De «potencia a potencia»: la dignidad del Perú a salvo, las odiosidades también

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Alejandro Tesa

Aunque las últimas declaraciones de canciller peruano generaron molestias en el gobierno de Santiago, la opinión pública en Lima piensa que se cautelaron adecuadamente los intereses del país. La percepción ciudadana en torno de Alan García y sus colaboradores, sin embargo, no logra arrimarle puntos al primer mandatario. En Santiago, en cambio, se llamaron a un saludable silencio.

Declaraciones fuera de contexto y conocidas mucho después de emitidas en una reunión privada por el ex comandante en Jefe del ejército del Perú, general Donayre, hicieron saltar los tapones de la nunca fáciles relaciones entre este país y sus vecinos chilenos. 

A cargo entonces de un comando en el sur, y  en medio de un forcejeo diplomático ente ambos Estados por la determinación peruana de cambiar el cálculo de la prolongación de los hitos fronterizos terrestres hacia el territorio marítimo, Donayre, aparentemente con un vaso de licor en la mano, dijo en un ágape que si "entraban" chilenos al Perú saldría en "cajones",y que si éstos no alcanzaban, "pues en bolsas plásticas".

Dirigiéndose luego a las mujeres presentes el militar les señaló que jugarían ellas también un rol en esa lucha: debían enamorar a los chilenos para que después pudieran ser muertos por las tropas locales. Las palabras del alto jefe militar eran seguidas por las carcajadas estruendosas de los asistentes.

Poco después de que en La Moneda se tomara conocimiento de estos dichos –por lo menos oficialmente no se dieron por conocidas las declaraciones de Donayre sino hasta que se emitieron por You Tube– tanto personeros de gobierno, como parlamentarios, y dirigentes polìticos de todo el espectro coincidieron con el ministro de RREE Foxley en exigir de Lima la máxima sanción para Donayre: su destitución.

Lima tardó –considerado el paso del tiempo desde el nerviosismo chileno– en responder. Y cuando lo hizo la Cancillería peruana fue escueta y clara: Donayre era un oficial distinguido, comandante en jefe designado constitucionalmente por un período que concluía la primera semana de diciembre de 2008, y sólo el Presidente de la República tenía facultades para removerlo, y éstas eran discrecionales.

Alan Gacía no las puso en juego –de haberlo querido hacer probablemente hubiera desatado un conflicto interno– y Donayre dejó el cargo llevado en andas por sus subalternos y colaboradores el cinco de diciembre. Incidente cerrado.

Pero la cosa no acabó ahí. Al terminar la primera semana de diciembre el humor limeño –soterrado, indirecto, letal– clavó banderas en La Moneda y en el Parlamento chileno: José García Belaúnde, ministro de Relaciones Exteriores de Perú (izq.), sugirió a los estamentos del gobierno chileno modificar la Ley Nacional del Cobre; ésta, un instrumento de la dictadura militar-cívica de 1973/2000, destina un 10% de las utilidades devengadas por el Estado por las ventas del metal a cubrir las necesidades de los gastos e inversiones militares sin mayor participación de las autoridades civiles.

Gran enojo en el palacio de Gobierno en Santiago: "No es aceptable (…) que un canciller de otro país (diga) cómo se debe legislar". Fue la reacción extereorizada por el ministro Francisco Vidal (der.), alguna vez cadete militar y actualmente profesor de historia. El (buen) humor de Lima hizo que a continuaciòn tomara la pòsta nada menos que el presidente García: dio por superadas las diferencias e instó a que los dos países trabajen en armonía y unidos.

Fue incluso más allá, al reconocer que era legítimo que el gobierno chileno pueda "ofenderse por unas expresiones (las de Donayre), pero no me diga usted lo que tengo que hacer, no soy súbdito de allá. (…) Hay estos incidentes que de pronto nos recuerdan nuestros odios del pasado". Chile y Perú se enfrentaron en dos guerras a lo largo del siglo XIX, perdiendo el Perú ambas. Sin embargo era la vieja casa virreynal marcando la huella que debía obedecer la capitanía general.

Tragando saliva y con esos modales a que tienen acostumbrado al país los personeros y personajes de la Concertación –esos para quienes la memoria o la consecuencia es un aditamento inútil– Vidal puntualizó: "Ojalá que todos nos pongamos de acuerdo para dar vuelta la hoja de verdad…"

¿Qué queda si se da vuelta la hoja de la verdad?
 

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