Desmadejando: Los dueños de Venezuela

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Del entrecruzamiento y ruptura de los géneros en materia de escritura anunciado por el Romanticismo, madurado y concretado a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, es el periodismo el principal ganancioso. Porque si la novela pudo convertirse en poesía, en historia, en no ficción -y la poesía tanto en crónica como en delirio- el periodismo logra convertirse en punta de lanza para la difusión del pensamiento social, medio insoslayable para los procesos aculturación en un mundo que se integra con celeridad y herramienta en absoluto desdeñable para la transmisión de conocimientos.

La realidad de la existencia de un periodismo a veces mercenario, sectario o intrascendente -ruta, la última, que se impone con la televisión a partir de la década 1951/60 y que domina tambien en la prensa escrita al iniciarse el siglo XXI- no invalida su carácter de herramienta poderosa. Que se evidencia en la segunda mitad del XX al fusionarse con la novela y parir en maridaje con ésta obras como A sangre fría, del estadounidnese Truman Capote, para señalar sólo un ejemplo.

fotoEmpero si la literatura de no-ficcion es básicamente novela: cruces de la realidad -realidades cruzadas, hechos ocurridos, consecuencias anotadas- dentro un marco generado por el autor, los últimos 30 años vieron crecer otro mestizaje. La investigación periodística de largo aliento.

Sin la complejidad propia de la investigación científica -sobre todo alejado de la jerga científica-, pero distante también de la inevitable final superficialidad de la crónica -simple, breve, a menudo esquemática-el periodismo de investigación trascendió el soporte de de los medios para convertirse, en cierto modo, en la idea primera del cine: un ojo enfocado sobre el mundo.

Los dueños de Venezuela

«Este no es un libro sobre economía, tampoco de historia y mucho menos de sociología, Sólo se trata de periodismo…»

En noviembre de 2002 el periodista Ernesto Carmona publica Los dueños de Chile, que alcanzó dos ediciones en menos de tres meses, sin contar -como es obvio- con las reseñas y el espacio que la «gran prensa» suele brindar a otros productos literarios. Sobre esa base una nueva investigación fructificó Los dueños de Venezuela. El libro, recién publicado en Caracas (Fondo editorial Question, setiembre 2004) no merece pasar inadvertido en otros paises latinoamericanos.

Mucho -tal vez demasiado, y con más pasión que razones- se ha escrito sobre Venezuela en los últimos años. La increíble ineptitud y el no menos increíble despilfarro de sus gobernantes logró hacer del primer productor de petróleo de la región suramericana un país de contrastes: Haití y Punta del Este separados por el ancho de una autopista. Tal vez sólo en México y Argentina medran, medraron, gracias a la «calidad» de su corrupción, tantos de sus estamentos dirigentes.

El fracaso de la asonada de Hugo Chávez -segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez-, su juicio y prisión, el cumplimiento de la pena, su ascenso político y su elección como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, sus encontronazos con una oposición nada dispuesta a ceder un centímetro a esa «manga de negros», el estrangulamiento del sistema de créditos para los pequeños productores, sus propios errores -¿por qué no sus propios errores?-, la imposibilidad de borrar prácticas corruptas en la administración pública, en fin, y sus algunas coincidencias con el gobierno cubano, que estiraron la frágil convivencia ciudadana hasta la ruptura y el golpe de Estado, hicieron que los asuntos venezolanos sean titulares de la prensa internacional.

Los titulares, sin embargo, en la tradición montada por el sensacionalismo periodístico de comienzos del siglo XX -que el latinoamericano de comienzos y mediados del XIX era esencialmente político- poco explican. La información en boga se limita a decirnos desde qué punto hasta que lugar se mueven los actores sociales; los identifica por su aspecto, por su color, por su religión, pero escamotea las razones del movimiento, nos deja en ayunas sobre su historia, idiosincracia, objetivos; no establece causales entre acción y reacción.

Lo que se hace evidente en Iraq, permanece todavía en sombras en Venezuela y se olvidó en Afganistán, en Nicaragua, en Argentina; quedó atrás en Colombia y no existe en «las noticias» que nos hablan de Cuba, o de México, o de El Salvador. Vivimos un mundo de marionetas sin darnos cuenta que nos miramos en un espejo, que somos las marionetas.

Con lenguaje sencillo, sin ceder a la provocación de la estadística ni al regodeo históricista, Carmona nos conduce por los meandros -y los rápidos- que propone el hecho de escudriñar las relaciones entre los grupos de poder y riqueza en Venezuela. Pero no en una Venezuela aislada, sin conexión con los países latinoamericanos o con los centros -de mayor riqueza y poder- que influyen, a ratos determinan, las conductas y la ideología de aquellos.

Claro, siempre es posible decir que los datos son falsos o que, sin ser inexactos, están organizados según el arbitrio del autor para agredir las libertades democráticas y la honra de las personas. El que quiera leer que lea.

Los dueños de Venezuela será publicado en breve en Santiago de Chile en conjunto por Revista Punto Final y Ediciones del Leopardo.

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