Batida de caza en Bagdad

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RW

Como un juego. Breve. Muy beve. No verá lo que sugieren ocurre según las fotos que ilustran el texto. ¿Para qué?: las adivinará. Sabrá que están ahí. Del mismo modo en que un mal sueño que se olvidó a veces asoma en plena vigilia. Del mismo modo. Sólo que no se trata de un sueño. Ni de un juego virtual. Porque la realidad no imita al arte. Está ahí afuera, y no en alguna parte: en Bagdad.
 

He aquí un pequeño filme que hurga en las verdades, en la historia del alrededor; en este caso el alrededor es Iraq. Y lo hace sin rostros humanos. Tras ver los poco más de tres minutos de este filme se diría que ni siquiera se refiere a seres humanos lo grabado.

Y tal vez no lo sean: son probablemente "contractors", suerte de sub contratados para contribuir a ganar una guerra perdida de antemano, asesinos que alfombran su derrota –o la bordan con sangre y carne sanguinolenta–. A balazos, impunemente.

Pensará tras ver lo que se nos presenta que la otra cara de la prisión-centro de torturas de Abu Grahib es mucho peor que su "cámara de interrogatorios". Por último porque aquella destruye los seres humanos de a uno por vez, y los patrullajes no se fijan en el número de los que caen.

O sí: llevan la cuenta como si al final de la jornada la presentaran para cobrar un premio. Cualquiera, quizá una cerveza que les apetezca a los muchachos, una cerveza de la patria lejana.

Como en Crash, la novela de Ballard, el juego consiste en bordear la muerte antes de expresar el corazón en tinieblas –o quizá para que se pueda expresar. Pero Ballard escribió sobre del regusto por el desafío en el propio cuerpo, los héroes de Batida de caza en Bagdad eligen la muerte ajena.

Ballard escribió una fábula sobre la épica personal en una civilización condenada; este filme se refiere a los que sellan esa condena.

La muerte ajena y gratuita, sobre todo gratuita, y fría, feroz, implacable. Lástima que no se escuche la risa alegre, plena, de estos muchachos pretores del que iba a ser el "siglo americano". Imagínelos por las autopistas de Caracas, de São Paulo, por la 9 de Julio en Buenos Aires, encaramándose por El Alto, sudando en una ciudad centroamericana…

En fin: una juventud para querer. Y una cultura para imitar. ¿Ampliamos los TLC? No habrá happy end.

Dirá Mazzucco: "Quizás el único esfuerzo que aún nos resta por hacer es el de aceptar de una vez por todas con qué tipo de personas hemos elegido aliarnos y preguntarnos qué precio nos hará pagar la historia por esta abominable elección".

Duración: tres minutos veintinueve segundos.
En el acervo de http://es.arcoiris.tv por gentileza de www.luogocomune.net

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