Chile, Idus de marzo (I). – MAÑANA DEL DIA 29: OTOÑO FRÍO, CALLES QUE ARDEN

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El marco que contiene el cuadro

Los días martes 27 y miércoles 28 de marzo de 2007 hubo alrededor de cuatro explosiones en Santiago: bombas de estruendo de poco poder. Una de ellas, el miercoles, a metros del ultravigilado edificio que alberga los comandos de las fuerzas armadas, a poco más de 100 metros de La Moneda. Cuando menos sospechosa la capacidad de movimiento de los «grupos violentistas».

O tal vez cuentan con una pócima que los hace invisibles.

El martes por la tarde, en Peñalolén, en los faldeos cordilleranos santiaguinos, el hombre –72 años, surcos que rompen la geometría de su rostro, con manos callosas de obrero que se jubiló, quién sabe, con los justo para vivir «de allegado»– dice: «Yo nunca me metí en la política, pero voy a decir una cosa: esto se parece mucho a los días de antes del dos de abril del 57».

Los días dos y tres de abril de 1957, gobierno de Carlos Ibáñez del Campo; una marcha de protesta, en principio estudiantil y obrera en Santiago por el alza de pasajes de la movilización colectiva de pasajeros y de precios en general, significó un número nunca exactamente determinado de muertos y heridos, buena parte del comercio con vidrieras rotas, algún saqueo y la sospecha de que se habría ordenado liberar grupos de delincuentes de los lugares de detención para detener a los manifestantes y generar desórdenes que permitieran reprimir con fuerza.

Miércoles 28 de marzo, en un lugar de la comuna de Lo Espejo, en el sur de Santiago, don Pedro –unos 68 años, delgado, encorvado por la artritis– señala a un joven que vira hacia la Gran Avenida en una moto, posiblemente una Honda, color guinda: «Se ven desde hace unos días esos tipos que entran y salen de la población. No creo que vengan a comprar nada (se refiere al microtráfico de «crack», mariguana y cocaína presente en casi todos los barrios de la capital)».

La señora Berta carga una bolsa de verduras varias. «Somos gente tranquila por aquí –dice–. Pero hay mucha droga. ¿Y cómo no la va a haber si los chiquillos no tienen nada que hacer: ni una cancha de fútbol tienen. No hay trabajo, esa es la verdad. Y ahora que nos quitaron la micro y el Transantiago que dicen ni cerca pasa…»

Jueves 29 de marzo, a 15 calles de la Estación Central, hacia el poniente de la capital: «Dicen que queremos dar vuelta a un paco… ¿De dónde sacaron esa h…? Nosotros no estamos para matar carabineros (…) ¿Las molotov? Son para defendernos de la represión, ¡si las tiramos (arrojamos) a la calle y a los zorrinos (vehículos lanza gases lacrimógenos)!»

«Para mí que ellos (el gobierno) –dice otro, un joven de unos 20 años– andan buscando la vuelta para reprimir, quieren dejar la c… para tapar el negocio del Transantiago (…) A una vecina la asaltaron hace tres días: tiene que caminar como 15 cuadras para llegar a su casa en la noche».

«Para ellos es fácil decir que tengamos paciencia –interviene un tercero–. Claro, ellos nunca toman una micro ni se suben al Metro. Dicen que dan la cara, pero lo que necesitamos son soluciones. Yo les aplaudiría la cara».

Y en Maipú: «De qué hablan (se refiere a las autoridades). Aquí los cabros (muchachos) tienen que entrar a patadas con los guarenes (ratas de gran tamaño) para llegar a la escuela. Después se enojan y dicen puras h… Ya los quisera yo ver haciendo cola (fila) para conseguir un número (de atención) en el hospital…».

Los colores de la tela

Gobierna, administra el largo balcón sobre el Pacífico Sur –la República de Chile– la generación que llegó a su adultez biológica y política en los años previos y posteriores a los «mil días» de la Unidad Popular.

