Mario Benedetti. – DESALAMBRANDO EN MONTEVIDEO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

(Montevideo). La ruta más corta de un puerto a otro no era el mar, de Valparaíso a Montevideo quedaba pendiente una cordillera y un río, el de La Plata, para cruzar las dos orillas a tiempo. Nada de aquella geografía importaba, era lo menos que podía hacer ante el amable gesto de ternura y confianza del poeta uruguayo.

Había leído su reciente composición poética: Canciones del que no canta (Seix Barral, 2006) y su Nuevo rincón de haikus (Cal y Canto, 2006) que me regaló por medio de su editora Ana Inés Larre. Pero debo confesar que no conocía la existencia del libro dedicado a Daniel Viglietti, algo escrito por Mario Benedetti sobre la música de Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat. La sola idea de volver a compartir con Mario, Daniel y Ariel Silva era garantía de lo que Planeta llamó: “El acontecimiento editorial más importante de 2007”.

La Sala Zitarrosa, en la Avenida 18 de julio, con capacidad hasta para 500 personas, fue el escenario elegido, una hora antes ya estaban algunos montevideanos formados, entre el público decenas de amigos personales del poeta, un par de embajadores, turistas nacionales y extranjeros. En las tablas del teatro: un atril, una guitarra, un par de sillas y la mecedora traída desde el piso de Benedetti, la reconocí enseguida, de madera ocre, como metáfora del poeta en su péndulo, pasando el tiempo, añejando sus nostalgias, cautivando sueños y revoluciones.

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Creo que la última vez que se presentó el recital A dos voces fue en España el 10 de octubre de 2002. Mario Benedetti recibió un doctorado honoris causa el 16 de mayo de 1997 por la Universidad de Alicante; es que ya tenía un montón de lazos afectivos e intelectuales con aquella ciudadela del mediterráneo. Hacer un inventario de las veces que cantaron a dos voces con Daniel Viglietti es algo muy complicado. La poesía y las cuerdas comienzan su andar en México, en la UNAM, pasan por Europa, Cuba, Argentina y Uruguay. Posteriormente, Viglietti ha alternado la idea A dos voces con el poeta Juan Gelman y el escritor Eduardo Galeano.

Toda la noche los acompañó el musicólogo Coriun Aharonian con sus hábiles comentarios y se espera que el libro sea llevado a la Argentina, pero según me cuenta Inés Gelos, sin la presencia de Benedetti, tal vez un video, o alguna carta para su Buenos Aires querido y las reminiscencias del Parque San Martín, donde el poeta decidió su oficio en sonetos y otras métricas literarias. Aquí leyó tres poemas inéditos, bueno, de uno no estoy seguro porque me parece haberlo leído en la revista chilena Punto Final, donde Benedetti suele colaborar. Viglietti prefiere escribir sus párrafos en el semanario Brecha de Montevideo, que por esas curiosidades de la vida, sale más barato comprarlo en Argentina que en Uruguay.

Mario Benedetti casi rompe en llanto al escuchar la canción Ana Clara en la voz de su amigo. Se le escucha la palabra quebrada y un sollozo, camina lento tras bambalinas, el teatro queda cuasi vacío. Sólo los íntimos amigos de Benedetti esperan, bajo la advertencia de que él no firmará ejemplares. No importa, nosotros no estamos por una rúbrica, a lo mucho queremos felicitarlo y brindar con él.

Lo veo contento, rodeado del amor que ha sembrado por tantos años de consecuencia política, solidaridad y mudanzas; él toma vino tinto y conversa, le pregunta a su fiel escudero Ariel Silva, no sé por qué molinos o milongas y ríen. La esposa de Daniel, mi paisana mexicana, Lourdes me hace algunas preguntas –al matrimonio Viglietti no lo veía desde diciembre de 2006 en La Habana junto a Vicente Feliú y siempre será un placer conversar con ambos– Finalmente me acerco a saludar a mi tocayo Benedetti para agradecerle la invitación, él no tenía por qué hacerlo, ni la dedicatoria de otoño a su antología editada por Casa de las Américas, ni el regalo de su Nuevo Haikus, ni la entrevista en abril el día que su jardín botánico cumplía 105 años.

Ahora sólo le puedo decir: «Gracias por el fuego».

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* Periodista.

Esta crónica se publicó originalmente en el diario mexicano La Jornada Morelos; se reproduce aquí por gentileza del autor.
La fotografía de Casasús con Mario Benedetti pertenece al periodista.

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