El lugar más triste del mundo

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Lagos Nilsson.

Hay sucederes que no son noticia y dificilísimos de relatar con el llano lenguaje del periodismo; tampoco aceptan de buen grado los mandatos de la crónica y, por la huella que dejan en el ánimo, no pueden tratarse como ensayo. Mi viaje a Pisagua (norte de Chile) es uno de aquellos. Elegí —o me eligió— una forma infrecuente, pero al fin y al cabo entre las primeras que en la historia dejaron constancia de asuntos que se consideran importantes. No pido perdón por ello. En la Addenda intento enmarcar el por qué.

No la quiebra ni lame
a la costa la mar:
la llora entre el roquerío
la mira con mirada muerta
la siente como amor olvidado
como sangre que fue
y corre y corre y corre y nunca
termina de sangrar

Llegas por un camino
que discurre entre Sol y ruinas
Te acercan el tedio y el viento
y el polvo / Sabes
al cruzar los tamarugos
que no encontrarás recuerdos
Este año de 2010 nadie vio que concurriera el senador dizque socialista por la zona Fulvio Rossi, tampoco se acercó a Pisagua nadie del Comité Central de la organización. No debe extrañar: la dirigencia de esa colectividad sólo guarda con el socialismo la vergüenza de haberlo sido sus militantes de antaño. La desvergüenza es que todavía —a veces— canten con el manicurado puño en alto la Marsellesa Socialista.

Pudimos ver entre los deudos y los que se atreven u osan recordar esos años de plomo al abogado de DDHH y diputado comunista Hugo Gutiérrez. No preguntéis bajo qué bandera lucha un hombre, preguntaos primero cómo se bate por ella…

(Agradezco al poeta Alejandro Sepúlveda, Premio Gabriela Mistral de Poesía 2010, haber conducido desde Iquique por la Pampa del Tamarugal hasta Pisagua; en otro lugar dejaré constancia de los avatares de ese viaje).

 

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