A ella pertenecen –con algunos pocos años de diferencia entre ellos, en ocasiones en los límites de esos 15 años que enmarcan cada generación– quienes «suenan» en el mundillo político más o menos oficalista, como el nuevo encargado de la Secretaría General de Gobierno, José Antonio Viera Gallo, José Miguel Insulza, Marcelo Schilling, Soledad Alvear, Jorge Arrate, los Zaldívar, Sergio Bitar, Oscar Garretón, Camilo Escalona, Belisario Velasco, la presidente Bachelet, y decenas de personas más.

Algunos, apenas mayores –como Ricardo Lagos Escobar–, fueron sus mentores inmediatos. El «equipo económico» (que, al igual que la selección nacional de fútbol, no «gana una») es más joven. Tecnócratas de gimnasio y buena «after shave», se caracterizan por haberse formado, o completado su formación, en universidades extranjeras, fundamentalmente estadounidenses.

Algunos eran ubicables, hace tiempo, pero no tan lejos, en los extremos de la izquierda tanto como de la derecha. Fueron vistos como los herederos legítimos de quienes constituyeron y dirigieron el Frente de Acción Popular de la décadas de 1951/60 y la Unidad Popular de gestación posterior, en la izquierda; del social cristianismo y la Democracia Cristiana que llevó al poder a Eduardo Frei Montalva, en el espectro centro-derechista y de los hoy desaparecidos partidos Conservador y Liberal, en la derecha.

La derecha –»civilizada» o apenas barnizada de civilización– no es muy diferente. Existen múltiples contactos entre ambas facciones.

Ni unos ni otros, en rigor, recibieron el legado. Usufructúan de la memoria histórica, medran en el bastidor de la pintura. Aquellos de la derecha en gran número se volcaron al golpismo y luego se maquillaron como demócratas; los de centro político de hecho tienen el alma escindida entre la derecha y la nada: lo suyo son las piltrafas que desprende y atrae el ejercicio del poder; los que provienen de la izquierda se aferran al centro…

Todos ellos asaltan y son asaltados por los medios periodísticos. Los hermanos Vergara no tienen voz. Parada, Guerrero, Nattino fueron acallados para siempre. Los hijos de Gloria Esther Lagos Nilsson viven lejos, la figura de su madre palidece como los colores de esa u otra pintura con el paso del tiempo. Decenas de miles de chilenos permanecen –ahora autoexiliados– en el extranjero: no tienen cabida en el país.

Jóvenes combatientes

Eran aproximadamente las19:30 del viernes 29 de marzo de 1985. El lugar: un asentamiento pobre no demasiado lejos del centro de la capital chilena. La atrocidad cometida en sus cuerpos puede leerse en Los muertos en falsos enfrentamientos: hermanos Vergara Toledo, volumen publicado por la Corporación de promoción y defensa de los derechos del pueblo (CODEPU):

Eduardo y Rafael corrían desesperadamente… carabineros los perseguían muy de cerca… La emboscada ya estaba hecha. La orden era matarlos.

Cuando estuvieron en la mira de sus ejecutores les dispararon sin misericordia. Las balas rompieron el corazón de Eduardo, quien cayó muerto de inmediato.

Rafael corría adelante… al ver que su hermano caía abatido se devolvió para ayudarlo, pero una ráfaga detuvo sus pasos; había sido herido a la altura de los glúteos. Su cuerpo se derrumbó, pero estaba conciente…

trataba de llegar hasta su hermano. No lo logró: fue brutalmente golpeado por sus captores con sus botas y las culatas de sus armas.

Entre cuatro los arrastraron hasta un vehículo policial y allí fue rematado cobardemente… luego tirado, ya muerto, junto a su hermano.

Los crímenes se desvanecieron en la niebla de la impunidad. Como el del periodista –camarógrafo– Leonardo Heinrickssen, asesinado fríamente de un balazo de pistola –su arma reglamentaria– por un oficial del ejército chileno a sesenta metros de La Moneda. Fue en junio de 1973, cuando el «tanquetazo». Heinrickssen filmó a su asesino que lo miró y calmadamente levantó el arma.

Esos dramáticos segundos dieron la vuielta al mundo. El oficial «no ha sido hallado». Han pasado 33 años.

