¿Y la paz? El declive del viejo mundo, la agonía de un imperio

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Las dificultades son muchas y andan sueltas, apenas hilvanadas por el fino hilo de la historia. Las cosas andan revueltas y parecería que tienen vida propia, siempre actúan desconectadas de las demás.  Sin embargo, las coyunturas históricas las unifican y les dan sentido: a) el fiasco de la Cumbre de Glasgow; b) el potente retorno de la energía nuclear; c) el agravamiento de los problemas migratorios; d) el conflicto Polonia/Bielorrusia; e) el anuncio de la llamada “brújula estratégica” de la política de defensa de la Unión Europea y, como colofón, f) una guerra entre Rusia y Ucrania.

Cada dato exigiría grandes explicaciones y análisis pormenorizados. ¿Qué les da sentido? Que el mundo, mejor dicho las relaciones de poder global se están modificando, que la decadencia del imperio estadounidense y la emergencia de China están generando una dinámica histórico-social que unifica procesos, que pone en crisis la globalización tal como la hemos conocido e impone cambios geopolíticos de enorme magnitud. A estas alturas sabemos que las enormes expectativas creadas enObjetivos de la COP26: superar el fracaso de la cumbre anterior y avanzar más allá del Acuerdo de París la Cumbre de Glasgow no se van a cumplir, porque en realidad, no había razones objetivas para pensar que las grandes potencias se pusieran de acuerdo en un tema como el cambio climático.

Por otra parte, bajo el manto del (neo)liberalismo ecologista, más o menos progresista, este da para lo que da y, desde luego, nunca estará a la altura de los desafíos de un futuro que se está organizando en el presente. La durísima competencia político-militar que vive el sistema-mundo, tiene en su centro la lucha los recursos naturales escasos y cada vez más caros. Por lo tanto, desligar el debate ecológico social de los problemas reales del poder lleva a la frustración, cuando no a la melancolía, la desilusión y la renuncia.

Porque en la política real los debates nunca se cierran. Y hoy vemos cómo la energía nuclear vuelve a estar en el centro de las discusiones. Muchos, ingenuamente, pensaban que este problema estaba en vías de solución. Pero nada es como parece. Gran Bretaña primero, después Francia y ahora claramente China apuestan por la energía nuclear y algunas importantes instituciones como la UE están discutiendo su posible (re)clasificación como renovables.

Sibilinamente se indica que la matriz energética del futuro será plural hasta el punto de que centrales de carbón que se iban a cerrar tendrán que seguir abiertas y, lo más significativo, que será necesario volver a poner en funcionamiento alguna de las ya clausuradas. Solo Alemania parece oponerse a estas posiciones en Europa, con el apoyo de algunos países como España.

No hace falta ser especialmente mal pensado para relacionar renovación y modernización de los arsenales nucleares con el plutonio como subproducto y combustible de las centrales de ciclo cerrado que tienen a Francia como gran productora.

Los problemas migratorios

Ucrania se prepara para una llegada masiva de migrantesLos hechos son tozudos: la emigración es para la Unión Europea un problema esencialmente geopolítico y, derivadamente, militar y de seguridad. Podemos seguir engañando y engañándonos, pero basta ahondar un poco en la realidad para tomar nota de que la política de la UE para África, en lo fundamental, es preventiva de la emigración, con una “defensa adelantada” establecida en el Sahel y con Marruecos como Estado-muro.

Ésto, dicho sea de paso, periódicamente lo recuerda la dinastía alauita con el uso del emigrante como arma de negociación política y económica. Y si de hipocresía se trata debemos recordar los debates contra el ministro italiano Matteo Salvini y la Liga Norte. Por ese entonces las democracias parlamentarias y monárquicas europeas, hablaron de crear un cordón sanitario que impidiera gobernar con él en Italia, porque los derechos humanos y la democracia estaban en peligro. Eso se decía con la pose de los momentos heroicos. Poco más de dos años después, todo ha cambiado.

Italia está gobernado por una coalición de todas las fuerzas políticas (incluido el partido de Salvini) y presidido por un nuevo césar, Mario Draghi. Solo Fratelli d’Italia ha quedado fuera. Sí, ha cambiado todo menos la política migratoria. Ahora todo se hace al modo europeo, es decir, fuera del debate público, en silencio y con la máxima reserva.

La guerra se venía venir… y llegó

Todo tiene un comienzo. La crisis migratoria en la frontera entre Bielorrusia y Polonia fue un punto de partida, y el conflicto migratorio se convirtió rápidamente en un problema político. Aunque una vez más se tiende a olvidar que el origen de estos desplazamientos en su mayoría están relacionados con intervenciones militares de la OTAN, de EU, de Francia, de Gran Bretaña, que han devastado países como Libia, Irak, o Siria y que han provocado la salida de centenares de miles de refugiados que buscan desesperadamente emigrar a un lugar seguro, especialmente a Alemania.

Las acusaciones de la UE contra el presidente bielorruso Alexander  Lukashenko no se hicieron esperar y fueron muy duras y lo convirtieron en una amenaza militar. Polonia fue aún más lejos y hablaba en esos momentos de la larga mano de Moscú, exigiendo solidaridad del resto de la Unión y un refuerzo de la OTAN en la zona. Mientras, los emigrantes al ser expulsados de Polonia y con Bielorrusia rechazando su reingreso, se encontraban varados en los fríos montes polacos donde varios murieron de hipotermia.

Y de estos nuevos vientos surgieron las viejas tormentas. Mientras la OTAN hablaba de agresión sin precedentes, la diplomacia moscovita insistía que se estaba llegando a un nivel que pone en peligro la paz en la zona. Hoy llegamos a donde aparentemente nadie quería; y la paradoja es grande, a más integración europea menos autonomía, menos capacidad para actuar como actor global y parte de este nuevo orden.

A pesar de tener toda la capacidad intelectual, los medios y mecanismos para establecer condiciones generadoras de paz, Europa da la impresión de que ha salido de la historia. Y salir de la historia es pasar de ser sujeto a objeto, masa de maniobra de las grandes potencias, y sufrir una vez más la guerra en su propio territorio. Mientras tanto allá del otro lado del Atlántico surge nuevamente la tortuosa historia de la humanidad, el declive de un imperio frente a la emergencia de una nueva potencia como China.

Arduos son los caminos de la paz y la seguridad, pero son objetivos esenciales para el desarrollo humano pues sin ellos difícilmente puede haber respeto por los derechos humanos. Este dramático contraste entre la teoría y la práctica entre el derecho y la vida cotidiana, no puede superarse tan solo mediante la gestión de los aparatos estatales y los organismos internacionales.

Sin duda se requiere además la participación de las ciudadanías y sus movimientos sociales -tanto en los espacios nacionales como en el escenario mundial- a fin de realizar las promesas contenidas en las declaraciones y convenciones internacionales en materia de derechos humanos. Con una sola bandera que ilumine los espíritus del raciocinio, la de la PAZ.

 

*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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