Arancel Externo Común en el Mercosur: Momentos de definición

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Pablo Ramos*
 
Brasil impulsa la resolución de temas irresueltos dentro del bloque. Pero pudieran surgir viejos problemas que fueron aplazados siempre hacia el futuro. 

Brasil se encuentra empeñado en consolidar su rol de potencia regional, de voz sudamericana, de líder del Grupo de los 20 (G-20). Al respecto, y en ejercicio de la presidencia pro tempore del Mercado Común del Sur (Mercosur), Brasilia manifestó su intención de cerrar el acuerdo del bloque para eliminar el doble cobro del Arancel Externo Común (AEC) y resucitar la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMS).

El primer punto, la aplicación de un único AEC en el bloque integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, lograría que el Mercosur pase de unión aduanera imperfecta (estado actual) a un verdadero mercado común, donde hay un único arancel para los productos extra-zona y dentro del bloque los bienes circulan sin restricciones.

El segundo punto, es decir, la posibilidad de alcanzar un acuerdo en el marco de la OMC para liberalizar el comercio internacional (¿existirá todavía la Ronda de Doha?) se refiere al rol de líder del G-20 de naciones de desarrollo medio, importantes productores agrícolas pero con un sector industrial sustancial.

El G-20 es un cártel que integra a naciones como China, India, Brasil, Australia, Argentina, Sudáfrica y otras. En el seno de la OMC en Ginebra, se conformó como grupo antagónico al bloque de las potencias económicas (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón). Brasil defendió allí los intereses de este conjunto con firmeza en un principio, pero luego cedió posiciones ante los poderosos, y gracias a la oportuna intervención de Nueva Delhi no se alcanzó el acuerdo que abriría nuestras economías pero mantendría cerrada las de las potencias.

Sucede que Brasil alcanzó cierto grado de desarrollo económico que ya no se encuentra en un plano de igualdad con sus compañeros de bloque. Los elogios llueven sobre la administración del presidente Lula da Silva, su comercio exterior crece en forma sostenida y se diversifica, la clase media es mayoría por primera vez en la nación lusoparlante, sus empresas invierten en el exterior y se convierten en multinacionales, encuentran vastos yacimientos de hidrocarburos bajo el mar… y no regalan los recursos naturales a los extranjeros.

En este escenario, a Brasil le queda chico el Mercosur. El intercambio con Argentina le resulta beneficioso; de hecho, el comercio bilateral cuando termine 2008 va a alcanzar los 30.000 millones de dólares según la tendencia. Una cifra nada despreciable, pero que ya no va a crecer a tasas de dos dígitos.

La clase empresaria en Brasil quiere expandir sus negocios por el mundo, y para muchos el Mercosur es un impedimento. Los ricos de Morumbi (el barrio más opulento de San Pablo) ven a sus socios menores como mochilas que impiden el despegue del Brasil potencia. Y esa presión llega al Planalto y lo impulsa a buscar nuevos acuerdos de acuerdo a la nueva realidad brasileña.

Pero si establecemos que a mayor población mayor complejidad social, sus 183 millones de habitantes significan –de acuerdo a este poco científico apotegma- un laberinto de compleja resolución.

Esta contradicción se manifiesta en aquellos sectores que Brasilia quiere mantener protegidos. La prensa hegemónica nos muestra al empresariado de la nación vecina como pujante, abierta y sin temores a los desafíos ni a la libre competencia. Por eso busca la liberalización de los sectores automotrices y autopartistas, electrónicos e informáticos, vestimenta y calzado. Pero a su vez se niega a ceder terreno en algunos sectores agrícolas.

Ese mismo empresariado no quiere que Argentina pueda exportar harina de trigo, ya que quiere proteger a sus propios molinos. Los productores de este lado de la frontera son muy eficientes en este rubro, ya que el país es el segundo exportador mundial de este alimento, pero en poco tiempo podría alcanzar el primer lugar.

Tampoco son muy reacios en Brasil a la llegada de vinos argentinos. Nuestro país es un gran productor vitivinícola y que no alcanzó aún su techo, mientras que la nación brasileña tiene un sector que crece en cantidad y calidad pero que se ve superado por los productos de la región de Cuyo. Por este motivo, el secretario de Desarrollo de ese país, Ivan Ramalho, dijo en Buenos Aires la primer semana de agosto que "la Argentina no tiene necesidad de vender a Brasil los vinos de valor más bajo". Una postura muy contraria al libre comercio.

El establecimiento de un AEC establecería reglas de juego claras. Los productos provenientes de fuera del Mercosur pagarían un único arancel, a la vez que no se cobraría nuevamente impuestos al pasar ese bien de un país a otro dentro del bloque. Esto generaría a su vez una única renta aduanera, y con ella, un nuevo tema de discusión: qué hacer con ella.

Indumentaria y calzado, electrodomésticos y electrónicos, automotores y autopartes, harina, vinos son temas pendientes de resolución entre Brasilia y Buenos Aires. En todos estos rubros existen excepciones o postergaciones. Desde cuotas, limitaciones voluntarias hasta postergaciones. El comercio de autos debiera liberarse completamente para 2013, aunque no debemos descartar una nueva postergación.

No obstante las pretensiones de Brasil, si se avanza en un bloque más abierto al mundo, también provocaría nuevas quejas de los empresarios industriales brasileños. En la actualidad, China desplazó a Brasil como proveedor de Argentina en electrodomésticos y máquinas-herramientas. De “abrirse al mundo” el Mercosur, la invasión oriental sería mucho mayor, y el establishment lusoparlante considera al bloque como terreno propio sin competencia externa.

El Mercosur que deseamos se va a concretar sólo con decisiones estratégicas. El área de libre acción para las trasnacionales puede tener ventajas coyunturales, pero sólo el verdadero desarrollo económico va a permitir que nuestras poblaciones puedan superar el atraso histórico.

En este sentido, no importa tanto el “qué” se proponga, sino el “cómo”. Las decisiones que se tomen en los próximos meses van a tener consecuencias trascendentes en un sentido u otro.

Desarrollo o atraso… esa es la cuestión.

*Publicado en APM

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