El «libre mercado» desata la peor crisis financiera desde la depresión de los años 30

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The Guardian*

La economía global enfrenta la crisis financiera más grave desde los años 30, afirman el Fondo Monetario Internacional y George Soros; Bloomberg News la denomina "la peor crisis financiera desde la Depresión". Los directos responsables de semejante estropicio son los intolerantes economistas de la Escuela de Chicago que impusieron en todo el mundo el dogma del "libre mercado" e insensatas políticas de desregulación, liberalización y privatización.

Quebró el gigante Lehman Brothers; el desesperado Bank of America compró a Merrill Lynch que se ahogaba; cadáveres financieros como AIG, Washington Mutual y otros hacen cola para la morgue. El ultraliberal secretario del Tesoro norteamericano Hank Paulson tuvo que nacionalizar Fannie Mae y Freddie Mac, la mayor intervención pública en la historia de los mercados financieros, por temor a que una crisis financiera global desencadenara la mayor depresión desde los años 30.

En junio de 1992, el entonces jefe del Citibank John Reed declaró a la revista Veja de Brasil que Bolivia y Perú desaparecerían del mapa como la Unión Soviética. Y 16 años después el Citibank y todo el sistema financiero están al borde del colapso, asevera sin pelos en la lengua el economista norteamericano Lyndon LaRouche, mientras que Bolivia motoriza una revolución nacionalista que se extiende por todo el continente americano.

Los analistas, expertos y la prensa especializada de occidente, incluido el New York Times, culpan a la Reserva Federal y a Alan Greenspan de todos los males causados por la burbuja inmobiliaria.

El banco central norteamericano bajó los tipos de interés luego del estrepitoso colapso de la burbuja tecnológica en 2000; los redujo aún más después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, y luego los mantuvo bajos a pesar de que los especuladores empezaron a comerciar con las viviendas.

La Fed se limitó a contemplar cómo los asistentes de Wall Street ingeniaban inversiones diabólicamente complicadas ligadas a las hipotecas, generando volúmenes gigantescos de capital especulativo que convirtieron a los bienes raíces en material de conflagración, analiza el New York Times.

Respaldado por la Universidad de Chicago y un zaguanete think tanks derechistas, Greenspan dio a toda esta teoría económica del derrame de la riqueza hacia abajo una pátina de racionalidad, con la pretensión retórica de que la burbuja financiera ayudaba a los propietarios de vivienda más que a los prestatarios hipotecarios y a Wall Street, explica Michael Hudson, ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank, ahora JPMorgan Chase & Co.

El papel de Greenspan -sigue Hudson- fue presentar el endeudamiento como "deuda apalancada" capaz de acelerar la "creación de riqueza". No se refería al tipo de "riqueza" definida por Adam Smith en La riqueza de las naciones (medios de producción tangibles), sino a títulos financieros de balance contable sobre esa riqueza en forma de acciones, obligaciones y derechos de propiedad.

Adam Smith dijo que contabilizar esas formas monetarias junto a la tierra y el capital reales en Gran Bretaña significaría contabilizar por partida doble. El lado del Debe del balance contable de la economía -lo que los productores deben a los financieros y a los propietarios- se convirtió en el único tipo de riqueza que realmente preocupaba a Greenspan.

Más de una generación de intolerantes de la Escuela de Chicago esterilizó la teoría económica como disciplina académica y la convirtió en buena medida en un glosario retórico destinado a describir a la oligarquía financiera como si se tratara de una democracia económica populista.

No se puede razonar con los Chicago Boys que defienden los mercados financiarizados como mercados pretendidamente "libres". La razón no es su oficio. No están aquí para ser ecuánimes.

Los economistas prefirieron taparse los ojos a la hora de observar la distribución de la riqueza y la distinción clásica entre actividades productivas e improductivas, entre el ingreso "ganado" y el "no-ganado" (es decir, parasitario). Por la época en que iba cediendo la represión sexual y empezó a poder hablarse del asunto, diríase que la discusión de los problemas de la distribución de riqueza tomó el relevo para convertirse en el nuevo asunto políticamente incorrecto.

La ortodoxia económica actual tiene que fabular que los mercados funcionan de modo equitativo, ofreciendo oportunidades para todos. Para defender esa visión del mundo se necesita forjar una retórica capaz de presentar a la regulación estatal como una acción clepocrática, no como protección de la población ante unas finanzas predatorias.

