Vieja pregunta en busca de respuesta: ¿qué es el socialismo?

Filip Erceg*

En los últimos doscientos años, sobre el socialismo se ha dicho un sinfín de cosas, posiblemente demasiado. Se han escrito toneladas de libros que se acumulan sin leer, juntan polvo en las estanterías de los anticuarios. Sobre el socialismo han escrito también grandes científicos y grandes criminales, y sobre el socialismo se habla también hoy en día, en las reuniones a puertas cerradas de los partidos, en los círculos académicos y en las poco visitadas conferencias. Se polemiza, se discute, se pasa de lo hueco a lo vacío.

 

Y se busca el pelo en la leche, se esparce ceniza sobre la cabeza y se cabalga sobre el caballo de Troya muerto. En esa polémica, cada uno lleva agua a su molino y la pelea en la izquierda cada vez más recuerda a ese viejo juego olímpico en el cual dos grupos tiran de la cuerda, cada uno para su lado: por una parte los socialdemócratas de derecha y los verdes y, por la otra, los comunistas no reformados y los socialistas. Los trotskistas contra los estalinistas y los estalinistas contra los trotskistas.

Los de la Escuela de la praxis contra los de la Escuela de Frankfurt, y éstos contra los blairistas; los verdes contra los rojos y los rojos contra los multicolores… y los alterglobalistas,gramscianos, luxemburgistas, los seguidores de Hardt, los de Negri y, en los márgenes, los milosevistas…

O a nuestro miCRO nivel (difícil de encontrar en un mapa, incluso con una lupa, juego formal: CRO es la abreviación usual de Croacia): los del SDP (Partido Social Demócrata) que han renunciado al socialismo, los del SRP (Partido Socialista de los Trabajadores) que no se pueden liberar del titoismo, los del SPH (Partido Socialista de Croacia) que siguen a como a las Sagradas Escrituras, los ninicevistas y bebicevistas, acciones rojas y luchas trabajadoras, y los “pequeños verdes” que no terminan de enrojecer; en suma… ¡ni junta ni pega!

Se discute de si “la comprensión es el reflejo subjetivo de la realidad material” o será eso de todas maneras una vulgarización de la epistemología marxista, y cuánto han interpretado los filósofos el mundo (demasiado o muy poco), teniendo en cuenta que la cuestión es cambiar el mundo; se hace la crítica de la crítica (y sobre todo “la crítica de todo lo existente”) y la interpretación de la interpretación, se descubre el agua caliente y se rumian las citas como paja vieja: Zizek cita a Lacan, y Lacan a Badiou, que a su vez cita a Marx y todos nosotros juntos a Zizek.

Por una parte se junta a Marx con Nietzsche, Marx con Kant, Marx con Freud, y por otra, Marx se pelea con Engels, incluso el “joven” Marx con el “viejo” Marx. Tito se revuelca en su tumba por la desintegración de Yugoslavia, Che Guevara maldice desde el cielo al capitalismo que ha hecho de su imagen una marca registrada de moda, y Fidel Castro puede morir tranquilamente ya que ha encontrado en Hugo Chávez al heredero adecuado.

Sobre el socialismo se ha escrito, desde el siglo XIX a hoy, una nueva Biblioteca Alejandrina. El Capital de Marx tiene más páginas que la Biblia, y El Manifiesto Comunista es, después de la Biblia, el segundo libro más leído en la historia de la humanidad. El marxismo se escuchaba en nuestros colegios como hoy se escucha la religión y también se estudiaba la TIPS (teoría y práctica de la autogestión). Sobre la autogestión muchos incluso hicieron doctorados, a pesar de lo cual, parece que nosotros hoy en día no tenemos ni idea de lo que es el socialismo autogestor.