En agosto de 1974 Gloria Esther Lagos Nilsson fue apresada ante su domicilio. Tenía 29 años, desde hacía 12 semanas el que iba a ser su cuarto hijo le crecía en el útero. Su rastro se pierde tras el paso acostumbrado por la clandestinidad miserable de la detención ilegal y la tortura. A 32 años de los hechos está en la cárcel –acusado también de ese crimen– Osvaldo Romo Mena.

Escribió en enero de 2007 en el diario digital El mostrador el periodista Héctor Cruzatt:

«Por primera vez la justicia militar declinó seguir investigando una causa de un detenido desaparecido y envió los antecedentes de la causa por el secuestro de la militante del MIR Gloria Lagos Nilsson, detenida en agosto de 1974 por agentes de la DINA, cuando tenía tres meses de embarazo

(Gloria Esther no militaba en el MIR, aunque sí simpatizaba con su lucha).

«(…) La resolución afirma que «Atendido el mérito de los antecedentes, particularmente de las compulsas Rol 2182-98 –Episodio Londres 38– de los que se desprende que un ministro de fuero, instruye entre otros procesos aquel referido al secuestro de Gloria Lagos Nilsson, en el que se investigan hechos que no son de competencia de la justicia militar».

La causa fue analizada por el tribunal castrense luego de que el juez militar cerrara la investigación por el secuestro de Gloria Lagos Nillson, pese a que un resolución de la Corte Suprema le ordenaba seguir con la investigación de un proceso en el que únicamente fue investigado el ex agente civil de la DINA Osvaldo Romo Mena».

Por esos terribles días –que no deben olvidarse– Gloria Esther fue un nombre más entre aquellos de un listado de de muertos en un enfrentamiento entre bandos del MIR, que alguna prensa recogió con gula del aparatoi de RRPP de la dictadura. En 2005 el ex general Contreras, la mano de la muerte de Pinochet, os´so escribir su nombre, ahora como entre los de aquellas y aquellos arrojados al mar, probablemente cerca de Quinteros.

Incidentalmemnte: alguna vez sus hijos fueron atendidos por una pediatra muy joven llamada Michelle Bachelet.

Los violentos. La violencia

Escribió María Elena Andoine en la revista Mensaje, edicion correspondiente a enero/febrero de 2007:

Desigualdad en Chile: Subversión silenciosa

Chile se ha convertido en un país ejemplar para invertir y hacer negocios. La oferta en el mercado de artículos de superlujo da cuenta de un acelerado crecimiento económico en los últimos 15 años. A la par con el progreso se ha generado una tensión de clases. La brecha de ingresos y oportunidades sin precedente entre los más ricos y los más pobres aparece también como una de las causas del aumento de la violencia y de la delincuencia en nuestro país.

«Horrible es el contraste entre quienes nadan en la abundancia y los que se ahogan en la miseriaŠEs obvio que el lujo de los de arriba fomenta el odio de los de abajoŠ Estos mundos extremadamente diferentes son el engendro del resentimiento, la lucha de clases». Así se refería San Alberto Hurtado a los efectos de la desigualdad socioeconómica que existía en la década de los 40 en Chile. Y hoy, después de casi 65 años, a pesar del crecimiento económico en los últimos 15 años a una tasa promedio del 5,2%, se ahonda esa brecha que divide a la nación prácticamente en dos sectores sociales.

Jesús Zapata de 16 años vive en la Villa Medialuna de Peñalolén. Es uno de tantos adolescentes chilenos que ya no estudian. Jimmy, su hermano mayor, desertó hace dos años. Juanita, su madre, con los 117.000 pesos mensuales de su trabajo dice que sus cinco hijos «o estudian o comen».

Camilo tiene cuatro años y es «gordito», pero no le creció ningún diente de leche bueno. Su madre, María Riquelme, pasó los cinco embarazos sin comer lo mínimo necesario. Los cinco bebés nacieron con carencias nutricionales. Todos han «crecido» a punta de pan y té, tallarines o arroz con huevo «cuando se puede». Postales de un país. Retrato de un drama cotidiano.

