Argentina. – DOCTOR FAUSTO SE ESCRIBE CON K

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace años dejé de leer los artículos y libros de Carlos Escudé, doctor en Ciencias Políticas por las criollazas universidades de Oxford y de Yale, ganador del premio Bernardo Houssay (sólo apto para los «civilizados»; vedado a los «bárbaros» como nosotros) y becado por la Fundación Fullbright, por la Fundación Social Research Council y por la Fundación Guggenheim. En resumen: un gran patriota anglosajón.

Si alguien tiene dudas de ello recuerde que, en 2002, cuando las papas quemaban, Escudé, invitado por los Rodríguez Saá a clausurar un Congreso de Educación Peronista (¡!), o mejor dicho «peronista», propuso que San Luis –ya que era una provincia ejemplar– debía separarse de la Argentina y anexarse a Chile junto con Mendoza. Igual aventura propuso para Río Negro, Neuquén (la de Sobish) y Chubut, ya que eran ricas en petróleo.

En 1986 leí La Argentina vs. las grandes potencias, su primer libro, editado por la Universidad de Belgrano, la de Avelino Porto –el candidato mimado de Carlos Menem para representar al peronismo, o al «peronismo», en la Capital Federal–, y promocionado por Carlos Floria, el cerebro gris de la revista liberal-católica (¿?) Criterio.

En 1992, debí leer (un político argentino, es decir nacional, debe saber qué piensa el enemigo anglosajón) Realismo periférico, editado por la multinacional Planeta (lo subieron de categoría).

En ambas obras, al parecer escritas por encargo anglosajón, Escudé desarrolla una peregrina tesis:

Nuestra desgracia es que, ¡desde Roque Sáenz Peña hasta Yrigoyen y Perón!, hemos desobedecido al Imperio de turno –siempre anglosajón, claro está.

Algo parecido sostuvieron los Cuatro idiotas: los peruanos Mario y Álvaro Vargas Llosa, el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza y el cubano de Miami Carlos Alberto Montaner –criados por Dios para que ellos se junten a escribir en La Nación de los Mitre-Saguier–, que dieron a luz el Manuel del perfecto idiota latinoamericano hace una década. Ese libro fue calurosamente alabado y recomendado por Menem, ¡como correspondía!

Según estos verdaderos idiotas, nosotros somos unos perfectos «idiotas» porque nos empecinamos en desobedecer a EEUU. Fue la época en que les respondí con mi libro Retrato de 4 idiotas latinoamericanos, pues los idiotas eran ellos y no nosotros.

A pesar de todo, seguí leyendo los trabajos de Escudé, hasta que mi salud mental y mi estómago –un político nacional debe tenerlo de paredes muy resistentes,.. pero no tanto– me aconsejaron abandonar esa insalubre tarea. Fue cuando leí en el diario Info-BAE (en aquel tiempo, de propiedad de Daniel Hadad) una nota suya, en la que criticaba a los israelíes por ser tan blandos con los palestinos.

El error de Israel, decía Escudé, es matar diez o veinte palestinos por vez, con lo cual sólo logra aumentar el número de terroristas (se trataba de los adolescentes de la Intifada, que «atacaban ferozmente» a los tanques sionistas con piedras y gomeras).

Su consejo era bien claro y preciso:

Israel debe tirar una bomba atómica en Gaza, para matar en un solo minuto al menos un millón de palestinos y liquidar así definitivamente el peligro terrorista.

Me pareció indispensable presentar una denuncia penal por apología e incitación del delito. La hice. El vicedirector de Info-BAE, un destacado sionista y socio de Daniel Hadad en ese diario, cuyo nombre no recuerdo, me llamó por teléfono acusándome de antidemocrático, por oponerme a la libertad de prensa.

Impulsé la denuncia contra Escudé durante dos o tres años. Todo fue inútil, el juez federal del caso no tuvo tiempo para atenderla.

Con ese importante currículo, o prontuario, a nadie puede extrañar que, desde hace varios años, Escudé sea uno de los editorialistas preferidos del diario La Nación. Se lo ha ganado en buena ley: apoya la obediencia ciega al Imperio de turno, y justifica y defiende a los sionistas israelíes aconsejándoles matar a un millón de palestinos –los gauchos modernos, «cuya sangre sólo sirve para abonar la tierra»–. Además, está custodiado y recomendado por expertos anglosajones.

La Nación no podía despreciar sus enseñanzas.

Hace poco el diario de las familias Mitre y Saguier (o quizás Saguier y Mitre) publicó una nueva nota de Escudé, en su página de Opinión, titulada Tiempo de autocrítica. La vi aunque, siempre en resguardo de mi salud mental y de mi mucosa gástrica, decidí no leerla. Pero mi amigo Heriberto Maruzza, de cuyo olfato político no dudo, me llamó para sugerirme su lectura. La leí.

Escudé hace en ella una humilde autocrítica por haber atacado a Eduardo Duhalde en 2002.

«Ese ataque mío fue una injusticia patética y una canallada», confiesa, «porque Duhalde (al renunciar a la presidencia) salvó a la Argentina de una violenta anarquía y rápidamente pasó la posta (a Kirchner).

«Optó por el bien de su patria, al revés de lo que hizo Perón desde el exilio». Por lo visto, el pecado-delito de Perón fue no permitir que las dictaduras militares de Aramburu- Rojas y de Onganía-Lanuse siguieran gobernando. Como se murió antes, no pudo cometer el pecado-delito de luchar contra la dictadura militar de Videla-Massera. ¡Menos mal!

