Estatizaciones, Techint, Venezuela y Argentina: Un cortocircuito que no fue

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Diego Ghersi*

 

 

 

 

Sabido es que en América Latina se desarrolla una lucha de poder entre los sectores “nacionales y populares” gobernantes y la oposición de corte neoliberal. Esta semana la batalla se desarrolló en torno al plan de estatizaciones venezolano, que involucró a Argentina y fue mediatizada de manera nada “objetiva” por la prensa corporativa “independiente” de ambos países. Diego Ghersi señala que pese a los intentos de la corporación mediática y los sectores de la derecha opositora de ambos países, Caracas y Buenos Aires supieron resolver la controversia a tiempo. Una muestra de la furia opositora. Más adelante, Víctor Ego Ducrot demuestra que una vez más, quedó expuesto el contubernio que existe entre la corporación mediática y los sectores más concentrados de la economía. Dios los cría y el viento los amontona.

Todo comenzó el 21 de mayo en Caracas cuando Hugo Chávez manifestó la intención de estatizar cinco empresas del sector siderúrgico, entre ellas Tavsa y Matesi, en las que Techint tiene mayoría, y el Complejo Siderúrgico Guayana (Comsigua), de la que el citado grupo es accionista minoritario.

La oposición en Argentina manifestó al instante una andanada de críticas, rumores e inexactitudes intencionales, que generaron un efímero malestar entre ambas administraciones y -por obra de los medios de prensa corporativos- se mezcló, a un mes de las elecciones nacionales legislativas, en la creciente campaña de desprestigio al gobierno de Cristina Fernández.

Las primeras informaciones recogieron la reacción inmediata de Techint: “Nos acabamos de enterar por los medios”, protestó por radio Luis Betnaza, director corporativo del Grupo. “Es todo muy confuso e insólito”, sentenció.

De ese modo, detrás de Techint se encolumnaron todas las cámaras patronales de Argentina, con señales de franco rechazo a la medida que fueron amplificadas por la prensa opositora.

El fuerte repudio a la iniciativa apareció en comunicados de la Unión Industrial Argentina (UIA), la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Asociación de Bancos de capital local (ADEBA), la de bancos extranjeros (ABA), la Cámara de Exportadores (CERA) y la Cámara de Comercio. Todos apuntaron contra Chávez, reclamaron una intervención decidida del Cristina Fernández en defensa de la industria nacional e intentaron maliciosamente asociar al gobierno con la maniobra expropiatoria.

Uno de los primeros en acusar al Gobierno argentino -con clara intención de convertir a la Casa Rosada en cómplice de la medida venezolana- fue el empresario agropecuario Mario Llambías, Presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).

“Cuesta creer que no hayan tocado el tema de la nacionalización de estas tres empresas. Todo parece indicar que ha habido una complicidad por parte del matrimonio gobernante", indicó el titular de CRA haciendo alusión a la estadía que el mandatario venezolano pasó en la residencia del matrimonio Kirchner días antes del anuncio.

Encolumnada detrás de su máximo responsable, CRA (qué recordemos, forma parte de la Junta Agraria) manifestó su interés en establecer "la enérgica defensa de los intereses de nuestros conciudadanos que es responsabilidad plena de sus atribuciones de gobierno".

A las quejas se sumaron los políticos de la oposición argentina, ávidos de rédito capitalizable en las próximas elecciones legislativas.

Con operaciones como Clarín y Techint, chirin chín chín los oligopolios mediáticos sintetizan tácticas y estrategias, como verdaderos conductores militares; al fin y al cabo tuvieron que leer al prusiano Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz para poder concluir que, en la actualidad, la guerra es la continuación de la política a través de los medios.

Para el caso que nos ocupa, Clarín y La Nación -sobre todo el primero que es el grupo multimediático más poderoso del país- conciben como estrategia su alineamiento estructural con los otros actores del bloque financiero-económico concentrado al que pertenecen, incluso en ocasiones en las, dentro del seno mismo de bloque, surgen diferencia faccionales (por ejemplo Clarín no se abroquelaría hoy tras el discurso de la telefónicas porque aspira a competir con ellas por el control de la telefonía y de Internet, pero si estaría dispuesto a hacerlo en todo aquello que defienda el modelo de economía concentrada).

Y como táctica, en medio de una coyuntura electoral (las parlamentarias del 28 de junio próximo), Clarín asume como propio el posicionamiento común del bloque hegemónico contra del gobierno de Cristina Fernández y sus listas de candidatos oficialistas.

¿Por qué esto último? Porque el bloque hegemónico tiene claro que no debe sobrevivir ninguna experiencia que pueda, aunque sea en forma tenue, controvertir sus intereses corporativos, ni mucho menos que pueda, por la dialéctica de los acontecimientos sociales y políticos, favorecer el surgimiento de una opción cuestionadora.

Es en ese complejo marco de estrategia y táctica, es que la operación Clarín y Techint chirin chín chín enderezó sus cañones contra el gobierno de Venezuela. Apuntar contra Chávez y contra el gobierno de la señora de Kirchner cierra el círculo tal cual lo cerraría el mismísimo Von Clausewitz.

Es que, entre aquella vieja Prusia y nuestra América de la actualidad, acontecieron varios hechos novedosos; entre ellos, la aparición de la denominada Perversa Trinidad, en la que el lugar del Padre lo ocupa el poder económico concentrado, el del Hijo los políticos profesionales a su servicio, y el del Espíritu Santo las corporaciones mediáticas, como un hálito eterno y capaz de filtrarse por todos los intersticios del cuerpo social.

*Profesor de la Universidad de La Plata, director de la Agencia de Prensa del Mercosur

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