»Carta de navegación». – MAMÁ OCA QUIERE LEVANTAR EL VUELO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No le falta coraje –es menester reconocerlo–a Michelle Bachelet; tampoco ha olvidado el programa de gobierno que prometió a sus conciudadanos. Sin embargo la lectura de su mensaje al Congreso recordó la vieja canción ranchera que hace décadas cantó Pedro Infante (quizá en Chile se escuchen más rancheras que en México), dos de cuyas estrofas son la –acaso necesaria– introducción a este artículo.

Asumió el mandato popular la actual presidenta de Chile en un país trizado por las consecuencias del pasado reciente –la dictadura, la incapacidad de la coalición gobernante de reparar el tejido social, la ceguera de a quienes en Chile se ha dado, y no incorrectamente, por llamar «poderes fácticos»–. Contra todo viento los chilenos eligieron hace poco más de dos años refugiarse bajo las alas de una mujer, pensando que, a despecho de pertenecer ella a la Concertación, podría dar un golpe de timón a los agotados y traicionados contenidos de la larga lucha contra la dictadura.

En la literatura esotérica y en la cultura de los pueblos existen dos aves convertidas en mito. La alquimia recoge la leyenda del pelícano, que se abre el pecho para dar de beber su sangre a sus polluelos. Los pueblos suelen hacer de la oca un ejemplo de cuidados maternales. Chile eligió a una mamá oca; en el delantal blanco de la médica quiso encontrar consuelo y justicia. Le quedan dos años para saber si hizo bien o si fue engañado y se equivocó otra vez.

Desde luego –también es preciso reconocerlo– Bachelet llega a una presidencia, por así decirlo, que ha sido emasculada: cuatro años de mandato sin posibilidad de reelección. Nadie termina de comprender tamaña necedad; decir que fue el producto de una «piteada» de los legisladores no basta, si los legisladores «pitean» seguro que lo hacen con la buena. Es otra explicación que el sector dirigente debe al país. Y que no piensa dar.

Lo concreto es que las buenas intenciones –esas piedras que pavimentan la entrada al infierno– de mamá oca se estrellan y vuelven a estrellarse, tropiezan y vuelven a tropezar con el status quo que modela Chile desde finales de la década de 1981/90, resultante del pacto entre los iluminados que se apoderaron de la voluntad ciudadana mayoritaria y los zorros que entregaron la administración del gallinero, pero conservaron el acceso a los nidos de las ponedoras.

Con el triunfo del no plebiscitario vivillos y profesionales de la viveza, algunos bien intencionados «enciclopedistas», otros que pensaron tenían derecho a, los que necesitaban estar en, dirigentes elegidos del plato de su propia salsa, viejos astutos, en fin, pensaron que era hora de parar la música: volver a transitar pr los caminos de la democracia era demasiado importante para dejarlo en manos de la plebe. Ésta había hecho lo suyo, había llegado el tiempo de los profesionales. Y, se sabe, los profesionales son ante todo «técnicos» en lo suyo.

Así que una caterva de egresados de una decena de universidades –de preferencia estadounidenses– asumieron el «sacrificio» de inmolarse en la dirección de los asuntos públicos –sin olvidar, por cierto, sus asuntos privados. Generosos, sin embargo, utilizaron lo acumulado por la dictadura a costa de 17 años de golpe, hambre y miseria –muchos de cuyos epígonos ganosos se sumaron a la»transición a la democracia»– para dar a «la gente» dos oportunidades: una, la de buscar trabajo y a veces encontrarlo; dos, la de endeudarse a destajo.

Cierto, con el paso de los años «transicionales» se recuperaron formalidades del buen vivir cívico. Las más importantes no son –desde luego– una educación honorable, un sistema de salud eficiente, una burocracia estatal respetuosa, sistemas de transporte para humanos, transparencia de los actos y decisiones del sector público, equidad en los resultados de la actividad privada. De hecho la actividad privada carece de control, como lo prueba desde el trabajo de menores en supermercados hasta la penosa humillación cotidiana de los que trabajan para una empresa que trabaja para una empresa que cumplen tareas en otra empresa.

