Chile. – ARCIS: DESPEDIDA AMARGA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Mi alejamiento de ARCIS

Después de 13 años de ejercicio de la docencia en la Universidad ARCIS, el director de la Escuela de Derecho Alfonso Insunza me comunicó verbalmente que había decidido poner termino a mis horas académicas en la clínica jurídica porque no cumplía con el perfil que requería la Escuela, vinculando esta decisión a mi relación con Edith Delgado, la presidenta del Sindicato, que había denunciado al mismo Insunza y a otros sindicalizados de rompehuelgas y krumiros, por no acatar ni cumplir con la huelga legal acordada por el Sindicato al cual pertenecía.

En todo caso ya me había anunciado, en alguna medida, esta decisión diciéndome que mi presencia en la Universidad era non grata para Carlos Margotta. Frente a esta situación, he decidido dejar la Universidad y las horas residuales correspondientes a un semestre académico, por dignidad personal y profesional.

Durante estos 13 años la Universidad ha sufrido cambios notables: del Sea Cuna a la Inmobiliaria; de Fernando Castillo Velasco a Max Marambio; de una persona jurídica sin fines de lucro, propietaria de los inmuebles de la Universidad, a una sociedad anónima dueña de todo el patrimonio inmobiliario de la Universidad; de un ARCIS democrático a uno autoritario; de una universidad creada y forjada desde la propia universidad, a una universidad dirigida por fuerzas extrañas al mundo académico, una universidad dirigida antes, desde sencillas salas de clases, a una universidad manejada desde las oficinas del Hotel Marriott y desde la sede del Partido Comunista; de una universidad abierta, acogedora y hospitalaria, a una universidad cerrada, hostil y vigilada; de un ARCIS comunitario a un ARCIS fracturado; de una universidad de personas, a una universidad de capital; de una universidad que valora la participación de los trabajadores y fortalece la organización sindical, a una universidad que promueve el paralelismo sindical y despide a sus trabajadores injustificadamente, sin pago de indemnizaciones; de una universidad sensible y emocional a una universidad fría y calculadora; de un ARCIS que crece institucionalmente y logra su autonomía, a una universidad que se deprime y no logra su acreditación; de una universidad de libertades, a una universidad represiva; de una universidad distinta, a un ARCIS igual a otras empresas educacionales que persiguen fines de lucro; de una universidad que se promovía desde la comunidad, a una universidad que despilfarra cuantiosas sumas en publicidad; de un ARCIS bullicioso, a uno silente; de una comunidad participativamente alegre y dulce, a un ARCIS verticalmente triste y amargo; de una universidad fundada en la razón y el sentimiento del compañerismo, a un ARCIS arbitrario que fomenta la odiosidad y el individualismo.

De verdad, la universidad ARCIS ha experimentado cambios muy profundos en estos 13 años.

Mi alejamiento de la Universidad es con dolor, porque siento que los que creíamos en el proyecto ARCIS hemos sido despojado de lo esencial que teníamos, la libertad para crecer en comunidad desde la diversidad del pensamiento, con un sentido genuino de lo fraternal, porque en definitiva la universidad era construida desde la valoración de lo humano, por personas, con los trabajadores, con los académicos, con los estudiantes, con una sintonía polifónica entre el arte y las ciencias sociales, una universidad humanamente integradora, generosa con el conocimiento, la investigación y la extensión, porque era nuestra universidad, la universidad de todos y para todos, una universidad que construíamos juntos, solidariamente, dándole sentido y razón a la comunidad ARCIS.

La imposición vertical de Carlos Margotta en la rectoría fue un verdadero golpe universitario. La extraña, esquizofrénica e incompatible alianza empresarial entre Marambio, el Partido Comunista y los llamados grupo Salvador, introdujo en el seno de la universidad una lógica ajena a lo académico, la lógica empresarial de los accionistas y la dinámica político partidista, con ello se echaron las bases para la destrucción del espíritu universitario, fundacionalmente comunitario que tuvo ARCIS.

La designación de Margotta es una manifestación elocuente del grado de descomposición y el manejo autoritario que se ha impuesto en la Universidad, el ejercicio de las mayorías accionistas de la inmobiliaria, con Marambio y el Partido Comunista a la cabeza, se impusieron sobre los silenciosos y obsecuentes socios del grupo que se conoce como Salvador. El arribismo intelectual de Margotta es patético, un rábula, un mal educado, embriagado (utilizo este término solo de manera figurativa, no tiene el sentido natural y obvio) por el poder, con el que siempre soñó y que sobrepasó todas sus expectativas, solo aspiraba a ocupar la dirección de la Escuela de Derecho y promover a Insunza y a la Jessica Tapia. El asentamiento perenne de Alfonso Insunza en la dirección de la Escuela de Derecho, también es expresión del debilitamiento de la democracia universitaria, su escasa capacidad de dirección ha permitido a la Jessica Tapia controlar en los hechos la Escuela con las nefastas consecuencias extintivas, que están a la vista.

En este escenario mi permanencia en la universidad, especialmente desde la llegada de Margotta a la rectoría, tenía plazo fijo.

En el momento de mi alejamiento quiero expresar mi reconocimiento a todos los trabajadores con quienes tuve la oportunidad de compartir, a las secretarias de la Escuela, Cecilia Celis y Karina Rojas, que también fueron mis alumnas y, como muchos, han estudiado derecho gracias a la beca sindical, que los dueños de la universidad quieren eliminar, para todos mis mejores deseos de éxito en sus propósitos académicos y laborales.

También mi saludo afectuoso a todos y todas los que fueron mis alumnos; no tengo ninguna duda en decir que con ellos he logrado ser lo que soy, con ellos el fenómeno del conocimiento fue bilateral y recíproco, muchos son abogados y eso es motivo de orgullo y satisfacción, a los que todavía estudian espero que mantengan su vocación por el derecho y logren alcanzar las metas académicas, laborales y humanas que se han propuesto en la vida.

A los profesores y colegas de la Escuela, solo les puedo decir que no sean indiferentes frente a lo que ocurre en la Universidad.

Alberto Espinoza Pino.

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