Haití, el lado oscuro de la cooperación internacional

1.169

Daniel Martínez Cunill
El 20 de diciembre de 2010, Ricardo Seitenfus, representante especial en Haití de la Organización de Estados Americanos, concedió una entrevista al diario Le Temps, Suiza, donde expresaba su opinión sobre las causas y los errores que llevaron al fracaso de la comunidad internacional en ese país caribeño. Para el 25 de diciembre, mientras el grueso de la humanidad se recuperaba de los excesos de celebrar el nacimiento de Jesús, la OEA destituyó al funcionario brasileño.

Entre obsequios y celebraciones
Entre otras críticas, el diplomático señaló que la ONU impuso la presencia de tropas en Haití a pesar de que el país “no vive una guerra civil ni es una amenaza internacional”, sino que su pecado es ser un vecino próximo a EEUU. En su opinión “Se trata de congelar el poder y de transformar a los haitianos en prisioneros en su propia isla”. Una de sus afirmaciones más fuertes es lo que llama la oenegisación, es decir “una relación perversa entre la debilidad del Estado haitiano y la fuerza de las ONGs en el país. Aquí el ‘bien’ es privado, gracias a los médicos, hospitales, escuelas, comida que llegan de todo el mundo, pero el ‘mal’ es público porque el Estado sólo está presente con la Policía”.

No le falta razón al ex funcionario, Haití carece de recursos públicos para poder echar las bases de un sistema mínimo de Estado y cuando la tasa de desempleo alcanza el 80%, es imposible para la ONU o la OEA, desplegar una misión de estabilización. No hay nada que estabilizar y todo está por hacerse, pero cada ente de la cooperación monopoliza un nicho de las necesidades y lo desarrolla a su manera, procurando que los haitianos no intervengan en la gestión o el control. La mayor parte de los funcionarios de la cooperación desprecia o ignora a los ministerios haciendo de ellos instancias disfuncionales.

En Haití la cooperación internacional a dado paso a la caridad. Y la caridad no puede ser punto de partida ni de las relaciones internacionales ni del aporte de la comunidad mundial a un país con carencias extremas. Talvez las cosas funcionarían mejor si se basaran en el respeto a la autonomía y la soberanía. La dictadura de la cooperación internacional ha dado como fruto un incremento de la dependencia, ha impedido la organización de la sociedad civil y ha actuado como factor de desmovilización permanente. La solidaridad social, que suele ser el resultado natural de un traumatismo mayor como un terremoto o una guerra, ha sido inhibida concientemente por la “comunidad internacional” dirigida por Bill Clinton y una multitud de ONGs.

Esto no significa que las ONGs como tales sean malas. Por el contrario, neutralizan en parte a la burocracia de la ONU y la OEA que despilfarran enormes sumas de dinero en sueldos y logística interna, pero es un hecho que el excesivo protagonismo de los cooperantes impide la consolidación de estructuras de la sociedad civil. Y esa es la perversión de la cooperación internacional, que quiere imponer la democracia desde la cúpula pero aniquila cualquier germen de participación comunitaria en el diagnóstico de las prioridades, la elaboración de los proyectos y/o el control de la gestión de éstos. Hay excepciones como OXFAM o Médicos sin Fronteras, entre otros, pero los grandes donantes temen que de la participación comunitaria surja la rebelión.

Nadie, ni siquiera el Ejecutivo, tiene la menor idea de cuanto dinero llega a Haití, cómo se organizan los gastos y quién decide las prioridades. De esta manera, los haitianos -que están supuestos a ser los destinatarios de la ayuda- son infantilizados y terminan formados en una fila, rodeados por militares y policías, y su rol se reduce a recibir lo que otros decidieron que necesitan. Fórmese y reciba agua, fórmese y reciba alimentos, fórmese para que lo vacunen, fórmese y vote para que reciba democracia, y así… Los ciudadanos haitianos están formados en una ilusa e interminable fila de espera donde agencias extranjeras le prometen mejor vida, pero en la que nunca nadie les preguntó ¿qué tipo de vida es la que quieren?

Por cierto, sólo la elite haitiana y los extranjeros celebraron la navidad en la isla naufragada en el Caribe.

Terremotos en Nicaragua, México y Haití

Ejemplo de este drama y de la doble moral de la cooperación internacional es el caso de la segunda vuelta electoral en la que Haití debía elegir presidente para el período 2011-2016. Prevista inicialmente para el 16 de Enero, fue postergada sin fecha, ante la imposibilidad de conocer los resultados de la primera ronda, plagados de fraude. El Comité Electoral Provisional (CEP) de Haití, anunció que la segunda vuelta no se realizaría "antes de febrero" y la postergación amenaza con ser prolongada. Las reacciones de los demócratas fueron minimizadas y quedó el conformismo de siempre. ¿La OEA? Muy bien, saludos.

Sumidos en la nostalgia, la desesperación y el olvido, la mayoría de los haitianos que votan hoy no había nacido cuando Baby Doc abandonó el país.

Por eso es tan grave que coincidentemente regresara el hijo de Duvalier. Está claro que el regreso del ex dictador de Haití no es una acción improvisada. Baby Doc es el Tonton Macoute número uno y si regresa 25 años después de exilio dorado en Francia, es porque en su cálculo político la precariedad en la que vive el país y la ausencia de un Estado le permiten aspirar a un retorno al poder.

Algunas ONGs y la oposición reclamaron la detención en Haití del ex dictador Duvalier por violaciones de derechos humanos, torturas y asesinato cometidos durante sus años en el poder (1971 a 1986). No tuvieron mayor eco y los tribunales haitianos se enfocaron en los delitos financieros que tras 25 años ya no se pueden perseguir. Lo que no se extingue es la violación a los Derechos Humanos pero hasta el momento el gobierno de Preval no parece interesado en llamar a rendir cuentas por crímenes de lesa humanidad a Jean Claude “Baby Doc” Duvalier.

El regreso del ex dictador huele a trampa, a una emboscada en la que se mezclan el cinismo de Francia con el oportunismo de EEUU y los organismos internacionales. Duvalier ha dicho que ha vuelto para mostrar su solidaridad con el pueblo de Haití, y que quiere participar en el renacimiento del país. Apostándole al olvido y a la mala memoria Duvalier hijo quiere darse un baño de pureza democrática y presentarse a elecciones de la mano de la complicidad de la elite haitiana.

Lo que es difícil para las fuerzas internacionales presentes en Haití es criticarle que disfrace sus verdaderas intenciones detrás de un supuesto gesto de buena voluntad y deseos de ayudar a reconstruir el paìs. ¿Acaso no es el mismo discurso de muchos gobiernos, incluyendo el de EEUU?

La desesperación es mala consejera y hay un espacio para la demagogia democrática del ex dictador. A fin de cuentas su razonamiento es: ¿puede ser peor un ex dictador convertido en demócrata que el desastre actual que reina en Haití? ¿Y si Francia le apuesta al olvido y está respaldando esa opción con la indiferencia o complicidad del resto de sus socios? El gobierno galo tiene una larga experiencia en reconvertir dictadores africanos en demócratas pro occidentales y el caso haitiano no parece muy distinto ante sus ojos neocoloniales.

El precedente sería nefasto y el llamado de alerta es necesario.

 

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.