Adriano Corrales Arias* / Vicisitudes e historia de una revista

1.929

En el año 1994, ante la necesidad de abrir un espacio a las expresiones más auténticas de lo que entonces denominamos “culturas de frontera”, nació la revista Fronteras en la Sede Regional San Carlos del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Lo que sigue es la bitácora de un interrumpido viaje de lo académico a lo popular y viceversa.

 

Prolegómenos
Dos años antes habíamos iniciado la recopilación de material recogido en diferentes investigaciones que pretendían indagar y comprender la realidad histórica y sociocultural de la Región Norte de Costa Rica (Rodríguez-Corrales: 1996). A partir de ese material y del examen y confrontación con otros textos y experiencias, reflexionamos sobre las características socioculturales más sobresalientes de la Región Norte, así como sus relaciones con otras regiones y zonas del país y de más allá.

 

El perfil fronterizo de la extensa Región Norte costarricenses (Upala, Los Chiles, Guatuso, San Carlos, parte de Tilarán, San Ramón, Zarcero, Grecia y Sarapiquí), nos enfrentó a una compleja red de intercambios y trasiegos históricos y culturales. Fuimos detectando, por ejemplo, que el apelativo político-administrativo de Región Huetar Norte no se ajustaba a su diversidad originaria, debido a la pluralidad de grupos étnicos asentados o en movimiento, en la oscura noche precolombina (Votos, Ticis, Corobicíes, etc; Ferrero: 2000: 135).

 

Aquéllas incipientes reflexiones y esos pequeños descubrimientos, nos condujeron a la consulta bibliográfica ampliada y a reconocernos en otros ámbitos donde la colisión cultural y el encuentro de prácticas socioculturales diferenciadas, estaban modelando una nueva y variada manera de encuentro (¿hibridación?) cultural.

 

Ese reconocimiento nos llevó inmediatamente al amplio espectro de las culturas populares como marco heterogéneo que en regiones «fronterizas» mantiene un dinámico intercambio con otras regiones, pues está cotidianamente apropiándose de elementos que en principio le son ajenos.

 

La gestación de esa reconceptualización que todavía no se agota, ni mucho menos, nos planteó la perentoriedad de publicar lo hasta entonces rumiado, para compartirlo con otras regiones y centros culturales. Pero precisábamos de una herramienta que no fuese meramente académica por sus limitaciones de circulación, ni tampoco un órgano masivo y populista, al estilo de muchas publicaciones sensacionalistas o folclorizantes. Urgíamos de un medio que, sin perder el rigor académico en el tratamiento de sus contenidos, utilizara un lenguaje gráfico y periodístico capaz de ser reconocido y asimilado por amplios sectores. Buscábamos un equilibrio justo entre la publicación especializada y la revista popular. Así «montamos»
lentamente lo que luego se conoció como Revista Fronteras.

 

Una tentativa fronteriza más allá de la frontera

 

Sin embargo, muy pronto, inmediatamente después de la primera edición, percibimos un espacio abierto para un modelo de comunicación mucho más amplio del que habíamos imaginado. Nos percatamos que a nivel nacional ninguna publicación se había planteado el fenómeno de las culturas populares desde nuestra perspectiva. Existía, a todas luces, un inmenso territorio baldío en el campo de la comunicación cultural escrita, desde lo popular y marginal, que no han ocupado ni los medios especializados ni los suplementos folklórico-turísticos de los grandes productores de la cultura de masas o masiva.

 

De repente comprendimos que ya no seríamos solamente un medio de difusión regional, sino un instrumento de promoción cultural a nivel nacional. Por eso nos desplazamos a otras regiones y abrimos el abanico de nuestras secciones, con la certeza de que la cultura popular es una expresión viva con relaciones e intercambios en otros ámbitos, y que, como tal, debe tratarse periodísticamente.

 

Afinamos entonces la plataforma de contenidos para indicar que no bastaba con la sesuda síntesis del proyecto de investigación, destinada más a la consecución de un reconocimiento académico o burocrático que a la devolución de una experiencia, o testimonio, a sus verdaderos protagonistas, mucho menos la crónica periodística superficial y anodina. Desterramos de una vez por todas las odiosas prácticas del «huaquerismo” cultural y académico, así como la no menos dañina y enajenante línea de algunas publicaciones folclorizantes que manosean las culturas populares con sus lentes y plumas orientadas a la compra-venta de nuestras comunidades.