La idea que Greenspan tenía de los "mercados libres" consistía simplemente en la desregulación situando a conocidos antirreguladores en posiciones gubernamentales claves para la regulación. Según Hudson, eso resultó en el expolio de activos y en la creación de algunos conspicuos multimillonarios que alaban a Greenspan por su contribución a la "creación de riqueza".

En ese contexto, resultó un tanto extraño que los mercados financieros de Tokyo, Londres y Nueva York, cuyos corredores se dedican a ensalzar al libre mercado, dieran gritos de alegría tras el anuncio del Tesoro norteamericano de que dos gigantes del mercado hipotecario de Estados Unidos serían puestos bajo "tutela" del Estado.

Ciegos, locos e idiotas

Cuando se contrajeron los mercados en agosto de 2007, pocos profesionales financieros anticiparon que los bancos centrales y los ministros de economía de todo el mundo todavía andarían apagando el incendio 13 meses más tarde.

Los bancos centrales recortaron tipos de interés, inyectaron dinero en el sistema bancario, trocaron títulos sin valor respaldados por hipotecas a cambio de sólidos títulos del Estado y convirtieron bancos desfallecientes en propiedad pública. En todas estas ocasiones los mercados se han recuperado con la esperanza de que la última crisis sería una catarsis, y en todas han demostrado estar equivocados, señala Larry Elliott, director de la sección de economía del diario británico The Guardian.

Fannie Mae se estableció en la década de los 30 del Siglo XX como parte de las reformas del New Deal con la finalidad de ayudar a la economía norteamericana a recuperarse de la Depresión. Ahora, su rescate y la decisión de convertirla en propiedad pública pone de relieve la bancarrota del modelo a rueda libre que sustituyó al sistema financiero mucho más severamente regulado de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dice Elliott.

"Dejémoslo claro: el mundo es hoy el estropicio que vemos, no porque la regulación estatal de los bancos fuera demasiado restrictiva sino porque el Estado se mostró demasiado tímido frente a las demandas de desregulación, liberalización y privatización. El resultado fue una especulación excesiva, además de economías en las que el sector financiero mantiene demasiada influencia y las estructuras de retribución atraen a la insensatez", afirma el periodista del diario The Guardian.

Muchos analistas dudan que el rescate de Paulson marque el principio del fin de la crisis crediticia; algunos creen que fue un acto de desesperación que precisaba el horrendo estado del sistema financiero internacional.

Según Elliott, el libre mercado no tiene otra respuesta al problema que la de dejar que los bancos se estrellen. Pero ningún responsable político, ni siquiera aquellos con el historial más impecable de "laissez faire", está preparado para dejar que revienten Bear Stearns, Northern Rock o Freddie y Fannie. Se puede permitir que algunas instituciones más pequeñas se hundan, pero la comunidad financiera global tiene hoy instituciones que son sencillamente demasiado grandes como para dejar que se derrumben.

El economista norteamericano Lyndon LaRouche es enfático: "Todos los planes de rescate líquido con los que están saliendo la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos, así como otros idiotas, son una locura absoluta".

"Los miembros del Congreso, que no han dejado de meter la pata de manera miserable desde julio de 2007, tienen que meter en cintura a este Presidente (Bush), un total inepto. No creemos que esto sea todo culpa del Secretario del Tesoro, pensamos que estaba recibiendo órdenes directas de su Presidente", añade LaRouche.

Todos los bancos e instituciones financieras están enfermos, pero hay que ser muy juiciosos sobre qué rescatar, recomienda LaRouche. Su propuesta es "congelar absolutamente todo, pasar a una mentalidad de reorganización por bancarrota, y ordenarle al Congreso que apruebe la ley de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda".

"La pandilla ahora al mando estaría dispuesta a sacrificar al sistema para no someter a sus amigos a una bancarrota (pero) este es el momento de golpear con potencia política, porque si no lo hacemos pronto no quedará nada de la economía estadounidense, ni de ninguna otra", alerta LaRouche.

En estos momentos hay sectores del sistema federal o banqueros abiertos a un cambio. No hay duda que el Congreso exigirá una reglamentación más estricta para las actividades de los bancos norteamericanos.

