.

 

Una cosa es ser víctima de la violencia y otra muy distinta es hacer de la venganza un propósito nacional y una empresa de gobierno, con pretensión de convertirla en política de Estado.

Mientras los damnificados de la violencia, que están al margen de toda posibilidad del ejercicio del poder, transitan un espinoso, largo e interminable camino  en busca de una ley de víctimas, que contemple la verdad, la justicia y la reparación integral, Uribe escogió el camino de la guerra, en la figura de la seguridad democrática y, no le han sido suficientes ocho años para apaciguar su odio y su rencor, contra las FARC y, de paso, contra todos aquellos que desde algún lugar de la democracia se oponen a las formas autoritarias de su gobierno en la defensa de nuestro imperfecto sistema político.

A través de agresivos, rebuscados y groseros señalamientos se fue ensañando con los magistrados de las Cortes, jueces de la república, opositores políticos de todos los partidos, académicos y, no en pocas ocasiones, contra los presidentes y dignatarios de los Estados vecinos, a los que llama terroristas disfrazados, gavilanes y encubridores, patrocinadores del terrorismo. No hay un solo discurso que no contenga su ración de resentimiento, odio y refleje su espíritu de venganza, por su particular tragedia familiar.

Los últimos estertores de un gobierno que se muere expresan la insatisfacción por la labor cumplida y el afán de heredar los odios y las tareas de revancha. La ofensiva en la OEA contra el gobierno Venezolano, por la supuesta presencia en su territorio de campamentos de las FARC, es un acto bochornoso. Me pregunto si esa sesión estuvo dirigida contra el gobierno de Chávez o contra la política exterior del aun no posesionado presidente Santos.

Pero dos vergüenzas que salen a flote en este desquiciado incidente, es la actitud asumida por los empresarios frente a los hechos en el sentido de que económicamente nada hay que defender, y por lo tanto se pueden tirar por la borda las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno de Venezuela. No, señores. Es necesario defender el proyecto de vida de los pobres de la frontera, sus relaciones comerciales de supervivencia, los quinientos mil empleos que genera esa relación, las prácticas de convivencia entre países hermanos que comparten un mismo origen histórico y cultural. Su actitud cómplice lo que hace explicito es que a los grandes empresarios colombianos no les importa el país, ni el romanticismo patriotero de Uribe – que termina en su subordinación a los intereses del capital con su discurso de la confianza inversionista y al poder político de los E.U., con la entrega del territorio a sus bases militares- sino sus particulares y mezquinos intereses económicos.

Y la otra desfachatez, a la que ya está reculando, es la del Fiscal General-encargado o amañado en el cargo- Guillermo Mendoza, que sin adelantar investigaciones del conflicto en Colombia plantea llevar el caso a la Corte Penal Internacional para que se juzgue al Estado venezolano, por haberle llegado a su territorio la guerra impulsada por el Estado colombiano. Por qué  no remite a la Corte lo crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado Colombiano en complicidad con los paramilitares, los expedientes de los falsos positivos, la sucesión de magnicidios y genocidios con que se ha construido la historia del país en los últimos cincuenta años. Además de las chuzadas del DAS contra la justicia, la oposición y el periodismo crítico.

Muchos piensan que seguramente este incidente se superará en el gobierno Santos, que con pertinencia ha señalado desde México, como su mejor contribución que puede hacer es no pronunciarse y que la presidencia de Uribe -con su carga de resentimiento y venganzas- va hasta el 7 de Agosto. Lo que venga después, ya veremos.

 *Docente e investigador,Universidad Nacional de Colombia

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