España, sobre elecciones y política: el eslogan de una chilena es: «Todos somos gilipollas»

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Francisco Cantalapiedra*

Si no vas a la peluquería por falta de pelo, te ahorras unos eurillos y te pierdes algunos cotilleos muy sustanciosos que yo sería incapaz de ver en la tele, porque me mola más CSI que cualquier programa del corazón. Pero como en la barbería todo el mundo espera, te pones de chismorreo hasta las patas y así aguantas hasta el próximo corte.  Gracias a que esta semana me tocaba igualar las patillas y arreglarme el pescuezo, he estado leyendo un par de reportajes en Interviú, que no ojeaba ni siquiera en el esquilador.

El más asfixiante ha sido uno sobre los jueces zumbados, sesenta de los cuales han sido incapacitados por narcisismo, paranoia, obsesiones, trastornos de la personalidad y otras enfermedades mentales. Antes de ponerme a temblar pensando en la cantidad de sentencias que estos pirados de la cabeza habrían firmado antes de acabar tomando Tranquimazín en plato sopero, cambié de reportaje y entré a saco en otro sobre promesas electorales, algunas ciertamente llamativas.

El trabajo venía a cuento de esa movida que se tiene montada Berlusconi, en la que se mezclan algunas señoritas que lo mismo llenan el harén del presidente que van de candidatas en las listas de su partido. El hecho de que algunas de ellas sean más putas que las gallinas, no les quita mérito ni para gobernar ni para representar al pueblo, porque nunca entendí por qué debemos fiarnos más de un registrador de la propiedad (es un suponer) que de una meretriz.

Bueno, pues el trabajo periodístico al que me refiero iba de eso, de candidatas electorales que ofrecían cosas originales a cambio de votos, y que abarcan desde una tal Pamela Jiles, que está haciendo ahora campaña en Chile bajo el eslogan «Todos somos gilipollas», hasta una tipa llamada Tania Derveaux, que en las elecciones belgas promete desvirgar a quienes apoyen su plataforma para no pagar descargas en internet, donde pueden verse sus fotos.

Es imposible saber cómo le irá a la señorita Derveaux en dichas elecciones, pero es evidente que la tía tiene experiencia en campañas llamativas y no tira la toalla con facilidad, porque en el 2007 prometió nada menos que hacer 40.000 felaciones para todos aquéllos que votaran su candidatura. Eso son promesas electorales y no esas pavadas del pleno empleo que luego resultan imposibles de cumplir.

La muchacha, de muy buen ver, ciertamente, se presentaba al Senado compitiendo con partidos tan tradicionales como la coalición de liberales y demócratas que han estado en el Gobierno belga y que garantizaban 200.000 puestos de trabajo, una fruslería comparada con el ‘curre’ que se le venía encima a Tania si hubiera salido elegida en el 2007. Qué envidia sentí no siendo belga ni pudiendo votar con esas ofertas al alcance de la mano y a pedir de boca, nunca mejor dicho.

Yo, como hace años que desconfío de las promesas políticas, hubiera intentado cobrarme el voto antes de empezar, que luego pasa aquello de prometer hasta meter, y una vez que se ha metido, olvidar lo prometido. Vamos, que si consigo que mi suegra vote por correo y la señora y la niña me confíen el suyo, me planto con cuatro papeletas en casa de Tania y me paso una tarde bomba. Bueno, o un par de días, que no es cuestión de gastar tanta energía en tan poco tiempo.

* Periodista.
En www.nortecastilla.es

Addenda

En rigor, lo que Pamela Jiles asegura es:
"Somos miles los jiles que entregamos todo el sacrificio y fuimos olvidados por una casta traidora. Somos miles y miles y miles los jiles que estamos llenos de rabia y estupor. Nuestro partido es sin duda el más grande de Chile. Todos somos Jiles… y estamos de vuelta para hacernos escuchar".

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