Uruguay: después de tantos años la emoción

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

«O el mundo se organiza sobre bases
de justicia y dignidad humanas, donde
no caben los mercaderes,
o no se organiza de ninguna manera.»

(León Felipe).

Los uruguayos hemos comenzado a vivir una etapa histórica. Por
primera vez en el devenir institucional del país ocurre un hecho
singular que también es nuevo en todo el continente, incluyendo a
países que tienen gobiernos socialitas o progresistas, como Chile,
Brasil y Argentina.

Ese hecho es que por primera vez asumió, como ocurrió en febrero recién pasado, un parlamento mayoritariamente
de izquierda, una conformación esperanzadora para muchos, a la
que se arribó dentro de un proceso institucional en que no se
produjo el más mínimo hecho de violencia.

A partir de febrero dos tupamaros son las más altas jerarquías del
Parlamento nacional, integrantes del Movimiento de Liberación
Nacional (MLN), que en los 60, proclamaba la lucha armada y que
fue desarticulado por las fuerzas policiales y, luego de la
instauración por parte del gobierno de Jorge Pacheco Areco del
llamado Estado de Guerra Interno, utilizados como pretexto para
una generalizada represión de parte de las Fuerzas Armadas
contra todos los uruguayos.

Por ello, dejando de lado las discrepancias ideológicas y
metodológicas que en el pasado hemos tenido con la línea
expresada por estos compañeros, es que nos damos cuenta que
en ocasiones la historia reivindica y restituye a su lugar a los que,
durante toda su vida, fueron ejemplo de militancia y sacrificio.

José Mujica, un idealista que se jugó la vida por sus ideas y, por
supuesto, fue víctima de los que se sintieron dueños de la verdad y
acosaron, torturaron y asesinaron en nombre de un occidente
cristiano, que en definitiva era el de los cementerios, extremo
enmarcado en los designios de un enfrentamiento global
encabezado por el Departamento de Estado y enmarcado en la
siniestra Doctrina de la Seguridad Nacional.

Al igual que Polo Gargano, que al comienzo de la legislatura
anterior también, por ser el senador más votado, ocupó por quince
días la presidencia de la Asamblea General, tomando juramento a
los legisladores que asumieron en aquella oportunidad, Pepe fue
el responsable de hacer lo mismo en esta histórica fecha.

Gargano y Mujica, dos veteranos de la política, protagonistas de una
inclaudicable, tenaz y permanente lucha para que desembocaran
en los hechos los objetivos de justicia social para lo que, durante
décadas, pusieron toda su inteligencia al servicio de lo popular.

Nora Castro es la presidenta de la Cámara de Diputados, la
querida Nora, amiga en el pasado y en el presente, una sacrificada
maestra, luchadora de siempre y de cada momento que con
humildad y desprendimiento, siempre estuvo en la primera línea.

La recuerdo, por supuesto, de cuando el que esto escribe daba
sus primeros pasos periodísticos en el diario Epoca, enorme
escuela de vida y de militancia, en donde la tarea de informar se
vinculaba al sacrificio personal en el marco de una labor
apasionante, quedando aquella experiencia como un mojón
indeleble en las vidas de todos los que participamos en esa pelea
diaria.

Fue en esa etapa que conocimos a Nora que ya transitaba su
militancia estudiantil (creo no equivocarme), convirtiéndose en una
conductora lúcida y ejemplar, vanguardia que luego ratificó estando
al frente de gremios de la educación.

La hora de la emoción

Perdóneme el lector por trasmitir más que hechos, como debiera,
sentimientos que por momentos me contraen el corazón,
recordando situaciones, heroicidades, desprendimientos,
sacrificios y convicciones a prueba de todas las alternativas,
incluso las más terribles, en los momentos más difíciles que se
vivieron en el país.

