Juventud y política ante la crisis

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Algo se está removiendo en nuestro mundo. Esta vez, la agitación y la convulsión se dan no en la periferia subdesarrollada sino en el propio centro. La incertidumbre reina en los escenarios principales. Se respira un clima de tensión y nerviosismo, de marchas y contramarchas, que evidencian una situación fuera de control. | MARCOS METHOL SASTRE

La juventud sale a las calles a expresar su indignación y desencanto. Una generación que nació con un desplome, el de la "interpretación científica" del mundo, el comunismo, con el símbolo de la caída del muro de Berlín, y la aparente muerte de las ideologías. Y nace a la vida adulta con otro desplome, el de las bolsas mundiales, el del mercado que se autorregula, con el símbolo de la crisis de Wall Street y la aparente muerte del capitalismo-financiero.
 
El "animal político" al que hacía referencia Aristóteles alude a una cualidad esencial del ser humano con sed de libertad, justicia y dignidad. Aspiraciones que no pueden contemplarse dentro de un modelo del hombre orientado y limitado por la coacción del Estado o la coerción del consumo. Se está acabando el tiempo de las respuestas totalitarias, para dar paso a la construcción de un espacio de diálogo intercultural. La política es, en este contexto de interdependencia económica y globalización a través de la tecnología y las olas migratorias, la herramienta fundamental para garantizar la paz y estabilidad de los pueblos.
 
¿De qué política hablamos? La actividad política y el rol de sus actores han sido los principales enemigos de estos dos modelos que marcaron el siglo XX. Lograron convertir a este virtuoso arte en un nido de corrupción, lejos de todo esfuerzo por inteligir la realidad para dar respuestas concretas a los desafíos de la propia historia y a las necesidades de sus representados. Si antes pretendíamos tapar el sol con un dedo desde una visión estrecha y sesgada de las cosas, procuremos ahora entender la complejidad de la realidad y lo indispensable de fortalecer una cultura política y una política de la cultura.
 
Los sudamericanos hoy podemos jactarnos de algo. Estamos avanzados en esta mudanza epocal. Ya vivimos el "que se vayan todos", y ya respondimos a esa indignación con un rumbo cierto apoyado en dos pilares: la solución política de la crisis y la integración de nuestros países. Tenemos una cultura de matriz humanista y un derrotero de unidad geopolítica e histórica que viene desde nuestros libertadores. ¿Esto qué implica? Que estamos en condiciones de hacer frente a los desafíos del presente, es decir, a la crisis de los modelos y a la globalización.
 
Cuando Francisco Faig, en su editorial "Por qué abrazos" del 12 de noviembre pasado, en "El País", hace un análisis de la política exterior del Presidente José Mujica, tiene la intuición de que "la política exterior de Mujica no es antojadiza". Y en esto le asiste razón. De hecho hace una observación bastante lograda sobre el vínculo que ligó a intelectuales y políticos de distintos orígenes como Jorge Abelardo Ramos, Vivian Trías, Alberto Methol Ferré, Erro y el propio Mujica. No diría que son hijos de los ’60, sino anteriores, con el surgimiento de la "Tercera Posición", a la que adhirieron Juan Domingo Perón, Getulio Vargas y Luis Alberto de Herrera.
 
La conclusión a la que llega Faig, "una panfletaria y penosa interpretación del mundo", apenas le resta valor a sus palabras precedentes, dado que su lente monocular le impide comprender el verdadero sentido y la importancia de desarrollar un pensamiento propio, con base en la política y la realidad cultural de los pueblos. Pero esta nota de Faig queda enclenque cuando advertimos que, menos de una semana después en el mismo diario, con el título "Nación de Repúblicas", Agustín Courtoisie eleva la altura de la discusión en su verdadera dimensión. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
 
La juventud política tiene hoy un gran desafío y es involucrarse en la "alta política". No podemos ser ajenos a procesos tan importantes como MERCOSUR y UNASUR. Todos los partidos políticos de nuestro país juegan un rol importante en alentar un pensamiento crítico, pero sería cínico hacerlo en visceral contradicción con el rumbo de los acontecimientos, simplemente porque estaríamos privando a muchos jóvenes que se inician en la política de ser protagonistas de nuestra historia. Y necesitamos un intercambio profundo, donde todos, blancos, colorados, frenteamplistas, independientes, puedan asumir un rol proactivo, y no caer en actitudes fanáticas o reaccionarias por desconocimiento de la causa. Desde el federalismo criollo-indio-mestizo de Artigas al arielismo latinoamericanista de Rodó, no podemos dejar de ver que la constante de nuestra ruta nacional ha sido el entendimiento regional y la participación de todos los sectores de la sociedad, con especial hincapié en los más vulnerables.
 
El liderazgo implica no hacer cargar en otros, y con más razón en la juventud, el peso del egoísmo o la vanidad de su circunstancia. Yo confío en que los líderes de nuestros partidos políticos sabrán comprender la responsabilidad que les compete en cuanto a preparar y formar cuadros que han de enfrentarse a condiciones muy distintas a las que ellos tuvieron, con otros signos, otras categorías de discusión. Para que haya más jóvenes ingenieros y científicos que puedan quedarse en el país, hay que promover su mercado laboral, y como ha señalado el senador Alberto Couriel la semana pasada para La República, el 27% de las exportaciones uruguayas al MERCOSUR son de alta y media tecnología, contra un muy inferior 3,5% al resto del mundo.
 
Lo obsoleto en el campo de las ideas no se mide en términos de tiempo. En ese caso, Aristóteles estaría bastante rancio ya, pero sin embargo cobra actualidad porque supo entender una cualidad fundamental del ser. Y la realidad -existencia y esencia, el ser humano y el mundo- demanda ser mirada una y otra vez. Necesitamos la política, porque es la única que permite las condiciones para el encuentro y reencuentro con lo más íntimo de los verdaderos deseos humanos: la libertad, la justicia y la dignidad. ¡Vivan los abrazos!

*Comunicador uruguayo

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