El dedo en la llaga: Petras le escribe a Saramago

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Estimado José Saramago:

«En el último tiempo Colombia -infame por sus escuadrones de la muerte patrocinados por el gobierno y por las matanzas de campesinos- se ha convertido en el lugar favorito desde el que algunos de los más conocidos intelectuales del mundo occidental disertan sobre asuntos morales… Condenando a la Revolución Cubana (Susan Sontag) y a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (don José Saramago).

Permítame comenzar dejando en claro que no tengo ninguna objeción a la promoción de su último libro en cualquier parte del mundo, a menos que ésta se preste a apuntarle méritos a un régimen que es responsable de miles de muertes y del desplazamiento de dos millones de campesinos. Como hombre autoproclamado de izquierdas, usted ha leído y es versado en política internacional, particularmente en la de América Latina a la que usted visita con feecuencia, donde suele disertar, publica y habla con numerosos periodistas, intelectuales, políticos notables y otros «formadores de opinión».

Cuando usted se refiere, interpreta y juzga a políticos, grupos políticos y países, lo hace sobre la base de una selección de los hechos y opiniones que coinciden con sus valores e intereses. Sus juicios los emite desde una perspectiva ideológica; no habla desde la ignorancia,.

Durante su visita a Colombia usted descartó a dos grupos guerrilleros, las FARC y el ELN: «En Colombia no hay guerrilla, son simplemente bandas armadas». Afirmó que ellos no son verdaderos comunistas porque «se dedican a secuestrar y asesinar, violando los derechos humanos». Admitió con generosidad que «quizás al principio lo fueran, pero no ahora». Consideró que la lucha guerrillera sólo se justifica cuando «un país está ocupado por un invasor extranjero y el pueblo se debe organizar para resistir».

Saramago: como usted bien sabe hay muchas condiciones bajo las que un pueblo se levanta para derrocar a sus opresores -dictaduras militares, regímenes civiles asesinos, terratenientes y sus escuadrones de la muerte, etc.-. Mi estimado José, recordará usted ciertamente la resistencia armada contra Franco, el exitoso derrocamiento de la dictadura portuguesa en 1974, así como la lucha de la guerrilla popular en Centroamérica contra los tiránicos «regímenes civiles» en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. ¿O piensa usted que las guerrillas de Zapata, Farabundo Marti y Fidel Castro eran mayormente «bandas armadas» porque no siguieron su precepto de votar «en blanco»?

Ellos no se rebelaron contra un invasor extranjero -aunque había en abundancia capital, consejeros militares y sofisticadas armas extranjeras-. Me temo, Pepe, que su criterio político niega las grandes figuras y los hechos emancipadores del siglo XX. Esos referentes revolucionarios continuarán ilustrando a millones de personas en lucha contra los tiranos después de que sus entrevistas y opiniones sean relegadas al tacho de la basura de la historia.

Pero dejemos por un momento de lado su infortunada amnesia histórica. Discutamos sobre las guerrillas en Colombia, en particular, las FARC. Las FARC fueron formadas por 46 activistas campesinos en 1964. Después de numerosos esfuerzos por construir comunidades productivas pacíficas, sufrieron persecución y fueron testigos de la destrucción de sus cosechas, sus casas y sus ganados por parte del ejército, al tiempo que eran asesinadas sus familias, amigos y vecinos. Todo ello bajo un régimen civil electo, oligárquico y represivo, puede estar seguro, bajo mando colombiano asesorado por fuerzas especiales estadounidenses.

¿Debieron ellos haber vertido ceniza sobre sus cabezas, esconderse tras un arbusto y esperar hasta las próximas elecciones para emitir un voto en blanco? ¿Garantizaría usted sus vidas cuando fueran caminando hacia el colegio electoral? Sí: usted concede que al principio las FARC pudieron haber sido comunistas… ¿Pero no después?

Veinte años después las FARC negociaron un acuerdo de paz, con el entonces presidente Betancourt, para que muchos de sus militantes y algunos de sus líderes pudieran formar un partido, la Unión Patriótica, y cpmpitieran en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Entre 1984 y1989 más de 5 000 integrantes y activistas electorales fueron asesinados por el ejército colombiano, la policía y los escuadrones de la muerte, incluyendo a dos candidatos presidenciales populares. Las FARC volvieron a la lucha armada.

Don José, ¿fue este el punto en que ellos dejaron de ser comunistas? ¿Deben ellos volver a «votar en blanco»? ¿Dónde? ¿En el destierro? ¿Desde Lisboa? Está claro, Pepe, que las guerrillas volvieron a las armas porque no había ninguna otra forma de sobrevivir y continuar la lucha por lo que usted llama una «democracia eficaz» y contra los «plutocrátas económicos» a quién usted condena verbalmente.

