Uruguay: El general Manini, la democracia y la reacción fascista
Atendiendo la realidad global, es posible afirmar que el embate de la derecha conservadora contra la democracia liberal se hace fuerte, la reacción a las conquistas obtenidas en derechos para las minorías o para sectores históricamente postergados ya ni siquiera abona en indirectas o sarcasmos, ahora es frontal y tenaz. Uruguay y su democracia de partidos fuertes no es la excepción y la candidatura presidencial del destituido jefe de las Fuerzas Armadas, general Guido Manini es el botón de muestra.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia de la derrota de las potencias del Eje, autorreferenciarse como un sujeto político de derecha o ultraderecha cotizaba muy poco o más bien nada. El desastre pavoroso que supuso el holocausto judío y la crueldad de los campos de exterminio, llevó a un estado de sombras a las derechas del mundo.
La recomposición política y la reconfiguración estética e idológica fue una necesidad y para ello eligieron arroparse con narrativas menos explícitas que las de Hitler y sustituir el uniforme militar por el rolex y el armani. La carta de presentación era otra. A partir de los años 90, tras al derrota de la experiencia soviética, la fisonomía de la derecha comenzó a transitar un nuevo proceso articulador a la interna y nuevas estrategias en su relacionamiento con la democracia.
Desafiando la democracia
Con ropa militar, las banderas patrias y Artigas de fondo, el ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, ya destituido por el presidente Tabaré Vázquez, General Guido Manini Ríos, emite un comunicado desde la cuenta institucional del Ejército, donde cuestiona al Poder Judicial y al Poder Ejecutivo.
Además de inconstitucional, el mensaje es un claro desafío al poder civil, una pulseada política para romover tensiones y reabrir heridas que aún no curan. ¿Por qué la prensa hegemónica solo dice que Manini Ríos fue destituido por cuestionar a la Justicia y no especifica que lo que criticó fueron las condenas a los represores y asesinos como Nino Gavazzo, Pajarito Silveira y Luis Maurente?
Con los mismos argumentos que en los años de dictadura, trasnochado y anhelando volver a los tiempos donde el terror era ley, Manini habló de salvar la patria en el Uruguay de los burócratas civiles, de la mano del manual de la avanzada reaccionaria y el gramscianismo de derecha, en un ataque frontal a la institucionalidad vigente, a los partidos y a la política como instrumentos para canalizar las voluntades colectivas y las tensiones sociales.
Todo un circo, que además de preparar el terreno para postularse como candidato a la presidencia, deja al descubierto que el fascismo es un factor de poder que opera sistemáticamente, no solamente desde las sombras, sino también desde los espacios de poder y sin pelos en la lengua. Esta maniobra estaba planificada, con una exposición casi teatral que le permitió mostrarse como el militar que enfrentó al gobierno.
Acompasándose a los tiempos políticos y a las estrategias que triunfan en los países vecinos, Manini pretende atraer a los descontentos y a los reaccionarios. Este es otro ejemplo de que con dificultades múltiples y todas las trabas que pone un país de fuerte institucionalidad como Uruguay, el impulso reaccionario se hace eco en distintos actores políticos y sociales y a su manera busca consolidarse.
El conservadurismo aprovecha momentos críticos, aparece como reacción a los avances, dice defender valores universales, la familia y la propiedad, y se sustenta en el odio y la hipocresía de clase. En el fondo, el objetivo central es mantener el statu quo económico y social.
“No hay que subvalorar lo que significa y puede desatar Guido Manini Ríos en el Uruguay de hoy”, opina el historiador y politólogo Gerardo Caetano. Que el ex comandante se haya erigido como “caudillo” es consecuencia de una política militar “equivocada y omisa” del oficialismo, dijo, tras señalar como “grave error” que el líder del Partido Nacional Luis Lacalle Pou pierda de vista que asuntos como estos “refieren a una dimensión institucional que trasciende las pugnas político-partidarias”.
En Uruguay, la derecha reaccionaria tiene otras expresiones: como Verónica Alonso y su bancada evangelista antiabortista; son Edgardo Novick, José Amorín y Jorge Larrañaga con las estrategias de apostar a la inseguridad como caballito de batalla electoral y sus propuestas represivas de tolerancia cero y vivir sin miedo.
Al fascismo hay que señalarlo, identificarlo. Porque hoy podrá no ser significativo, pero la historia, el mundo actual y la región muestran que no lo es hasta que logra anidar e instrumentalizar sus tácticas políticas. Y por supuesto, allí, los retrocesos son gigantescos. En las horas que corren no hay lugar para titubeos, un gran frente político y social contra la reacción, cerrando filas sin entrar en mezquindades fraccionarias, es la clave para frenar el avance fascista
(*) Docente de Historia, egresado del Cerp-Centro Florida. Militante del Frente Amplio. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)