La crisis europea no era imprevisible

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principios de febrero como «una exageración el aumento de los impuestos para comenzar a recomponer la economía griega al borde de la quiebra», según el gobierno, y dijo que el mismo FMI «debería haberse centrado más en la limitación de los gastos de ese país».|EDUARDO PÉRSICO.*

 

«… Los prestamistas son tan voraces que soberanía ya ni es una palabra.
Alfredo Palacios, político argentino.

 

De igual manera nadie sabe si es peor el remedio que la enfermedad, pero esa aceptación es infrecuente en este organismo siempre ávido del ajuste feroz sobre los países con deuda financiera, aunque por estos días los ajustados serán Estados donde se creía definitivo el venerado «estado de bienestar».

 

Grupo de países que entre sus debilidades dependen de una constante importación de petróleo desde áreas geográficas cada día más arduas en dominar, variante que casi no sucediera en América Latina cuando hace una década la acosara una crisis financiera similar que originó daños formidables en toda la región.

 

Con síntomas comparables a los que hoy padecen el sector poblacional más bajo de todos los países centrales de Europa, y consecuencias que pueden extenderse a sectores más favorecidos en esa escala que le otorgara a la sociedad toda, mejores condiciones objetivas como la generalizada inclusión ciudadana y el consecuente logro de muchos derechos sociales que les llevaran décadas obtener.

 

Y ante ese panorama en España no se equivoca su jefe de Gobierno, Mariano Rajoy, al vislumbrar grandes manifestaciones contrarias a las quitas sobre la población menos pudiente; un efecto que, digamos, él hubiera preferido sobrellevara el gobierno anterior y la gente le reprochara a Rodríguez Zapatero «joder hombre, que esto con Franco no hubiera pasado».

 

Pero viñetas aparte, si los banqueros insisten en cobrar los créditos no hay esquive posible ante el rigor político de la Europa actual, y como a pagar se ha dicho se vislumbran las mismas recetas aplicadas con prolijidad y en el mundo entero por los inflexibles acreedores. A saber, el poder financiero con sus emisarios políticos de turno de entrada buscará controlar las organizaciones sindicales y sociales, por tratarse del flanco con mayor resistencia y capacidad de movilización y protesta en todo el globo, y si el encuadramiento lo hacen según el uso de cada país y con menos acciones sangrientas como las ocurridas en América Latina por los años setentas, es un resultado muy difícil de preanunciar ahora.

 

Además, los efectos de la globalización en el mundo entero, créase o no, produjeron una desnacionalización financiera que terminó estragando la concepción del capitalismo industrialista y de producción de cada país afectado, efecto que dentro de América Latina, y con la creación de un amplio banco regional, de esa instancia nefasta se recuperan de a poco los países que también hoy esquivan mejor esas encerronas bancarias que ofrecen fondos virtuales que nunca llegan para inviables proyectos de desarrollo.

 

Esa especie de diversión de los grandes colocadores de capital gestados por la globalización, el eterno bienestar y el fin de la historia que ensoñara el Francis Fukuyama por mandato de Estados Unidos..

 

El liberalismo económico con sus pergeños financieros incluidos imposibilita la incorporación de las grandes mayorías en su proyecto, veamos que al comenzar la que hoy nos parece hasta previsible la no recuperación de los dineros prestados, tanto en España con sus hipotecas incobrables o en Argentina hace diez años con el corralito bancario, ese fin de fiesta extemporáneo lo pagaron en su mayoría los inversores de la clase media y hacia más arriba se detuvo la rueda.

 

Por matemática simple —eso que según nos enseñaron en el cole primario casi nunca se equivoca— con estos ardides delincuenciales del capitalismo financiero tal certeza acaba siendo incierta. Acaso porque curiosamente los promotores de semejantes engendros también aplauden el Consenso de Wáshington, manual desprolijo que desde los años ochentas establece como salida de las crisis la reducción de las administraciones públicas, la venta imprescindible de las empresas nacionales sean o no deficitarias —en Argentina sobran ejemplos— y profundizar más y más los ajustes hasta que la recuperación de las acreencias de los bancos se haya cumplido.

 

Un sencillo libreto de aprietes presupuestarios siempre incluyendo sin falta a lo más bajo de la escala social, a quienes si pueden también le arrasan sus garantías jurídicas y las lógicas expectativas como miembro de una sociedad en estado de derecho. Y hace muy bien el gobierno de los españoles en reconocer de antemano que esos trebejos no son fáciles de conjurar y más aún en una Europa sin grandes recursos petroleros, hoy imprescindibles en plena civilización del automóvil.

 

Es muy posible que crecerá sobre los gobiernos la demanda de los sectores empresarios y socialmente más elevados que no perdonarán, esto es sabido, las dificultades que tendrá cada Estado en lograr créditos blandos a futuro. Y aunque cada crisis por más que hubiera sido previsible en un área tan desarrollada culturalmente como en el centro europeo, no será insuperable ni mucho menos.

 

Y más aún, acaso hasta les resulte instructiva.
——
* Escritor.
www.eduardopersico.blogspot.com

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1 comentario
  1. Aníbal Lage dice

    Un acierto en el enfoque y una puesta a punto de algo que se viene peligrosamente interesante. Muy bueno. Aníbal. Lag

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