La ONU, la Iglesia católica, la familia… pederastia, ¿sexo, o poder?

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Alejandro von Rechnitz.*

Agentes de la ONU, enviados a pacificar regiones devastadas por la guerra; agentes de la ONU, enviados a apoyar, acompañar y ayudar a regiones y países devastados por enormes desastres naturales, como inundaciones, sunamis, ciclones, terremotos, etc., han sido acusados de cometer crímenes de pederastia. Pero la reacción mundial, por lo menos por lo que podemos apreciar a través de los medios masivos de comunicación social, no ha sido, ni con mucho, tan sensible, tan prolongada, tan insistente, tan escandalizada, como frente a los mismos crímenes cometidos por sacerdotes.

El porcentaje de violaciones “normalmente” llevadas a cabo por parientes cercanos a niños y niñas es muchísimo más elevado que el llevado a cabo por sacerdotes pederastas, pero la reacción pública a estos crímenes no se parece en casi nada a la reacción, justificada desde luego, frente a los crímenes llevados a cabo por sacerdotes o religiosos.

Incluso la reacción de la jerarquía de la Iglesia frente a los crímenes de pederastia llevados a cabo por religiosos o sacerdotes ha sido incomparablemente más agresiva que la que ha manifestado y manifiesta ahora frente a los crímenes de pederastia, violación y prostitución que llevan a cabo los parientes, o, en este momento, los agentes de la ONU en labores de ayuda humanitaria.

Me pregunto, ¿a qué se debe la diferencia? Se debe, ¿quizá?, a la obsesión evidente que parte de la jerarquía, de los sacerdotes, y de los religiosos, han tenido con remachar (hasta el hartazgo) durante siglos la moral sexual del laicado cristiano. En los medios masivos de comunicación social percibo claramente el olor de una especie de venganza laica contra el clero obsesionado con la moral sexual de ese laicado.

Nos están dando dos tazas de nuestro propio chocolate. Hay más, me parece, el deseo de desautorizar al clero que deseo de castigar justamente los crímenes cometidos. Los laicos nos están diciendo a gritos: ¡ustedes no tienen autoridad moral para estar hablándonos a nosotros continuamente de este tema!

De paso, la evidencia de que en el fondo no se trata, en el asunto de la pederastia, de un problema de celibato o no, es que ese crimen ha aparecido miles de veces perpetrado por parientes casados o vecinos de los violados, y a nadie se le ha ocurrido preguntarse si los agentes de la ONU , involucrados ahora en estos crímenes, son casados o no. Repito, ahora, creo, se trata de un asunto de clamorosa venganza, se trata de un asunto de desautorización secular.

La pederastia y la violación, contra todo lo que puedan parecer, no tienen que ver con la moral sexual, sino con el ejercicio de poder.

El pederasta, el violador, le impone su decisión, le impone sus deseos, le impone su poder, al menor que está inerme frente a este ejercicio evidente de poder aplastante y destructor. Mientras la Iglesia siga viendo, como efecto de la obsesión que ahora se le recrimina, la violación o la pederastia como un asunto de moral sexual individual, tales crímenes no tendrán fin, ni dentro ni fuera de la estructura de la Iglesia o de la ONU.

Se trata de un asunto de poder, de un asunto de violencia llena de poder y, ¡qué bueno que ahora nos lo recuerden!, aunque querríamos que fuera por otros motivos, la Iglesia no tiene derecho a ejercer poder. Ya lo sabíamos: todo poder corrompe; y la Iglesia ha tenido dos mil años para experimentarlo.

A la Iglesia , a la Iglesia que quiere estar de acuerdo al Evangelio, sólo le corresponde tener autoridad, y la autoridad es una cuestión moral, el poder no. El poder….ya vemos claramente todo lo que corrompe.

* Sacerdote católico.
En www.panamaprofundo.org

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