Chile se ubica dentro de los 12 países con peor distribución del ingreso del mundo, junto con Lesotho, Namibia, República Centroafricana, Brasil y Colombia, entre otros. En el país hay dos grupos económicos que están en la lista de los hombres más ricos del planeta –Angelini y Matte–, cada uno de los cuales ganan entre los 500 y 1.000 millones de pesos diarios.

Luego está el 0,09%, denominado el «club de los millonarios», que son cerca de 3.300 familias de muy altos ingresos. Más o menos 20 de ellas son grupos económicos cuyas rentas superan los 100 millones de pesos diarios. A ellos les sigue el 9% más rico compuesto por la clase media alta. Y después, un salto brutal. El 50% de los chilenos son parte de una clase media baja empobrecida y el restante 20% son los tres millones de pobres de la nación.

Cerca de 10 millones y medio de compatriotas que no están invitados a probar una tajada de la colosal torta de la opulenta fiesta de cumpleaños de los poderosos que nunca acaba. Mientras una familia gana más de 100 millones de pesos en un día, un sueldo mínimo cobra 108.000 pesos en un mes. El nivel de desempleo registrado estos años significa que cerca de medio millón de chilenos ha dejado de percibir directamente algún ingreso.

Es un modelo de sociedad construida bajo las premisas del sistema capitalista neoliberal cuyo ideal es la ausencia de regulación del mercado, incluido el laboral. El ideal es que el Estado no interfiera en nada relacionado con la economía. Ni siquiera en educación, seguridad y justicia. Ya que sólo la privatización de todos los bienes económicos garantizaría al hombre su libertad y perfecto desarrollo social y económico. La eficiencia en la productividad de los privados sería su única «ley». Porque al llegar a un alto nivel de crecimiento, el mercado por sí solo se encargaría en distribuir riqueza y bienestar a los más desposeídos. Es la tan conocida teoría del «chorreo».

El delito de la exclusión

«Son muchos los que están fuera de la mesa del desarrollo», señala el Vicario de la Pastoral Social, Rodrigo Tupper, «muchísimos pobres no tienen acceso a salud digna, al trabajo, a educación de buena calidad. Viven sumidos en la miseria». Y explica que es comprensible que todos quieran participar del progreso y los bienes que ofrece este modelo. La imposibilidad les genera frustración». Según Tupper, el problema de fondo es la distribución de la riqueza, «ya que provoca situaciones de desequilibrio social muy graves. Una de ellas es la delincuencia».

Bandas organizadas que asaltan camiones Brinks. Robos planificados con armas de fuego a casas de los barrios altos y bajos de la capital. «Autos chocadores», «niñas araña», «balaceras», «homicidios de adolescentes», son noticias de todos los días. Entonces, por un lado las víctimas viven aterradas al sentirse vulneradas en su integridad; por el otro, los victimarios quedan definitivamente marginados del sistema.

El psicólogo Pablo Egenau, Director de la Fundación Paréntesis, plantea: «Cualquier frustración que atente contra algunas de las necesidades socioeconómicas básicas del individuo necesariamente repercutirá en una amenaza a la necesidad psicosocial de seguridad. El hombre tremendamente carenciado, dolido, frustrado, solitario, reacciona de diversas formas a esta realidad. Una de ellas es la violencia».Y explica que detrás del individuo que delinque hay una historia de vida muy rota: maltrato, abuso, enormes heridas acumuladas por generaciones. Es lo que denomina el «sufrimiento social».

«El 90% de nuestros niños reciben una educación de muy mala calidad», explica el economista de la Universidad de Chile, Dante Contreras. «Como no les están dando las oportunidades de integración y participación activa en la sociedad, una fracción de ellos va a terminar delinquiendo». Y compara: «Si ese mismo niño estudiase en el Santiago College, en 16 años más sería un artista, un médico, un ingeniero».

Adbsmo de inequidad

«Con los cosméticos que compran las mujeres y los licores que beben los hombres ¿cuántos pobres podrían vivir?», exclamaba San Alberto Hurtado.

