Chile. – EL TIMÓN VIRTUAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Las explicaciones para el cambio ministerial de este fin de semana son variadas. Lo que no se puede argüir es que haya sido una variación programada. El anuncio del viernes pasado sorprendió. Incluso, los partidos de la Concertación fueron informados, pero no consultados. Y aquí surge una primera pista. La Presidenta parece dispuesta a ejercer sus prerrogativas con o sin la aprobación de las colectividades que la apoyan. Actitudes como esa han sido resistidas por los Partidos. Y si ante el presidente Ricardo Lagos tuvieron que resignarse, sólo lo hicieron después que las encuestas demostraran que el hombre contaba con un peso incontrarrestable en la ciudadanía.

No es el caso de la presidenta Bachelet. Por el contrario, este cambio ministerial aparentemente fue detonado por un muestreo de opinión. En ella, el gobierno exhibía una baja de 10 puntos porcentuales en junio, respecto del mes anterior. Y buena parte de ese bajón se produjo debido a la huelga de los estudiantes secundarios. En la forma de enfrentar el movimiento, quedó claro que la elección del Doctor Martín Zilic para ponerlo al frente del Ministerio de Educación, no había sido acertada. Y allí está la razón de su partida.

La salida de Ingrid Antonijevic hay que buscarla en un área casi contrapuesta. Los empresarios fueron quienes pavimentaron su alejamiento. Sólo cuatro meses les bastaron para comprender que con ella jamás llegarían a un entendimiento de la misma calidad al logrado con el ex ministro Jorge Rodríguez Grossi.

Y la gota que parece haber colmado el vaso de las inquietudes tuvo que ver con el gas. La ahora ex ministra señaló que no habría alza de ese combustibles para los usuarios. Incluso, aventuró, podría llegarse a la fijación de precios. Eso bastó para que el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Bruno Philippi, golpeara la mesa. Y fue tan certero el golpe, que el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, tuvo que salir a desmentir a la ministra. El paso previo al sobre azul.

Sin duda el alejamiento más sonado es el de Andrés Zaldívar. Era nada menos que el jefe del gabinete ministerial. Quien reemplazaba a la presidenta de la República. El máximo exponente político entre sus colaboradores. Y, como si todo eso fuera poco, prácticamente un emblema dentro de la Democracia Cristiana. Estaba claro que el estilo de Zaldívar, político acostumbrado al ritmo parlamentario, no se acomodaba con el que quiere imponer Bachelet. Mal que mal, ella está consciente de que cuatro años son un abrir y cerrar de ojos. Y ese breve lapso es todo el plazo que tiene para hacer historia.

En esta remoción la presidenta dio, a lo menos, muestra de decisión y habilidad política. No era fácil deshacerse de un personaje con la trayectoria de Zaldívar. Excepto que hubiera una compensación suculenta. Y Bachelet la concedió. Para ello, el Partido Por la Democracia debió perder a un ministro –el de Economía–, cupo que le fue entregado a la Democracia Cristiana.

En este reajuste ministerial quedó de manifiesto nuevamente el peso de la virtualidad. Pero detrás de ello hay algunos elementos que no se pueden dejar pasar. Los problemas que enfrenta el gobierno de Bachelet apenas a cuatro meses de haber asumido –e incluso antes– no son de su responsabilidad. No es de su responsabilidad que la educación esté como está. No es de su responsabilidad que el Transantiago sea algo muy parecido a un desastre. No es de su responsabilidad que las obras viales comiencen a mostrar su mala calidad. Tampoco es de su responsabilidad que algunas viviendas sociales tengan casi la misma dimensión que una celda.

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La presidenta Michelle Bachelet heredó todo esto de su antecesor. Pero ella no se ha justificado con tal realidad. Nunca ha dicho que las carreteras de que nos ufanamos pasan en constante reparaciones antes de cumplir cinco años. Que las reparaciones de la principal arteria de la capital chilena no alcanzaron a durar un año. Que puentes que debían permanecer incólumes a lo menos 25 años, a los cinco ya muestran fallas estructurales graves.

Como la memoria humana es débil, pocos serán los que relacionarán el 70% de apoyo ciudadano al ex presidente Ricardo Lagos con todos estos fiascos. Quedarán con la sensación maravillosa de las inauguraciones. Mientras, la señora Bachelet ha tenido que barrer con los escombros, guardando un leal silencio.
A lo menos, es injusto.

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* Periodista. Publicado en Por la Libre.
www.porlalibre.org.

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