Larry Elliott del diario The Guardian opina que si ha habido un momento para adoptar controles sobre la capacidad de los bancos para crear cantidades ilimitadas de crédito, para restringir las formas más tóxicas de derivados, para frenar las actividades de los hedge funds, para insistir en que las estructuras de remuneración no queden sesgadas en favor de la especulación temeraria, y para hacer uso de las leyes anti-trust con el fin de deshacer el poder de las grandes instituciones, sin duda es éste.

La crisis del crédito debería significar una crisis para los partidos de la derecha porque fueron ellos los que respaldaron la campaña para dinamitar los controles sobre los mercados financieros en él último cuarto del siglo XX. Sin embargo, presagia Elliott, es poco probable que los republicanos norteamericanos o los conservadores británicos paguen el precio de sus errores políticos del pasado.

Ni Barack Obama ni Gordon Brown parecen dispuestos a aprovechar el momento socialdemócrata. "Es una política estúpida: significa que lo que debería suponer una crisis para la derecha se ha convertido en crisis para la izquierda", reflexiona Elliott.

La dimensión política de la crisis

Michael Hudson está convencido de que la guerra en Irak y la acelerada transformación de los EEUU en un Estado policial son corolarios lógicos de una polarización económica que echa sus raíces en políticas erradas que sirven a los particulares y muy minoritarios intereses de grandes empresarios, banqueros y de otros intereses creados.

Respecto al Estado policial, y en última instancia a la agresión militar requerida para promover "mercados libres" a punta de fusil, Hudson opina que la construcción de imperios siempre ha ido de la mano de la pauperización de la población, en el centro del imperio no menos que en su periferia. Para que se entienda: los imperios y las guerras no compensan, al menos en los tiempos modernos. En el mejor de los casos, son como la guerra de Irak: un vehículo para que la administración Bush canalice miles de millones de dólares "desaparecidos" hacia quienes le financiaron la campaña electoral. El conjunto de la economía está sujeto a gravamen cuando el imperialismo se vuelca al expolio de activos.

La vieja teoría de Hobson sobre el imperialismo sostenía que la población nacional carecía de ingresos suficientes para consumir lo producido, de modo que los productores tenían que buscarse mercados foráneos. Eso llevaba a la guerra.

Pero en nuestros días el imperialismo "postindustrial" tiene más que ver con el reciclaje de riqueza a fin de producir ganancias de capital, principalmente por la vía de la globalización y la privatización de la Economía de la Burbuja. Los mercados más importantes para la "creación de riqueza" no son los de bienes y servicios, sino los de bienes raíces y activos financieros.

*Publicado por Bolpress

Fuentes

1. La crisis crediticia se agrava: ¿quién nos metió en el berenjenal y qué opciones políticas hay para salir de él?; entrevista de Mike Whitney a Michael Hudson, Parte I y II, Counterpunch 10 de septiembre 2008; traducción de Ricardo Timón para www.sinpermiso.info

2. Salvar a Fannie y Freddie: nacionalización pura y simple, Larry Elliott, The Guardian 9 de septiembre 2008, traducción Lucas Antón para www.sinpermiso.info

3. Hacer frente a la desintegración financiera, Lyndon LaRouche – Gretchen Small, LPAC, Washington.

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1 comentario
  1. hola dice

    Claro que es un Gran fallo del libre mercado, si señor. El modelo económico del libre mercado (la libre empresa, para ser mas claro ) en su teoría promete que… la perfecta competencia entre numerosas empresas les impide alzar los precios de sus productos ( les impide la «inflación de precios o burbujas » ) de tal manera que ya no podrán achicar su producción para inflar los los precios y su única forma de obtener rentabilidad razonable con los precios tan bajos (muy cercanos a los costos), ahora será producir y vender lo máximo posible ….

    ¿ y dónde está la Gran falla ? justamente en eso mismo…

    Nunca nos dijo cómo podríamos arreglarle la cabeza a los políticos corruptos, para lograr que dicten las leyes por las cuales cualquier ciudadano cesante consiga la educación para ser un empresario y además consiga un préstamo de capital para instalar su empresa competidora… Porque así fue como la teoría prometió que existiría siempre pleno empleo y siempre precios bajos… ¿ o no , o no , o no ?

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