Después de todos los libros, disertaciones, panfletos, la teoría y la práctica, y “la Praxis”, y las escuelas de verano en Korcula, la concepción sobre el socialismo revolotea ante nuestros ojos como miles de estrellitas (rojas) después de un fuerte golpe en la cabeza. Después de todos los altos y bajos históricos, nosotros hablamos hoy día generalizadamente sobre el socialismo, en forma vaga, con frases hechas, y a la pregunta qué es el socialismo, respondemos socráticamente que “sabemos que nada sabemos”. La ignorancia nos asesina, exclamaría un poeta nuestro, aunque la ignorancia es el comienzo de todo conocimiento.

“Sociedad armónica” y “Estado benefactor”

¡Y en realidad, nosotros hoy día, después de toda la experiencia histórica, como que no supiéramos lo que es el socialismo! Y si ya sabemos lo que es el socialismo, o sea, lo que el socialismo debiera ser, de acuerdo con una fórmula ideal-típica, entonces diremos que incluso lo que se llamaba socialismo, no era socialismo. Con eso, la cuestión se complica aún más.

En China gobierna el Partido Comunista, pero eso allá no es ni socialismo ni comunismo, porque el compañero Marx no se imaginaba una sociedad sin clases de esa manera. Corea del Norte es, en la conciencia de muchas personas en Occidente y el mundo a su alrededor, el último bastión del comunismo militante, pero, los así llamados izquierdistas autóctonos se enrabian cuando lo oyen. Corea del Norte, dicen ellos, es una dictadura perversa y nada más, que no tiene que ver con el comunismo.

Ahí está también Cuba, en la cual, a decir verdad, el régimen no es como el de Corea del Norte, pero ni eso: allá tampoco es socialismo. Por otra parte, para los estadounidenses incluso Suecia es un país socialista. Siendo que una gran parte de los bienes está en manos del Estado, eso inmediatamente es socialismo, por lo cual se erizan de nuevo los marxistas de izquierda, quienes creen que el Estado va a desaparecer en aras de “asociaciones de productores libres”. Por ende, el estatismo por sí no es socialismo, la nacionalización es el primer, pero no el último paso hacia el socialismo.

Esa cosa tras la “cortina de hierro” era estatismo y no socialismo. Más exactamente, eso era estalinismo y el estalinismo es una desviación del socialismo (a los izquierdistas les encanta esa palabra), incluso era su negación (la dialéctica negación de la negación). Y el maoísmo y mucho otros “ismos”, todos, eran desviaciones: Honecker, Hoxha, Ceaucescu, Pol Pot, por favor, ¿qué clase de comunistas eran esos? Stalin, pero si él era un hombre enfermo, un paranoico posiblemente y un esquizofrénico (porque todos los esquizofrénicos viven en mundos paralelos).

¿Y Trotsky? Si Trotsky hubiera ganado a Stalin, entonces todo sería diferente. Bueno, él tampoco era un niño de pecho, pero, por eso, hoy en EEUU e Inglaterra serían tierras proletarias. El socialismo no hubiese tomado rumbo equivocado, por lo cual, probablemente tampoco hubiese fracasado. ¿No será esa “la visión monista de la historia” que dice que sólo los grandes personajes crean la historia? No, de ninguna manera, pero, a pesar de las circunstancias objetivas, no hay que obviar ni los factores subjetivos.

Entonces, eso que se llamaba socialismo no era socialismo sino estalinismo. Estamos de acuerdo, pero pongamos las cosas un poco diferentes: ¿y qué es esto hoy? ¿Es esto hoy en día capitalismo? Por supuesto, esto es capitalismo al cual también llamamos popularmente neoliberalismo. ¿Será también capitalismo esta “sociedad armónica” que se está construyendo hoy en China?