Pero cuando, luego de toda una larga militancia de cada hora, de
cada minuto, de solidaridades recibidas y de sacrificios
compartidos, por esa obsesión por imponer la justicia de nuestras
ideas, sacrificando en ocasiones a familias y viendo crecer a los
hijos lejos de sus afectos, con abuelos que nunca pudieron
reencontrarlos, muchas veces marginados en sociedades
acogedoras, pero distintas, es que no puedo superar la emoción
del momento de este momento que vivimos los uruguayos.

Al fin hemos logrado el gobierno, y que Pepe y Nora sean hoy las
autoridades del órgano democrático por excelencia que establece
nuestro régimen institucional, nos provoca un sentimiento profundo
que nos eriza la piel y que va más allá de lo racional.

El gran barco de la lucha popular ha llegado a puerto y es recibido
por un pueblo uruguayo agraviado durante años por políticas
depredadoras, nefastas, de apropiación sistemática del ingreso de
los más desamparados, pero esperanzado por las realizaciones
que se vienen.

Un pueblo uruguayo en que un tercio de la población se encuentra
por debajo de la línea de la pobreza y otra buena parte sufre las
consecuencias de una claudicante desorganización estatal, que
impide que la salud sea para todos, así como la enseñanza, y en
que la previsión social sea una especie de entelequia que condena
a la pobreza, en la mayoría de los casos, a quienes deberían ser
los más favorecidos: los viejos.

Un país donde el Estado es el descarado emporio del privilegio,
para lo cual no vale la pena ahondar mucho el análisis. Y ello,
también, porque los gobiernos siempre fueron sensibles a las
presiones corporativas de grupos que, para lograr sus objetivos, no
les importó nunca que ellos fueran en detrimento de la gente que
es la que pone el dinero para que todo funcione, o mal funcione.

Partidos que nos gobernaron por 174 años, que utilizaron como
método de captación al más descarnado clientelismo, el acomodo
y, por supuesto, la entronización reglamentada de la prebenda.
Qué otra cosa es, para poner un ejemplo, la gigantesca flota de
automóviles que utilizan jerarcas de todo nivel, que podrían
desplazarse – como ocurre en la actividad privada – con sus
propios vehículos.

De qué se trata, entonces, los privilegios de un
servicio diplomático ineficiente sobre el que llegan continuamente
denuncias, muchas de ellas confirmadas, que prueban que allí
existe otro centro de privilegio inaceptable para un país pobre que
debería hacer de la austeridad uno de los mecanismos éticos
esenciales a desarrollar.

Ni hablar de cómo se ha desvirtuado el mecanismo de contratación
de funcionarios. Contratos de obra y servicio con nombre y cintillo
político adherido que, en algunos casos, tienen tal peso
económico que han determinado que se vaciaran las arcas que
contenían recursos para terminar con problemas sustanciales,
como – por ejemplo – el de los asentamientos.

Podríamos hablar de mil cosas más, inexplicables y deshonrosas
para cualquier gobierno. Una de ellas es la situación de la
Universidad de la República, agredida desde hace décadas, por ser
un organismo independiente y democrático que fuera gobernado,
desde Mario Cassinoni en adelante, por profesionales que no
necesariamente coincidían con los colores de los gobiernos de
turno.

Y de la enseñanza, la escuela pública, los liceos, del
deterioro de la salud pública. De la escandalosa adjudicación de
las ondas del Estado a empresarios privados que hacen sus
negocios sin contrapartidas para la sociedad que es la dueña de lo
que usufructúan.

Por fin, luego de tanta lucha, hay alguien que ha participado en
nuestros ideales, que nos representa en el gobierno. Entonces,
cómo no trasmitir emociones, sentimientos que se trasladas a
todo nuestro cuerpo y que, se expresan en una enorme esperanza
de que comience a imperar la justicia.

Cómo no refrendar,
entonces, la lúcida afirmación de León Felipe, que reiteramos: O
el mundo se organiza sobre bases de justicia y dignidad humanas,
donde no caben los mercaderes, o no se organiza de ninguna
manera

* Periodista uruguayo. Artículo distribuido por el Servicio Informativo Alai-amlatina,
Agencia Latinoamericana de Informacion-ALAI (http://alainet.org).

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