¿Coincidencia o persuasión? – ACCIÓN DIRECTA SOLIDARIA EN ATENAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace mucho los anarquistas pusieron en boga la expresión «acción directa»; se confunde, lamentablemente, con terrorismo y, a su vez, se define como terrorismo todo acto que persigue socavar una institucionalidad dada. Pero acción directa no es necesariamente una expresión –o explosión– de violencia, como lo prueba y logra definir Beltrán Roca Martínez en un ensayo sobre etnografía de combate que puede leerse, en lo pertinente, en esta revista aquí.

En términos simples, acción directa es un método de lucha social cuya práctica persigue hacer evidentes las causas profundas de un conflicto y encarar a los opresores con los oprimidos. Naturalmente los gobiernos, cualquier gobierno, la desaprueban –la temen incluso–. Los gobiernos son como un filme argumental, esto es: una ficción filmada y exhibida para servir al poder, y la acción directa es una película documental que se realiza habitualmente en las barricadas que cuestionan al poder.

Asimilar el concepto –acción directa– a la violencia no persigue más que cercar la protesta; por lo general los actos de violencia son generados por agentes al servicio del poder, que presionan –cuando no actúan ellos mismos generándolos– más allá de lo moral y cívicamente tolerable para justificar ulteriores represiones.

Lo demás se denomina criminalizar las luchas sociales.

Si en los albores de la lucha social –en Europa burgueses contra nobleza de espada, campesinos contra nobleza de toga, luteranos contra católicos (los ejemplos son muchos); en América no son menos: naciones originarias contra invasores, criollos contra gachupines, etc…– los efectos de estas contradicciones tenían lugar en territorios y lugares de esos territorios perfectamente acotados, la mundialización de la economía, lo que se suele llamar globalización, eliminó fronteras.

Si el capital financiero las desconoce, ¿por qué debe obedecerlas el forzado migrante?, ¿si los «millonarios Forbes» obtienen sus millones de todas partes, por qué la exigencia de futuro debe atropellarse en recintos cerrados?

Desde luego estos asuntos no son simples, pero es en este marco que se da en Chile el que tal vez sea el último combate mapuche; la nación mapuche no tiene la fuerza del número que tuvieron los «forajidos» ecuatorianos que abrieron camino a la presidencia de Rafael Correa, ni han podido sobrevivir tan apegados a sus tradiciones como el pueblo aymara, ni tal vez tenga la conciencia histórica (la historia no es sólo pasado) que recuperó el EZLN en Chiapas; pero medio milenio sin ceder y procurando conservar y transmitir lo que le es propio no es moco de pavo.

En fin, el «asunto étnico» en las sociedades contemporáneas –suele señalar el historiador Luis Vitale– va de la mano con aquellos propios de la lucha de clases, y ésta no puede desvincularse de lo que definamos como democracia.

Extenso prólogo para dar cuenta de que el 20 de enero ardió el automóvil del cónsul honorario de Chile en Atenas.

La información –recogida por algunas agencias de prensa y medios periodísticos alternativos– saltó en los correos electrónicos un par de días después. El 23 de enero de 2008 Solidarity from Athens hizo saber que:

«Personas no identificadas instalaron un artefacto explosivo, compuesto de un balón de gas, debajo del coche con el que causaron un daño total en el vehículo.

«Para añadir
‘Con esta acción queremos unir nuestra voz con las voces del resto en solidaridad a la prisionera política mapuche Patricia Troncoso, que lleva más de 100 días de huelga de hambre, luchando para su libertad’.»

En la mañana del domingo señalado, en la calle Diogenous, ¡zas!, adiós auto. Según una llamada al diario Eleftherotipia, todo se había planificado en «solidaridad con los naturales de Chile que luchan por la tierra, la dignidad y la libertad, contra los intereses de las corporaciones y la represión del estado chileno. Con esta acción queremos unir nuestra voz con las voces del resto en solidaridad a la prisionera política mapuche Patricia Troncoso, que lleva más de 100 días de huelga de hambre, luchando para su libertad».

En otras ciudades capitales europeas se habían realizado actos en solidaridad con Troncoso y la lucha por la tierra y contra las farsas policíaco-judiciales que afectan a la nación indígena.

Cabe, tal vez ociosamente, preguntarse qué niveles de persuasión tuvieron en el pesado esqueleto del gobierno chileno las campañas de repudio en el exterior.

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