El país que cazará al lobo

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Fabricio Estrada.*

Es una constante. Cae un gobierno constitucional –y querido por el pueblo–, la protesta se ahoga a balazos, palazos, violaciones, desapariciones; luego, con los apoyos de siempre, las superestructuras de la sociedad buscan arreglos, consensos y acomodos; se produce el tránsito de la dictadura al engaño institucional. El pueblo comienza a ser criminalizado. Éste es un testimonio sobre la Honduras que es, no la que venden los medios periodísticos.

No terminaba de llegar Manuel Zelaya a su exilio forzado en junio cuando Honduras se levantó y salió a la calle. Siete meses de manifestaciones, más de doscientos días de organizarse desde la base en la clandestinidad del trabajo precario, en el campo ancho, en los barrios, en casas y calles. Una etapa llegó a su fin.

Final que no marcó la elección (¿la "elección"?) de Lobo, sino la despedida al ex presidente. Más de 350,000 miembros de la Resistencia marchamos en Tegucigalpa hasta desembocar al final de la pista del Aeropuerto Toncontín, el mismo lugar donde nuestro primer mártir,Isis Obed Murillo, muriera aquel fatídico cinco de julio del 2009.

Previo a la salida del compañero Manuel Zelaya, la actividad cultural organizada por Artistas en Resistencia, dio una demostración más de la vitalidad con que asumimos la lucha.

El momento del despegue del avión fue conmovedor, un hito histórico inolvidable por las cientos de reacciones que provocó: consignas, lágrimas, promesas de vencer y refundar un nuevo país en medio de la despedida del primer presidente desterrado del siglo XXI en América Latina.

(Más que por su destierro, como muestra del luto y de voluntad popular inquebrantable, reflejo de ira por los sueños trizados, muchos pintaron la bandera con franjas negras, negras como el futuro inmediato, y otros de rojo, símbolo de que la lucha no acabó, de que recién empieza…)

Y como muestra, el acto simbólico del traspaso de la banda presidencial a tres representantes de la Resistencia: el niño David Montecinos, la "Abuela de la Resistencia" Dionisia y el dirigente del FNRP (Frente Nacional de Resistencia Popular) Juan Barahona. La ex-ministra del Trabajo, Mayra Mejía, fue la encargada de entregarles la banda.

Mientras tanto, el Estadio Nacional era llenado de militares hasta la coronilla, las calles de Tegucigalpa volvieron a sentir el peso de la Resistencia Hondureña, cada vez más fortalecida y decidida.

¡Nuestro camino hacia la Constituyente adquiere mayor fuerza!

Hasta la victoria.
Siempre.

* Desde Tegucigalpa.
Fotografías de Léster Rodríguez y Mayra Oyuela.

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