Obreros accidentados –o muertos– todas las semanas son el hito de este «desarrollo» chileno; paisajes aturdidos y borrados del mapa son sus consecuencias; persecución por «portación de rostro» en poblaciones y comunidades mapuche constituyen la siembra de una violencia social que cosecharán los traidores a la historia de su país.

Mamá oca no carga un Nils Holgersson –ese viejo relato sueco de Selma Lagerloff–, más bien tiene una patita atada que nadie quiere ver. Los luchadores sociales de verdad todavía están –no como las cigarras de la canción de María Elena Walsh– bajo la tierra.

En Chile pareciera que todos los que mandan nacieron muy lejos. No saben nada de Cordillera, pero late que sí de ganado ajeno, y que nos perdone Patricio Manns.

Ciento setenta y cinco mil padres y responsables de alumnos de escuelas de educación básica habían respondido un cuestionario elaborado por los maestros acerca de la educaciòn que reciben sus hijos antes del Mensaje de la presidente; tanto los profesores que entregaron la encuesta como los padres y respsonsables se vieeon sometidos a la lluvia «anticomunista» de alcaldes, directores y propietarios de colegios. El PC calla. Sabe que no es su pelea. Su pelea es por acercarse al fogón del poder institucional.

Y ha hecho buena letra. En cada manifestación callejera son los primeros en intentar aislar a esos horribles anarquistas, aun al precio de aliarse con la policía en la represión –lo que, desde luego, no impide que luego sean también reprimidos–. El PC quiere un lugar entre los polluelos de Mamá oca. Los polluelos de Mamá oca son esas voraces creaturas que todo lo corrompen, por ejemplo: los que «inventaron» la maravilla Transantiago, los que no quisieron oír a los de Aysén, los que dan el vamos a Pascua Lama, aman la pesca industrial, quieren mucho a las plantas de celulosa, van a los actos de la Fundación Neruda, no saben dónde está Mehuín (pero saben que esos mapuche deben estar presos y que Rapa Nui debe ser entre las maravillas turísticas del mundo) y volverían quizá a votar por Ricardo Lagos.

Vuela bajo Mamá oca, entonces. Comete el mismo error de todos los que «saben» como deben de ser las cosas: desconfiar de su pueblo; no escuchar sus razones profundas; no ubicar la raíz, ver sólo las ramas del árbol.

Hizo muchos anuncios este 21 de mayo de 2007. Todos importantes en cuanto tales. Pero quizá olvidó señalar quiénes lo harán y cómo se controlará su cumplimiento. Una danza de millones de millones que se deslizará en las mismas falquitreras. Olvidó que hay un hecho clarísimo: la iniciativa privada en Chile no la conforman empresarios a los que se obliga a eso de la «responsabilidad social». Los empresarios –grosso modo– son de dos clases: aquellos que viven «de morir saltando», y que no recibirán nada, y aquellos que viven «de morir engordando», que aplaudieron sus intenciones.

¡Pobre mamá oca! Es presa de los cazadores furtivos, y no quiere apelar a los únicos que podrían liberarla. No importa. En el barrio se tomarán otra casa, habrá otra biblioteca autogestionada. La policía tendrá más trabajo y el ministro del Interior cumplirá su inútil deber.

El plan de acción social –»sin precedentes» tituló El Clarín de Buenos Aires– que esbozó Michelle Bachelet significará más dinero malgastado, más acumulación para los que acumulan, más frustraciones para su pueblo.

Yo pa´rriba volteo muy poco
tu pa’bajo no sabes mirar.

Ya vendrán los análisis.

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En el diario La Nación (www.lanacion.cl) del 21 de mayo de 2007 puede leerse un resumen de las medidas anunciadas por la pesidente.

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