 

Poseíamos suficiente claridad en cuanto a que no pretendíamos realizar arqueología folklórica ni antropología mercantil, mucho menos sociología «light», adornada con ranchitos de tejas o bailarines y copleros descontextualizados. Al contrario, ambicionamos convertirnos en un puente para las aspiraciones más profundas de nuestras “gentes sencillas” y sus principales expresiones artístico-culturales, tratando de conectarlas a otros campos de producción artístico-cultural más “profesionales”, pongamos, así como con la academia.

 

Además del énfasis antropológico, histórico y sociológico, nos fuimos abriendo a otros espacios y disciplinas como los de la literatura y el arte en general. Por otro lado, iniciamos la recepción de colaboraciones provenientes de distintos países centroamericanos, más tarde latinoamericanos y por último europeos, a los cuales, imprevistamente, fue llegando la revista gracias a amigos y colaboradores. El proyecto se amplió.
(La revista hasta su última edición, la número 15, sostenía canje e intercambio con más de 100 publicaciones, organizaciones e instituciones solamente en América Latina).

 

En las fronteras de la aldea globalizada

 

Como señalamos, la revista, en principio, nació como un proyecto de extensión del Área de Culturales de la Sede Regional San Carlos del Instituto Tecnológico de Costa Rica, apoyado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión. Sin embargo, my pronto debimos negociar con las autoridades de la Sede regional para obtener un pequeño presupuesto que le permitiera permanencia y periodicidad a la publicación, dado el alto costo de la edición y del cese de ayuda por parte de la Vicerrectoría. Lo logramos y pudimos, a partir del año 1996, editar un número semestral, aunque a veces no con la regularidad que quisimos.

 

En el año 2002 se me trasladó al Centro Académico de San José, en barrio Amón y, por supuesto la revista también como parte de mi responsabilidad y carga académica, dado que se consideraba un proyecto de extensión institucional. Entonces dos o tres excompañeros del Departamento de Vida Estudiantil (DEVESA) de la Sede Regional San Carlos del ITCR, donde se había inscrito la revista administrativamente, plantean y proponen “regresarla”.

 

La propuesta no empleaba argumentos de fondo, siquiera una crítica profunda al contenido y/o a la línea editorial, mucho menos una contrapropuesta conceptual o de diseño, por lo que bien podría pensarse que, más que apoderarse de la dirección de la misma, o además de eso, deseaban torpedear y destruir una publicación, al menos en su formato y perspectiva de espacio cultural de encuentro, perfilada para las culturas populares y las expresiones artístico-literarias alternativas y dignas de difusión en Centro y Latinoamérica.

 

Desafortunadamente los excompañeros se salieron con la suya y lograron que el presupuesto destinado a la producción de la revista se quedara en aquél departamento donde, dicho sea de paso, no se pudo, hasta ahora, levantar ninguna publicación cercana o análoga a la que nosotros habíamos concebido. Por suerte logramos quedarnos con elnombre y el concepto de la publicación, pero hasta ahora no pudimos conseguir el presupuesto idóneo para relanzar la revista en su segunda etapa.

 

Por esa razón, este artículo, revisado y ampliado, es una suerte de “cierre” de tan estimada publicación.

 

Por lo demás, continuamos con el proceso de gestión cultural, de colaboración y de investigación que habíamos levantado alrededor de la revista. Porque se debe subrayar que Fronteras no era solamente una publicación. En su ascendente trayectoria se convirtió en un espacio de encuentro cultural, regional y latinoamericano.

 

Así, a partir de ella se organizaron los Congresos Nacionales de las Culturas Populares (cuatro en total); se crearon los Encuentros Centroamericanos de Poetas y Escritores Centroamericanos, más tarde Encuentro Internacional de Escritores (Originalmente de Nicaragua y Costa Rica; cuatro en total: dos en Costa Rica, uno en Nicaragua y otro en El Salvador, hoy con permanencia en nuestro país y con asiento en el Centro Académico de San José del ITCR; pero lastimosamente también “cerrado” por ausencia de presupuesto); los Miércoles de Poesía (actualmente en desarrollo en la Casa Cultural Amón del Centro Académico de San José), entre otras iniciativas.