Pero el de Duhalde no es un caso único. «(Ahora) el más exitoso mandatario de las últimas décadas ha renunciado voluntariamente a una segura reelección y dejó los frutos de su éxito en manos de su mujer».

No vale la pena transcribir las melosas alabanzas que Escudé (el que recomendaba a San Luis, Chubut, Río Negro y Neuquén separarse de la Argentina, el que nos aconseja la obediencia acrítica al enemigo anglosajón, el propulsor del genocidio de palestinos a manos de Israel) dedica al matrimonio Kirchner en esa nota de La Nación.

A Menem llegaron a coronarlo como el mejor alumno del FMI. A Kirchner lo han consagrado ahora como el primer presidente que disminuye la vergonzosa brecha entre ricos y pobres, cuando hasta el INDEC de Guillermo Moreno ha debido reconocer que ese índice de mal agüero aumentó en los últimos cuatro años, a pesar del crecimiento del PBI.

Lo que ocurre es que Kirchner es hoy funcional a los amigos de Escudé, quienes le cobraron las alabanzas por anticipado.

Para ser reconocido como el mejor alumno del FMI, gozar de la amistad de Bush padre y perpetrar sus alegres transgresiones –a la moral y a la lealtad a su patria y a su ideología política–, Menem debió obedecer al Consenso de Washington y cerrar la boca y los ojos ante el saqueo a la nación y la muerte de su propio hijo. «Fue un accidente», dijo Carlos Saúl, cuando la mamá de Carlitos y los orificios de bala del helicóptero del muchacho gritaban a los cuatro vientos que aquel crimen fue un accidente al mejor estilo de la mafia.

Para lograr el apoyo del «lobby» anglosajón-sionista de hoy, Kirchner está pagando un precio que puede ser tan o más nefasto para la Argentina que el abonado por Menem hace una década larga.

Una parte del precio ya fue pagada en la ventanilla de INTERPOL: hay cinco iraníes, al parecer inocentes, cuya captura internacional fue exigida por EEUU e Israel, pedida por la obediente Argentina a INTERPOL, y aceptada bajo coacción por 78 países. A las consecuencias de tan grave como irresponsable paso sólo las conocen EEUU e Israel. Nuestro matrimonio presidencial quizás no tenga idea alguna del berenjenal en que nos ha metido (o quizás sí la tenga).

Por ahora, goza de su merecido premio: Escudé, en el diario de los Mitre-Saguier, ha proclamado que Kirchner es un gran patriota, a diferencia de Perón que no dejó gobernar a las dictaduras militares amigas de la dupla norteamericana-israelí.

Pronto pagaremos la segunda parte del precio estipulado por la nota de Carlos Escudé en La Nación: el gobierno de los Kirchner ya ha aceptado la exigencia de EEUU y del Club de Paris de acordar previamente con el FMI si queremos arreglar la deuda argentina con este último. La libra de carne será pagada religiosamente también.

Y el broche de oro: Héctor Timerman, nexo imprescindible entre Cristina de Kirchner y el sionismo mundial, será embajador en EEUU, o el nuevo ministro de Relaciones Exteriores. Conviene recordar que Héctor Timerman, junto con su padre Jacobo Timerman y desde el diario La Opinión, apoyó abiertamente el golpe militar del 24-3-76. Y, para darles una mano más a los golpistas, editaron el vespertino La Tarde desde 15 días antes del cuartelazo genocida. Así se mantuvieron al servicio de Videla y Massera durante al menos un año, cuando todos sabíamos ya que había miles de desaparecidos.

El idilio de ambos Timerman con los golpistas genocidas terminó cuando éstos descubrieron que buena parte de la fortuna de los Montoneros era administrada y manejada por los dueños de La Tarde. Jacobo fue a la cárcel, pero por pocos meses: la directiva del sionismo internacional presionó lo suficiente como para que los omnipotentes militares del Proceso lo liberaran, el cual, desde entonces, y junto con su vástago, se transformó en un líder de la lucha por los derechos humanos.

Hoy, en vísperas de ser embajador ante el imperio, o Canciller de la Argentina maniatada, hay gente que ha recordado aquellas andanzas del hijo y el padre Timerman. Pero no pasará nada. La señora Carloto, que tantos méritos supo ganar en los años pasados por su lucha para ubicar a los nietos de los desparecidos –tarea en la cual alguna vez pude ayudarla un poco–, ha salido hoy en defensa de Timerman hijo:

«Héctor tuvo ese desliz sólo durante un año, y con ello no hizo daño a nadie», declaró, pública e insólitamente, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo.

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También esto tuvo su precio, como todo en política: la señora. Carloto, según se ha demostrado fehacientemente, recibe una muy jugosa subvención (entre tres y siete millones al año) del gobierno K, para solventar su búsqueda de nietos desaparecidos –momentáneamente suspendida debido a las nuevas tareas que le ha encomendado el pagador de tal subvención–. Ahora la señora Carloto es la encargada de defender al candidato del sionismo internacional para que pueda ocupar un sillón en Wáshington o en el Palacio San Martín, a pesar de su inocente e inofensivo desliz juvenil con el que ayudó a asesinar a miles de argentinos.

Doktor Fausto se escribe hoy con K de Kirchner. Mefistófeles, con S de sionismo. Goethe (el del libreto) con B de Bush, y Gounod (el de la música) con Sh de Sharon.

«La comedia è finita» y ahora se sacarán la máscara.

La Argentina deberá recuperarse en 2011 si quiere sobrevivir como nación y como pueblo libre. Roguemos que así sea.

Buenos Aires, noviembre de 2007.

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* Abogado y político.

jglabake@telviso.com.ar.

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