El despertar de Ameroibérica

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Las culturas indígenas no tuvieron originariamente un nombre especial que distinguiera su territorio de otros lejanos; toda la Tierra y las tierras eran representación del todo, en el que vivían. Eran parte de la M;adre universal. Al sur de los mayas, al parecer, se empleaba el término Abya Yala para en él reconocer la vastedad de la geografía. Pero Abya Yala no significa continente, probablemente quería decir "tierra viva", "tierra que florece", "lugar maduro para la vida". Y es la vida, ampliamente, lo que rescata el proceso político boliviano.

Otras culturas, que no conocieron, se desarrollaron sobre la consideración de las diferencias: el nosotros contra ellos, el otro como amenaza. No quiere esto decir que no advirtieran la necesidad de un orden político ola necesidad de unificar naciones; tampoco que algunos dejaran de invadir a sus vecinos por asuntos de riquezas o límites no establecidos. O que no hubiera pueblos más poderosos que otros.

Todos ellos, sin embargo, compartieron y comparten hasta el presente que la unidad entre los seres humanos y la naturaleza es indivisible. Salvo en casos excepcionales no encontraron los europeos en América el feroz deterioro ambiental que comenzaba a hacer estragos en torno de sus ciudades y centros mineros. En Amérca de Sur en la geografía incásica esto es notorio.

Los adelantados españoles pudieron hacer las extenuantes jornadas entre Lima y el valle de La Serena actual, por ejemplo, gracias a que el altiplano estaba poblado y se practicaba en esos pueblos una agricultura que aseguraba el sustento. Doscientos años después los poblados comenzaron a desaparecer y hoy sólo quedan ruinas y vastos cementerios donde reposan quietas las momias seculares, La minería arrasó con todo y amenaza depredar lo que hasta hoy se conserva.

Bolivia es un país indígena –toda América lo es o conserva huellas profundas en el mestizaje de esa pobaciòn originaria con quienes se han avecindado en estas tierras– y, como oaís indígena y mestizo no parecen sus habitantes dispuestos a dejar de lado la herencia de siglos. Ni la solidaridad ni la hoja de coca. Ni el ser pacíficos ni el olvidar a la Madre.

El proceso que encabeza Evo Morales, por eso, abre una etapa probable que podría cambiar el rostro de nuestras sociedades empecinadas en negar lo evidente: que son sociedades mestizas por cualquier concepto que se quiera.

Este documental, que que se puede ver por cortesía de TeleSur, realizado por los jóvenes cineastas argentinos Jose Haidar, Andrés Jones y Pablo Sosa, permite un acercamiento no sin detalle al desarrollo del proceso boliviano y su repercusión en el resto de Latinoamérica. Tiene una duración de 40.56 minutos

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