Hoy en las calles Nueva Costanera y Alonso de Córdoba las tiendas exhiben la más variada gama de artículos suntuarios cuyo costo puede superar los 3 millones de pesos. Relojes y alhajas, carteras, vestuario y cosméticos. Todo de marca. Las casas de ventas de automóviles exhiben Jaguar, Porsche, Mercedes de hasta más de 80 millones de pesos.

Un superlujo jamás visto en nuestro país. ¿Quién accede a esta opulencia? Es la nueva clase social compuesta por el uno por ciento de los chilenos cuyo estilo de vida y patrón de consumo es el de las clases acomodadas de países desarrollados. En los mismos barrios abundan lujosos hoteles y restaurantes. En los cerros de Santiago oriente se aprecian palacetes de hasta 2.100 metros cuadrados construidos. Matemática simple. En el mismo espacio pueden habitar 70 familias de las casas «chubi» de 30 metros cuadrados, de Peñalolén.

El economista Joseph Ramos destaca: «A través de la televisión tú ves cómo viven otros. Entonces piensas ‘¿Qué hago yo viviendo en 30 metros cuadrados?’. El deseo te crea la expectativa de que uno puede cambiar su vida. Si uno cree eso, pasa a ser un atractivo delinquir».

En la comuna de Lo Barnechea colindan la extrema riqueza con la extrema pobreza. Al lado del Puente Nuevo, en el campamento La Herradura muchos hombres y mujeres se consumen con el alcohol y la droga. Duermen de día en «chozas» hechas de latas, tablas y cartones, oscuras y sin ventilación. Los pozos negros están rebasados. Para comer, de noche cartonean o salen a rebuscar la comida en la basura de los ricos.

Paradojalmente, el único punto de «encuentro» de estos dos países es el sistema económico que invade de avisos con imágenes de lujo tanto a los más ricos como a los más pobres, incitándolos al fácil y rápido consumo.

«Ya no se habla de ciudadanos sino de consumidores. La publicidad nos invita a consumir y consumir, como si ahí radicara la felicidad del ser humano», señala monseñor Alejandro Goic, presidente de la Conferencia Episcopal.

Injusticia estructural

Según el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, creador de la metodología «Investigación sobre la Paz», debajo de la violencia visible en una sociedad existe una violencia estructural. Esta tiene que ver con la represión, explotación, alienación e injusticia a las que está sometido el ser humano. Junto a aquello, afirma, «coexiste una cultura de la violencia, que tiene relación con lo «heroico», lo «patriótico» -cultura militar- y lo patriarcal. La paz verdadera nunca va a prosperar si no se desarrolla sobre estructuras sociales justas».

A su vez, el historiador Felipe Portales, refiriéndose a la explotación en Chile, expone que «es un sistema tan perverso, tan injusto que genera una situación de precariedad, de miseria, de abandono para una gran cantidad de nuestra población». Un ejemplo de esto, según denuncias de las trabajadoras de las salmoneras, son los capataces que las multan si van al baño, pues implica un «costo» para la empresa. Como ese «costo» es descontado de los sueldos, la mayoría de ellas usa pañales. Portales asegura que «emplean a los trabajadores sin ninguna ley social que los proteja. Les pagan una miseria. La clase alta normalmente ha sido cavernaria».

Por su parte, Egenau denuncia: «La pobreza y la riqueza se heredan. Es una estructura de sociedad donde por generaciones de frustración, maltrato, violencia, has constatado que hagas lo que hagas, digas lo que digas, las cosas continuarán igual. Es ‘la desesperanza aprendida’, arraigada en la psiquis colectiva». Advierte que «urge tomar conciencia de que la concentración del poder económico genera fenómenos de exclusión cuya consecuencia es una sociedad profundamente fracturada».

Destaca que las personas que se enfrentan a la sociedad desde la violencia o algún síntoma interpretado como amenazante, son víctimas de una exclusión del desarrollo o del crecimiento del país. En relación con la delincuencia dice que sólo nos inquietamos cuando toca nuestro espacio íntimo. «Cuando entran a tu casa. Cuando te roban el auto, cuando te atacan en la calle. Pero no desde una conciencia ética» y sostiene que «hay negaciones colectivas. El único camino para lograr lo que como sociedad todos queremos es disminuir fuertemente la brutal brecha de desigualdad, inequidad e injusticia».