Entre 1999 y 2001, las FARC resolvieron suspender la lucha armada y negociar una vez más, ahora con el régimen de Pastrana. Insistieron en una zona desmilitarizada -libre paramilitares y militares-. Lanzaron un programa político: reforma agraria, control público nacional de recursos estratégicos y grandes obras públicas para generar trabajo. El programa fue puesto sobre la mesa y se convirtió en la base para negociar un acuerdo de paz y justicia. Usted seguramente recuerda esos días, han pasado sólo unos años. Fue sólo unos años antes de que usted fuera honrado con el Premio Nobel.

Pepe, usted recuerda ciertamente que las FARC establecieron una serie de foros públicos y talleres e invitaron a académicos, sindicalistas, granjeros y gente de negocios para que presentaran documentos y propuestas. Pepe, usted seguramente recuerda esas reformas, sobre todo la propuesta para desmilitarizar el país, en ambos bandos. Doctor Saramago, usted en su calidad de escritor sabio y mundano sabe que las «bandas armadas» no convocan foros, ni escuchan y aceptan propuestas de una diversidad de fuentes para hacer de Colombia una democracia eficaz.

El régimen de Pastrana -abruptamente- rompió las negociaciones con el apoyo del gobierno estadounidense y lanzó un ataque masivo en la zona desmilitarizada. ¿Debió la guerrilla, y sus partidarios campesinos, haber respondido preparándose para emitir «votos en blanco»? ¿Hubieran sobrevivido ? ¿Fue ése el punto en el que, en su opinión, las guerrillas se convirtieron en «bandas armadas de secuestradores y asesinos?» Yo soy serio, Saramago.

Quiero que usted me dé su respuesta porque la propuesta de las FARC para la reforma agraria y la desmilitarización tiene el apoyo de los millones de campesinos, desposeídos y torturados por el gobierno colombiano que usted se negó a nombrar en la que -oblicuamente- llamó «la situación en Colombia». ¿Por qué semejante discreción cuando se habla de un gobierno terrorista como el del actual presidente Uribe, que lanzó una política de tierra arrasada a lo largo del país…?

Por qué su silencio sobre Uribe, José? ¿Por qué no condena la masiva presencia a estadounidense en Colombia, los tres mil millones de dólares en ayuda, los 800 consejeros militares, una docena de bases militares y varios miles de mercenarios pagados por el Pentágono? ¿No cuenta eso como «invasión extranjera», Pepe? ¿O necesita usted 10 mil millones de dólares y cinco divisiones de marines para llamarla una ocupación militar, para considerar a las FARC y al ELN auténticos movimientos guerrilleros y no «bandas armadas» de merodeadores y asesinos?

Pepe, yo no lamento escribirle de esta manera directa y atrevida… No sólo es debido a mi estilo, sino consecuencia del enorme daño político que usted ha cometido. Los términos que ha usado para calumniar a las guerrillas se hacen eco de la retórica del Pentágono, de Uribe y del resto de la oligarquía colombiana.

Su lenguaje político -que inhabilita a la guerrilla en Colombia- es el utilizado a lo largo de América Latina por las clases gobernantes contra los movimientos populares. En Brasil, Paraguay y Bolivia, los terratenientes describen a los trabajadores campesinos y movimientos de los sin tierra como «vagabundos», delincuentes y «bandas armadas».

¿Saramago, quién es el responsable original de esos términos, usted o los terratenientes?

Pepe, terminaré diciéndole lo que pienso

La guerrilla -las FARC y el ELN- son hoy y fueron siempre guerrillas. Están armadas porque tienen que estarlo, porque Colombia necesita cambios de fondo y el sistema político no permite otros medios, incluidas elecciones que puedan celebrarse sin terror ni intimidación. Usted tiene derecho a opinar, pero las circunstancias, el contexto y la sustancia de sus comentarios sólo pueden entenderse como elementos que fortalecen a los líderes terroristas y a las fuerzas militares de Colombia.

Usted afirma ser comunista; pero hay muchos tipos de «comunistas» en la actualidad: aquellos que robaron el patrimonio público de Rusia y se volvieron notables oligarcas; aquellos que colaboran con el brutal régimen colonial americano en Iraq; aquellos que se han esforzado durante cuarenta años en las fábricas, selvas y campos de Colombia para una sociedad sin clases. Y aquellos «comunistas» que temen el problema -imperialismo- y tienen miedo de la solución -revolución popular- y hacen de todo ello una cuestión de preferencias personales.

Las ideas, como usted sabe, tienen consecuencias y sobre todo usted, José, sabe que sus palabras son seguidas por millones de sus admiradores literarios. Piense antes de hablar de «bandas armadas», porque estará justificando el asesinato de miles de colombianos que han escogido tomar el camino más difícil y peligroso para la emancipación de su país.

En el pasado reciente hemos compartido opiniones y posiciones. Pero de aquí en adelante tomamos caminos divergentes. He perdido mi confianza en usted. Usted ha defraudado mis esperanzas. Usted siga su camino que yo sigo el mío.

Sin dolor ni pesares,

James Petras

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