El diablo y otros líos hacen nido en Twitter o Chávez lo hizo otra vez

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Lagos Nilsson.

La década de 1981/90 fue rica en una discusión cuando recién la internet asomaba para extender las posibilidades de la computadora u ordenador electrónico, entonces todavía un juguete caro con regusto a ciencia-ficción; 20 años después, ahora mismo, un político retoma en la práctica el sentido de esos debates. La discusión era sobre la democracia y la comunicación. No se ha zanjado

En la mira de muchos servicios de espionaje —y otros todavía menos santos— Hugo Chávez no teme a que "hagan inteligencia" de sus hábitos, gustos, estilo y pensamiento y se metió nomás, como millones, a gorjear en el Twitter (que eso significa en inglés twitter: gorjear, el gorjeo es el lenguaje de los pájaros). Pocas horas después de sumarse a la llamada red social, unas 30.000 personas lo seguían.

Grosso modo se discutía en los primeros foros virtuales el valor posible de la internet como herramienta para extender el ejercicio de la ciudadanía —y sí, también de las ideas, el conocimiento, las artes, las ciencias, las metodologías pedagógicas y andragógicas, etc…— al hacer posible la comunicación horizontal, directa, inmediata y sin protocolos entre las personas; vale decir: en política entre los que mandan y los que son mandados.

Ingenua como es la comunidad humana distante de los centros de poder y riqueza, pocos entonces alertaron o supusieron que a finales de la década siguiente la red de redes se convertiría en el reino de empresas más o menos fraudulentas, como la prostitción, paidófilos (con todo y curas incluidos), violadores, jugadores compulsivos, mercenarios, en fin, y coto de caza de las queridas CIA, NSA y suma y sigue.

En los últimos años la discusión no versa sobre las posibilidades de la red para adecentar la política, la cultura o simplemente las relaciones humanas no económicas, sino acerca de cómo impedir que las corporaciones de poder, los gobiernos (uno especialmente) y otras beneméritas instituciones se apoderen de ella y apreten —continúen apretando— los anillos de censura y exclusiones.

Una batalla perdida probablemente; la red depende de satélites de comunicación y no es un misterio quien tiene el dominio de esos satélites…

De cualquier modo el siglo XXI amanece con una serie de emprendimientos, rigurosamente privados, cuya misión es la de facilitar el intercambio grupal abierto: Facebook, Twitter, YouTube, los principales; que un periodista británico haya descubierto que Facebook es un negocio del espionaje estadounidense no significó una merma sensible de sus operaciones. Puede que pronto alguien descubra y de a conocer funciones no conocidas de Twitter.

Y en medio de estos intrilingüis aparece el presidente venezolano gorjeando como @chavezcandanga. ¿Candanga? La cosa se pone peligrosa.

Porque en muchas sociedades Candanga es nada menos que el diablo, el ángel rebelde, el que no quiso seguir como herramienta de la divinidad y, quien sabe, quizá exigió su alma propia —que no habría conseguido

(tal vez sobre todos estos espinudos asuntos teologales alguna vez nos ilumine otro presidente, el chileno Piñera, que ha dado claras señales de su preparación literaria; es cosa que se ponga a gorjear en Twitter, no, ¡por favor! que cante otra vez frente a las cámaras de TV)—.

En otras sociedades candanga tiene un sentido más sencillo: es un lío, un embrollo, y será candanga, así, que el los provoque. Bien por Chávez.

¿Seguirán su ejemplo otros hombres-de-poder? Difícil: no se atreverán, dirán que es populismo barato, demagogia, pérdida de tiempo. Todo es válido para no escuchar la vox pópuli.. Veremos cómo le va a Chávez. De cualquier modo hay que tener valor para saltar al ruedo —diría un aficionado a los toros, y en Venezuela los hay.

 

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