Pues, por supuesto, dirán algunos, pero añadirán también que ese es un capitalismo autocrático con elementos de un estado social fuerte, que en ese sentido difiere en algo al neoliberalismo occidental. Pero, el capitalismo no nació ayer: ¿será entonces capitalismo y la acumulación primaria del siglo XV, que fue, como dice Marx, “anotada en los anales de la humanidad con imborrables trazos de sangre y fuego”? ¿Será también capitalismo la república inglesa de Oliver Cromwell, y el absolutismo ilustrado de María Teresa? El neoliberalismo, como sabemos, es un serio enemigo del proteccionismo. ¿Pero será el proteccionismo del periodo del mercantilismo también capitalismo? ¿Qué pasa entonces con el “estado benefactor”? ¿Es ese estado igualmente capitalista? ¿Entonces nos preguntamos quéé es en realidad el capitalismo?

A decir verdad, es interesante que el capitalismo puede ser y esto y aquello, pero el socialismo no puede ser otra cosa que aquella que digan los puritanos ideológicos marxistas. El capitalismo puede ser autocrático y liberal democrático, pero el socialismo sólo puede ser democrático. Ortodoxo es sólo el “socialismo democrático”, por lo cual todo lo demás es estalinismo. “La dictadura del proletariado” en realidad no es una dictadura, sino democracia, más aún: una dictadura democrática (Kangrga que diría: contradicio in adjecto, o sea, fierro de madera), porque Marx por “dictadura del proletariado” no entendía la dictadura partidaria –dicen los parapsicólogos en el izquierda, quienes por supuesto siempre saben lo que Marx pensaba– sino a la presión de las masas populares desde “abajo”.

Por lo que habitualmente se invoca la ayuda de la pobre Rosa de Luxemburgo, quien una vez declaró que no hay socialismo sin democracia ni democracia sin socialismo. Pero, la democracia no es la única manzana de la discordia en la izquierda. Ahí hay un sinfín de malentendidos, del tipo: ¿puede el socialismo sobrevivir en un país o es indispensable una permanente revolución para la supervivencia del socialismo?

Luego, es posible un paso pacífico al socialismo siendo que “la revolución no es una tertulia”, y a continuación: ¿quién es el sujeto de la revolución? ¿El proletariado industrial que supuestamente se ha extinguido, “multitud” o “cognoscitivismo”? ¿Después, cómo solucionar el problema del “enemigo de clase”: física o metafísicamente, al igual que el problema de la burocracia que se transforma en una “nueva clase”?

Sabemos que la nacionalización va con el socialismo. ¿Pero cómo están las cosas con el socialismo y el nacionalismo? La historia ya registró el caso de cuando a través de “un pacto con el diablo” nació el nacionalsocialismo: el mayor mal para la humanidad del siglo XX…

¿Qué pasa con el derecho de los “pueblos a la autodeterminación”? ¿Hay que entender ese derecho literalmente o como un principio? Ahí está también la cuestión del ejército: ¿un ejército popular o defensa popular total? Ahí están las lamentaciones sobre la fase “alta” y “baja”, sobre la alienación y la reificación y sobre el fetichismo de la mercancía, sobre “la contra hegemonía”, sobre la onceava tesis, sobre Feuerbach, sobre una u otra hipótesis, sobre la caída tendenciosa de la tasa de ganancia, sobre la participación, que no es lo mismo que la autogestión y sobre la autogestión que no es lo mismo que la codecisión, y sobre un sinfín de abstracciones que a un trabajador común, un estudiante o a un jubilado no interesan en lo más mínimo (los tiene perfectamente sin cuidado)…

Entre la utopía y la ciencia-ficción

“¿Qué es para usted el socialismo?”, preguntaron hace mucho tiempo a los niños de los cursos mayores de las escuelas primarias. Una niña escribió en su composición que para ella “el socialismo es cuando todos son iguales: los ricos y los pobres”. Pero, si unos son ricos y otros pobres, entonces a priori no todos somos iguales, pero por qué debería entender eso una niña de diez años desde su perspectiva de pionera. Eso de que todos somos iguales: los ricos y los pobres, eso no es socialismo, sino neoliberalismo, porque en la democracia liberal todos son iguales ante la ley, y todos en principio tienen igualdad de oportunidades.

