Chile, siglo XXI: – TEMUKO ES CASI COMO GUANTÁNAMO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace un tiempo informábamos (aquí) sobre el apresamiento de la lonko (jefa) Juana Calfunao, que en la diligencia policial perdió parte de su dentadura y abortó un hijo: pueden ser desmedidas las caricias policiales; a veces, es cierto, el amor mata.

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La dama cuya imagen abre esta nota es su hermana Luisa; no pudo ponerse más cómoda y posar para la fotografía: en octubre de 2007 la mudaron –y no, claro, por su voluntad– al hospital de Temuko, sección de psiquiatría, y la encadenaron a la cama que ocupa. La guerra contra el terrorismo mapuche no admite claudicaciones por parte de la democracia chilena.

Calfunao –Luisa, no Juana– fue condenada a tres años de prisión, aunque al parecer (las cosas relacionadas con la nación mapuche nunca son exageradamente nítidas) la sentencia no estaría ejecutoriada. Lo que, si a ver vamos, carece de importancia. De sus años mozos los que fueron dizque marxistas y revolucionarios en Chile –y que hoy son entusiastas y en su mayoría gorditos concertraicionistas– conservan la lección de la gerontocracia soviética: los que se oponen deben estar locos. O en todo caso ser «malos chilenos».

Los mapuche, parte de ellos al menos, son considerados chilenos; no se les pregunta, se los identifica y rotula. Es razonable, si no fueran chilenos no se les podría robar su tierra, desconocer su cultura y humillarlos hasta la exasperación. Es sabido que Chile ama a los extranjeros.

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La fotografía de la lamngen Luisa fue tomada a principios de este mes de enero de 2008; poco después, ¡eureka!, el cuerpo médico la «dio de alta» y pudo ser arrastrada –perdón: conducida– de regreso a la cárcel de Temuko. Allí, también como presa política, está su hermana Juana.

La cadena que la unía al lecho pesa algo más de tres kilogramos y los grilletes se abrían sólo cuando la autorizaban a tomar un baño. Chile es un país que sabe unir lo moderno (por ejemplo entregar la oreja a Microsoft Corporation en materia de tecnología digital) con lo tradicional (por ejemplo: engrillar a mujeres; esperemos que el reconocido historiador Francisco Vidal, prestado por esa ciencia a la alta política que se hace en su país, no recuerde que a las brujas europeas se las engrillaba en calabozos, cámaras de tortura y camino a la hoguera).

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Mientras la saga de las Calfunao Paillalef –y de su familia– se desenvuelve en el espanto, Patricia Troncoso superó la barrera de los 100 días de ayuno también encadenada a su cama en el hospital de Chillán –que como todo el mundo sabe es muy superior al de Temuko–. Troncoso está encadenada porque así, dicen los buenos doctores y los sabios magistrados, no puede impedir que la den por la fuerza algunas vitaminas y otros paliativos en el suero.

El caso de Troncoso ha cobrado trascendencia internacional; para celebrarlo el martes 22 de enero fueron apresadas cinco mujeres y un niño frente al Palacio de Gobierno en Santiago por protestar contra la evidente injusticia del encarcelamiento de la lamngen.

Patricia Troncoso estudió alguna vez teología en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; médicos consultados estiman en forma unánime que, de sobrevivir a su huelga de hambre, nunca recuperará por completo su salud.

Las fotografías de doña Luisa Calfunao son de Marcelo Garay Vergara.

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