 

Igualmente se realizaron coediciones y coproducciones como la Antología Poesía de Fin de Siglo: Nicaragua Costa Rica, con financiamiento de la UNESCO e instituciones ticas y nicas, los Cuadernos de la Cultura Popular con el Centro Cultural Español y la Cooperación Iberoamericana, la Memoria del II Encuentro de Poetas Tico-Nicas: La Frontera, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión (VIE) del ITCR, y la Antología de poesía contemporánea costarricense, Sostener la palabra, financiada por la Casa Cultural Amón, entre otras publicaciones. De tal modo que Fronteras es un espacio sociocultural que trasciende sus propias fronteras, mismo que ha costado sostener y posicionar en el ámbito nacional, centro y latinoamericano, debido al escaso margen de maniobra que permitía su exiguo presupuesto, así como la incomprensión de colegas y de autoridades universitarias.

 

La resistencia posible

 

Estamos en las fronteras de una modernidad que se muerde la cola y de una posmodernidad que no despega. El capitalismo tardío, globalizado bajo la égida neoliberal, se enrumba hacia una crisis sin precedentes y sin salidas previstas. La crisis se generaliza y deviene en una crisis epistemológica donde los saberes se entrecruzan y exigen nuevos paradigmas para reinterpretar una realidad cada vez más cambiante. La ciencia y la tecnología se diluyen en una competencia sin cuartel por acaparar mercados y por coadyuvar a los diversos polos del poder planetario. Pareciera que nos quedamos sin rumbo y que las certezas nos abandonaran.

 

Lo que parece estar claro es que en el grotesco proyecto neoliberal de liberalización económica y privatización de las instituciones públicas implementado por el capitalismo hegemónico, hace aguas. Por eso un espacio como el que propusimos desde nuestras páginas no deja de ser una rareza periodística por su carácter popular e independiente en un mundo marcado inexorablemente por la oferta y la demanda y los circuitos de producción ideológica y distribución mercantil. El intento, cada vez más asfixiante, de autofinanciar una publicación como la expuesta, o de buscar apoyo financiero en la academia y en otras instituciones, no se podría entender sin una visión de resistencia cultural.

 

Frente a la reestructuración económica de la globalización neoliberal, que ha venido dislocando el imaginario que identifica y le da continuidad histórico cultural a diferentes grupos, comunidades y regiones culturales, una publicación como Fronteras debe responder como instrumento de convergencia cultural a partir de de las fortalezas de las culturas populares y sus especificidades. Eso significa, ya no solo una tarea de defensa de nuestro patrimonio, sino un acto de resistencia ante una telaraña de enganches artificiales proveniente de una realidad impuesta por la mercadotecnia y la fanfarria comercial.

 

Pero la resistencia no debe ser frente a la intensificación transnacional del comercio y la tecnología liviana de los bloques económicos centrales, sino a partir de la apropiación de algunos recursos provenientes de las metrópolis, para revertir el proceso de imposición cultural, al menos en el terreno de la memoria y el testimonio, sin olvidar, por supuesto, su carácter de promoción cultural y de contrapuesta. Si la globalización es un proceso asimétrico, como lo plantea el pensador Helio Gallardo (1996), y nosotros estamos siendo globalizados, nuestra resistencia posible tiene que ser compensatoria, es decir, debe traducirse en construcciones poéticas o semióticas que no solo expresen las angustias de nuestras comunidades ante el sentimiento más o menos confuso de no tener porvenir, sino también su capacidad de «imaginar» ese porvenir.

 

Nuestra resistencia debe ser el espacio donde la imaginación transformadora sea la proyección de nuestra identidad con todas sus discontinuidades y contradicciones. Si la cultura es específica y nos señala el sitio en que estamos para convertirnos en sujetos, es desde esa especificidad que la resistencia posible adquiere validez en tanto compromiso ético en una lucha ideológica que va más allá del centro y la periferia. Es desde el aquí y el ahora que debemos repensarnos y sentirnos para concebir una Latinoamérica (Abya Yala) otra.