El marxista polaco Leszek Kolakowsky no fue mucho más específico que esta pionera y eso que él ya era mayor cuando escribió una pequeña discusión bajo el titulo “¿Qué es el socialismo?”. Él primero se pregunta lo que el socialismo no es, para responder al final lo que el socialismo sí es. De acuerdo con él, el socialismo no es ni la dictadura del partido, ni el culto a la personalidad, no es ni la represión política, ni el delito verbal, ni los campos de trabajo forzado, ni el estado totalitario, ni todo aquello que le achacan sus enemigos…

Estamos de acuerdo, pero al mismo tiempo nos preguntamos –esperando impacientemente la respuesta– bueno y entonces ¿qué es en realidad el socialismo? Kolakowsky a esa pregunta responde platónicamente, más bien solipsisticamente: “¡Socialismo es algo bueno!”

Por cierto, compañero Kolakowsky, muy concreto, más concreto no podía ser. Más concreto fue el filósofo alemán Ernst Bloch. A la pregunta qué es el comunismo, el respondió lacónicamente: “El comunismo es una utopía concreta”. Bloch, para que nos entendamos, por utopía no entiende un idealismo ingenuo (que es el significado de utopía, bajo la concepción peyorativa del término), sino de la “utopicidad” como un cambio revolucionario de lo dado. Pero, la desgracia de la idea socialista en estos tiempos postmodernos “del fin de la historia”, es que ella justamente se entiende como una utopía social.

El socialismo es, dicen algunos, una idea noble, pero esa idea en la práctica no se puede aplicar. Por supuesto, el capitalismo no es ninguna idea (o es una muy prosaica), por ende siempre y en todo lado aplicable. El socialismo es así o la utopicidad de Owen, Saint- Simon, Fourier y otros, o la ciencia ficción de Marx y Engels (fundadores del “socialismo científico”). Pero el socialismo no es ni lo uno ni lo otro, sino una cosa muy concreta…

A decir verdad, el cuento sobre el socialismo en general se reduce a dos extremos. Por una parte está la idealizada –romantizada visión del socialismo– y, por la otra, la deformada vulgar –primitiva visión–. El socialismo, en tanto, no es ni el Paraíso en el cual, como sarcásticamente dice Tchernisevski, de los árboles cuelgan salchichas cocidas, pero tampoco el Archipiélago Gulag de Alejandro Soljenitsyn.

Es equivocado y peligroso experimentar el socialismo y el comunismo como un cuento en la cual tras siete montes y siete cerros, como en el Prólogo del Nigromante de la Nariz Grande de Drzic, viven solo los “hombres verdaderos”, y donde existe el principio “a cada uno de acuerdo a sus necesidades”. Eso es equivocado y peligroso simplemente porque el socialismo no es un cuento, pero tampoco “un reino” en el cual “impera el compañerismo” –como en la canción infantil de Branko Kockica– en el cual “todo es bello” y “todo es delicado”, y en donde “las casas son de chocolate” y “las ventanas son de mermelada”.

El socialismo es, lo que algunas veces se olvida, el hijo predilecto del liberalismo, hijo que lleva en sí el código genético de las épocas anteriores. El socialismo no puede cambiar en una noche, ni la parte negativa de la naturaleza humana, ni las enraizadas fórmulas tradicionales. Pero, como la vida está hecha de pequeños detalles, así el socialismo consiste en pequeñas cosas.

¿Bueno, entonces qué es, por Dios, ese socialismo? El socialismo, digámoslo de esta manera, se puede reducir a una simple fórmula: vivienda – trabajo – educación – salud – jubilación.