Subversión silenciosa

«Donde hay una inmoralidad es en fijar sueldos que no permiten el desarrollo digno de una familia», sostiene el Vicario Tupper. «No me cabe duda de que el salario mínimo es bajo en Chile. Imposible que una familia pueda vivir con 108.000 pesos mensuales ¡Ninguna empresa debería pagar ese salario!».

Por su parte, monseñor Goic afirma: «Estamos ante un pecado social enorme. ¿Qué haremos todos para mejorar los salarios, la educación, la vivienda, la salud de los más desposeídos de Chile?». Según él esto tiene que ver con un cambio interior. «Hemos perdido el valor de la sencillez y la austeridad. Un estilo de vida que dignifique a las personas».

El historiador Portales ratifica: «Este modelo requiere que la gente no se cuestione. Entonces en vez de debatir el tema del cobre, la distribución del ingreso, la precariedad laboral, adormecen a la gente con chismes, farándula, cosas light, como si fuesen los temas importantes» y, finaliza, «actualmente a la elite chilena no le interesa hacer cambios».

¿Hay alguna duda de que estamos en una sociedad moralmente enferma?

El Papa León XIII, en la Encíclica Rerum Novarum a fines del siglo 19 afirmaba: «Hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud inmensa de proletarios un yugo que difiere poco al de los esclavos». Lo dijo el Papa Juan Pablo II, «¡los pobres no pueden esperar!». Hoy la Iglesia habla de la «escandalosa desigualdad» y pide que «acortemos de verdad la brecha entre los ingresos más altos y los más bajos». Lo señalan profesionales, científicos, empresarios. Lo ha dicho la izquierda, el centro, la derecha.

Mientras el Chile de arriba, rodeado de muros, cercos eléctricos y cámaras de seguridad vive alienado por el exceso de bienes, también hay un Chile de mujeres y niños que piden en la calle, de otros que limpian vidrios, hacen «malabarismos», o cartonean. Y de madrugada, ancianos y mendigos hurguetean en la basura en busca de comida. Una cifra considerable de chilenos asalta, mata o delinque.

«No es raro que los pobres busquen los mismos goces que hacen la felicidad de los ricos», clamaba San Alberto Hurtado y advertía: «¡Subversivo es el que hace la revolución, más subversivo aún es el que la provoca!»

Alea jacta est

29 de marzo, 8.30 de la mañana. El dado rodó. Su número, acaso despavorido, enfrenta mudo al cielo como los seres humanos su destino. Radios y canales de televisión han venido –cada cual a su modo– advirtiendo sobre los violentistas, desaforados, anarquistas, delincuentes, grupos minoritarios, descerebrados, terroristas, en fin, preparados y listos para sembrar el caos.

Las buenas conciencias esperan que la anunciada lluvia se deje caer para que se concentren menos ciudadanos en las protestas barriales. Y para que no puedan llegar al centro de la ciudad. Hace frío.

Pocos buses para movilizar estudiantes, trabajadores, pequeños comerciantes y dueñas de casa. Todavía no se sabe si el Metro ha debido –como lo viene haciendo cotidianamente– cerrar alguna estación por el exceso de demanda de transporte.

A media tarde los buses disminuirán, cuando caiga el crepúsculo la movilización para el transporte de pasajeros se detendrá –los conductores acordaron un paro– El gobierno cierra los ojos: el nuevo ministro de Transporte dice que en «pocos días» tendrá un plan, que recién lleva 36 horas en el ministerio.. ¡Cómo! ¿No había un plan? Su apellido es Cortázar. El único Cortázar que vale la pena, dice alguien, es el escritor.

El ex candidato presidencial Piñera se pregunta –en una entrevista radial– quiénes eran esos Vergara; si acaso eran gente pacífica o si habían elegido la violencia. Es decir: que fueron bien muertos.

Es la ética y la estética del poder. ¿Sobre qué habrá charlado el miércoles 28 con Viera Gallo?

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