 

Solamente con ese compromiso epistemológico, ético y poético (de poiesis), es decir creativo, se podrá forjar más espacios y herramientas para conjurar la angustia de un mundo unipolar y uniformizado (totalitario) que amenaza devorarse a sí mismo, al planeta y a su diversidad cultural y ecológica.

 

Las fronteras temporales

 

Estamos en los inicios de un siglo y de un nuevo mileno. El carácter fronterizo de una economía global que ha provocado movimientos migratorios desconocidos hasta ahora, sigue ubicándonos como periferia del milagroso mercado. Ese crecimiento/derrumbamiento de las fronteras temporales y económicas está integrando la miseria y profundizando un sincretismo epistemológico, ético y cultural nunca antes visto. Con la exacerbación del nacionalismo, el racismo y otros istmos bastardos de la
xenofobia y la intolerancia política e ideológica, estos inicios de siglo arremeten vertiginosamente contra las culturas populares y sus portadores propiciando una cultura masivamente trivializada e impuesta a nivel transnacional.

 

Es entonces desde nuestros tiempos y desde nuestras especificidades que debemos replantearnos la aldea con todas sus contradicciones. Para reconocernos en los otros y en el maremágnum universal, debemos reforzar la imagen de nosotros mismos y de nuestra historia personal y comunal. Esa imagen colectiva pasa por la recomposición de la producción, distribución y asimilación dialógica de nuestro quehacer y el de los demás. En esa reproducción constante y emergente de imágenes y contraimágenes, es preciso un instrumento que las organice y las retorne creadoramente para reconocernos y confrontamos históricamente.

 

Fronteras, ya no tanto como publicación sino como concepto y brújula, pretende, hacer un sencillo aporte a esa inmensa tarea de espejos en un tiempo que debe ser todos los tiempos. Por eso Fronteras continuará residiendo en un límite incierto, en un apostarnos al encuentro dentro de la diversidad. Será una trasgresión a la aldea globalizante y globalizada para repensar nuestra cultura y la de los otros desde nosotros mismos.

 

Fronteras es una línea abierta a nuestros sueños y a nuestras carencias, una página en blanco para la memoria y el porvenir.

 

Bibliografía consultada

– Aínsa, Fernando. «La frontera. Límite protector de diferencias y espacio de encuentro y transgresión”. Seminario Taller celebrado en la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica, 1994.

– Corrales Arias, Adriano. «Culturas de frontera en las Fronteras de la cultura”. En Culturas, identidad y ciberespacio, Heredia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional, 1998.

– Fábregas Puig, Andrés. «El concepto de Frontera en la Frontera Sur”. Tuxtla Gutiérrez, México. Instituto Chiapaneco de Cultura, 1994.

– Ferrero, Luis. Costa Rica precolombina. San José, Editorial Costa Rica, 2000.

– Gallardo, Helio. «La coyuntura política costarricense: El Pacto de los “Junior”, San Carlos, Revista Fronteras, Edición No. 3, 1996.

– Rodríguez Barrientos, Francisco. Región, identidad y cultura. San José, Ediciones Perro
azul, 2001.

– «Las festividades religioso – populares de Ciudad Quesada”, Mimeógrafo, Santa Clara, San Carlos, I.T.C.R, 1991 – 1995.

– «Una aproximación a la conformación de San Carlos como región histórica, económica, política y cultural». Santa Clara, San Carlos, I.T.C.R. Dpto. de Ciencias,
1996.

– Rodríguez, Francisco, Corrales, Adriano. “Regiones, cultura e identidad en Costa Rica, (propuesta para un curso)”. Mimeografiado. Santa Clara, San Carlos, I.T.C.R., 1996.
——
*Escritor.

 

Addenda
El cierre de la revista Fronteras se concretó tras un no breve asedio financiero y burocrático; en junio de 2005 en la revista Piel de Leopardo —integrados sus contenidos a este portal— Adriano Corrales puntualizaba algunos de los argumentos que desarrolla en el artículo precedente — que se pueden leer aquí.

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