España no mira al sur: sobre naufragios y banquetes

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Oscar Taffetani*

El cable dice que 34 emigrantes subsaharianos fueron rescatados de una "patera" que naufragó a 40 kilómetros de la costa de Almería. Entre los 34 náufragos había "19 hombres, 14 mujeres y un bebé". Claro que al momento del rescate –de madrugada– ya las mujeres eran trece, porque una de ellas había muerto de frío.

De esas trece mujeres, una que estaba embarazada perdió su bebé en el hospital Torrecárdenas de Almería, pocas horas después del rescate. Cuatro de los náufragos seguían hoy (ayer) viernes 11 en terapia intensiva, incluyendo el único niño sobreviviente.

Cuando el precario bote inflable que los futuros náufragos abordaron partió desde algún lugar de la costa africana (lugar que nunca se identifica, puesto que ciertos gobiernos subsaharianos no reconocen que expulsan de esa manera a sus ciudadanos), eran cuarenta y ocho. En la travesía, por exposición al sol y por falta de agua potable, murieron catorce. De esos catorce, nueve eran niños.

"Los supervivientes dijeron al servicio marítimo que habían arrojado por la borda los cuerpos de los niños muertos, que tenían entre nueve meses y cuatro años", leemos en el cable.

"El lunes 7 de julio –completa el despacho de una agencia internacional– murieron 14 inmigrantes nigerianos cerca de las costas de Granada, después de que volcara la embarcación en la que pretendían llegar a España…"

Un mundo noticiable

Los náufragos que aparecen en la TV y los diarios son los que recoge la Guardia Civil española, en situación desesperada. Puestos bajo la custodia de las autoridades de Migración y de la Cruz Roja, envasados, etiquetados y vueltos a su lugar de origen (perdón por estas crueles palabras), esos seres humanos dejan de ser náufragos y dejan de estar en las noticias.

Dicho de otro modo: a la prensa y a los poderes políticos y económicos que mueven a la prensa, sólo les interesa un tramo de la sucesión de naufragios que padecen ciertas personas.

Hubo primero un naufragio en el propio país (Chad, Sudán, Guinea, Costa de Marfil, Liberia o Nigeria, por caso), un país que no los provee de lo indispensable para la vida. Pero ese naufragio no es noticiable. Hubo después un naufragio en el mar, con precarios botes a merced de las corrientes y del clima. Ese sí es un naufragio noticiable: la conocida saga de los subsaharianos, apetecida por lectores críticos y por lectores complacientes, en una Europa siempre satisfecha.

Finalmente, hubo un naufragio burocrático, con funcionarios de ésos que tocan a los sobrevivientes con guantes de látex (por las enfermedades que les podrían trasmitir) y con elásticos reglamentos que determinan quién se queda y quién no; quién puede trabajar como siervo en algún castillo (perdón por el anacronismo) y quién no; quién puede ser "facturado" al gobierno remitente (maldito sea este lenguaje) y quién no; quién será devuelto con sus crías y sueños al infierno de origen y quién no, etcétera.

Naufragios noticiables y de los otros. Así está el mundo. Así está el siglo. De palabras mentirosas y silencios verdaderos, de menciones involuntarias y omisiones deliberadas, se va construyendo la realidad "global" que venden a diario los medios de masas.

El G8 irrita a algunos

"El Grupo de los Ocho integrado por los EEUU, Japón, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Rusia –leemos en otra noticia– manifestó su preocupación por la subida de los precios de los alimentos que amenaza la seguridad alimentaria global, lo que llevaría a la pobreza a millones de personas. En una declaración en su cumbre de Toyako (Japón), los siete países más industrializados y Rusia se declararon dispuestos a hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de alimentos a corto y largo plazo".

Tras firmar la declaración –se lee en la misma noticia– los líderes de esas ocho potencias capitalistas se sentaron a una mesa de honor y brindaron con sake ritual servido en tazas de madera laqueada con las iniciales de cada presidente (sólo ese souvenir tuvo un costo de mil dólares por taza). Después del brindis, se les ofreció una degustación de 19 platos orientales titulada por el chef Katushiro Namakurauno Bendiciones de la Tierra y el Mar.

Dominic Nutt, de la organización Save the Children, dijo que era "hipócrita" que el G8 hablara de la crisis alimentaria y derrochara semejante lujo en su cumbre. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, declaró a la prensa, cuando lo consultaron: "no he visto el menú, pero creo que con dos platos se come bien…"

Si los líderes del G8 se reunieran en una choza y llenaran sus tazas con agua o mate cocido, nos preguntamos, ¿cambiaría verdaderamente algo?

La gran obscenidad del capitalismo no es el despilfarro de las minorías (un rasgo irritante, pero sólo un rasgo), sino la apropiación sin freno de los recursos y riquezas que pertenecen a todos, sea en España o en el Africa, en Canadá o en la China, empezando por el suspiro de la más pequeña y despreciada y no contabilizada de las criaturas humanas.

* Periodista. Agencia Pelota de Trapo, de la Argentina.

 

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