El socialismo es un sistema en el cual es inconcebible que unos duerman bajo un puente en cajas de cartón, mientras otros viven en palacios sobre pintorescos cerros. Cuando decimos vivienda, pensamos en viviendas sociales que se construyan de “fondos solidarios” (a propósito, la solidaridad debería ser en el socialismo uno de los valores más grandes), porque todos tienen derecho a un techo sobre sus cabezas. Cuando decimos trabajo, pensamos en el llamado empleo pleno. El trabajador no es una mercancía para que se comercie con él en la bolsa. El socialismo, por ende, no conoce “la bolsa del trabajo”, sino sólo la bolsa de mercancías regulada socialmente. El derecho al trabajo es un derecho humano básico que nadie puede quitar y el Estado está ahí para asegurar ese derecho. La seguridad del puesto de trabajo y el ingreso mínimo garantizado también son una cuestión del Estado y no de la voluntad del empleador o de las leyes de mercado.

Los pequeños detalles que hacen la vida

Pero nada de eso se puede realizar en el marco de la propiedad privada. El socialismo es, de acuerdo con eso, un sistema donde predomina la propiedad pública, un sistema en el cual el empleado es el sujeto de la dirección y de las decisiones y no el objeto de la explotación. El socialismo es el sistema en el cual a causa del desarrollo técnico se va a la reducción de la semana laboral, en vez de la extensión del tiempo de trabajo bajo la “flexibilización laboral”. El socialismo es una sociedad en donde no hay que luchar por el domingo libre, porque es normal que los fines de semana no se trabajen.

Socialismo significa educación gratis del grado más bajo al más alto, y gratis no significa que no tiene costo, sino que es cofinanciado por cuenta del Estado. El socialismo es una sociedad en la cual se pueden educar también los niños sin padres y no sólo los hijos de padres acaudalados.

El socialismo es una sociedad en donde la salud no es un privilegio de los ricos y la enfermedad un castigo para los pobres, sino una sociedad en la cual la salud es pública y accesible para todos. El socialismo es una sociedad en la cual no se va del trabajo a la tumba, sino a una merecida jubilación de la cual se puede vivir dignamente.

El socialismo no es una sociedad en donde la supuesta prolongación del ciclo vital es la excusa para postergar el límite de edad para jubilarse, sino una sociedad en la cual la explosión demográfica del último medio siglo es la razón para adelantar dicho límite, mediante la cual también se liberan puestos de trabajo para las generaciones más jóvenes…

Ahí está, eso es el socialismo en un par de líneas. El socialismo es una sociedad donde se vive del trabajo y no de las rentas, una sociedad donde la única fuente del bienestar es el trabajo y no las especulaciones en la bolsa o los juegos de azar.

El socialismo es una sociedad en la cual el agua, los bosques, el mar, las islas, los minerales o, por ejemplo, los ferrocarriles, son bienes públicos y no bienes que se den como concesión a los privados. El socialismo es, en fin de cuentas, una sociedad donde el Dinero, no es la única medida de todo valor, sino el Hombre y los valores humanos universales: la honestidad, la solidaridad, el compañerismo, el amor, la familia…

Eso es el socialismo, todo lo demás es algo adicional. El socialismo es como cuando se construye una casa: lo importante es poner los cimientos, después vienen los muros y el techo. Los derechos humanos, la sociedad multiétnica, la convivencia, el antifascismo y antimilitarismo (por no decir pacifismo), el “desarrollo sustentable”, todo eso es socialismo, pero todo eso viene al final como la fachada, como el parqué, el revestimiento y los muebles.

El socialismo no son las Grandes Ideas, sino los pequeños detalles. ¿Qué significa la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, sino Vivienda, Trabajo y Jubilación…?

Cuando limpiemos todas las Grandes Ideas (que casi siempre van acompañadas de frases grandilocuentes y demagogia hueca) de su cascarón metafísico, nos quedarán los pequeños detalles que hacen la vida.

* Periodsta, escritor y cientista social croata.
Artículo publicado en la revista
Novi Plamen (Nueva llama), Nº 12, julio de 2009.

 

También podría gustarte

Los comentarios están cerrados.