Mi rosa negra

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Sarai.*

Escribir es un mensaje que se emite y un oficio que se ejerce en silencio; sobre todo el que extiende la ausencia de alguien que convertido en destinatario acuse recibo del esfuerzo. Silencio que suele mutar en soledad, muy especialmente en aquellos y aquellas que se inician en la aventura de escribir. Esperamos no sea el caso de la joven Sarai. Los jóvenes escritores y escritoras merecen que se les oiga…

En este pequeño pueblo, un lugar apartado y rodeado por profundos bosques de gigantescas dimensiones, nació y creció el Contrato mas deseado de la historia. Una triste niña con nombre de flor, la segunda hija de una de las familias más ambiciosas y acomodadas del lugar,

A su corta edad demostró una personalidad encantadora, llena de vida y optimismo; claro está que toda esa felicidad y esas sonrisas radiantes con las que alegraba a todos desaparecieron cuando la chica logró a tardía edad hilar palabras para formar oraciones y comenzar a contar sus cosas con mucha más conciencia.

Muchacha que obligatoriamente creció encerrada y sola, con el propósito de aislarla lo más posible del mundo que la llevaría a un trágico y melancólico final. Decisión que fue tomada por sus padres debido a los sueños sucesivos y las fantasías infantiles de la pequeña. Ilusiones que atormentaban su frágil mente noche tras noche, sin contemplación alguna, repitiendo las mismas escenas una y otra ves sin descanso ni consideración.

Tanto se repitió aquella pesadilla, que su mente como un eco le recordaba todas las escenas a cada instante de su cotidiano e inocente andar, hasta arrinconarla e impulsarla finalmente a cuestionarse.

Comenzó preguntando a aquellas personas mas cercanas; sus padres. Quienes al escuchar de los propios labios de su pequeña el hecho de que había sido elegida, y que además sus terroríficos recuerdos eran prueba de ello, lloraron de una manera tan desolada como si hubieran disparado sin pudor la noticia de que el hijo mayor hubiese muerto.

Desde que la niña realizó esa insignificante pregunta los adultos que se enteraron de lo que imaginaba a través de rumores de la servidumbre, la observaban a donde fuera con terror y resentimiento, como si fuera un monstruo que atrae la desgracia y las enfermedades. Todo comenzó a cambiar, desde lo positivo a lo negativo, desde cariño a desprecio, desde sonrisas a llanto y desde la amabilidad al despecho.

A la limitada flor se le restringió nuevamente: ésta vez se le exigió nunca más volver a preguntar nada relacionado con los sueños; se le exigió también no comentarlo a nadie y guardarlo como su máximo secreto. La chica frustrada y temerosa prometió cumplir los mandatos de sus progenitores, sin embargo su hermano mayor, que desde el principio nunca estuvo de acuerdo con negarle su existencia al mundo y de que la gente la ignorase por miedo, exigió compartir las penas de su adorada hermana y eligió estar con ella para que su calida mirada y su expresiva personalidad no se apagaran a través de los años aislada.

A través de los ojos del primogénito de la familia, la niña podía enterarse perfectamente de que no todo era tan perfecto como él pretendía que su mundo lo era, por que de su rostro varias veces al entrar en la habitación se desprendía cansancio y aflicción, lo que acrecentaban la curiosidad femenina. Ella, minuciosamente cuando conversaba con su pariente, intentaba que él le brindara un poco de información sobre la relación que llevaba con sus padres, cosa que era algo complicado, pero aun así él dejaba escapar de su boca concientemente una que otra cosa para que la niña fuera feliz.

El joven se encargó de educarla aun en contra de sus padres, de enseñarle, leerle, mimarla y ayudarla a conocer cosas que con el tiempo en esas cuatro paredes fue olvidando, como el olor de las flores, los colores vivos, algunos pequeños animales o el simple hecho de cómo saludar con cortesía. Se la pasaban conversando mutuamente, porque a ella le encantaba escuchar cuáles eran sus experiencias en el “mundo real” como lo llamaba.

Las horas de dormir de ambos cambiaron para el beneficio mutuo; ella se acostaba cuando el sol cruzaba el horizonte y sus rayos ya no podían apreciarse, al igual que el mayor, esperando ansiosamente que volviera a alumbrar ese lado del mundo, para que sus conocimientos se fortalecieran a través de las apasionadas palabras que ocupaba su hermano para expresar sus “aventuras”, concediéndole el placer a la elegida de sentirse una espectadora más, como si ella hubiera estado observando directamente lo que él le contaba cuando en verdad sucedió.

La pequeña criatura sonreía y era feliz gracias al apoyo emocional que le brindaba la única persona que contactaba con ella desde el interrogatorio de sus padres.

Pasaron los años y la niña fue creciendo, al igual que su amado hermano. El hermano que ya era hombre, un atractivo y respetado hombre en la sociedad, que pese a todos sus quehaceres, no perdía el interés por proteger y relacionarse con la pequeña, a la que nunca descuidó.

Un día, sin aviso, la chica un poco más florecida, se enteró a través de los murmullos de los criados que iban a dejarle su comida, al otro lado de la puerta, que la única persona que ama iba a contraer matrimonio en poco tiempo. Esto fue un sorpresivo golpe emocional, una noticia importante, pero de muy  mal gusto y la hizo llorar instintivamente, sabiendo de antemano que él ya no tendría tiempo para compartir con ella si estaba con otra mujer.

Ese día cuando su hermano quiso entrar a su habitación, por primera y única vez ella con su propio cuerpo le obstruyo el paso; insistiendo que se sentía un poco mal y que quería pensar, él obviamente se preocupó más de lo debido, pero al oír la vehemente insistencia de la voz femenina, decidió sin más opción que no la vería ese día. Simplemente le dio las buenas noches para dormir, que era su frase típica, al marcharse por la tarde.

Con la misma sensación de infelicidad la niña se fue a acostar después de lavarse el rostro con el contenido de uno de los muchos recipientes de agua que tenia almacenados. Esa noche en su único sueño aparecieron imágenes nuevas, imágenes aterradoras, otras  bellas y otras que no podían ser descritas por ninguna palabra conocida.

Despertó con frío, asustada y con el corazón oprimido sin poder respirar con normalidad, sus ojos tenían vida propia y eran imposibles de cerrar, sus mantas de dormir fueron acumuladas en un remolino cerca del suelo, a un costado de su gélido cuerpo sudoroso; luego de aquello y de calmarse paulatinamente se sentó en una esquina de la habitación y su mirada se fijó en algún punto invisible a su alrededor.

Horas después su hermano no apareció, ni al día siguiente, ni al siguiente y a la semana después tampoco. La prisionera de la cárcel amueblada se desesperó mientras avanzaban los días, así que tomó valor y  comenzó a golpear la puerta de madera como si fuera un animal enjaulado, y gritaba el nombre de la persona que anhelaba como si la torturaran por el hecho de no verlo.

Al ver el poco interés que había por detener su escándalo comenzó a devolver la comida que le daban para sobrevivir sin probar bocado, comenzando a perder fuerzas, a adelgazar y a marchitarse como una flor sin agua ni cuidados.

A los pocos días, mientras seguía con su fiel demanda por saber algo, se abrió la puerta de su cuarto pasivamente y su rostro ya pálido y ojeroso se ilumino por completo para de forma impulsiva abrazar a la persona que vio entrar con lágrimas en los ojos. Pero su sorpresa fue que no recibió el mismo gesto en confirmación, sino que escuchó una voz que le era completamente desconocida y que la hizo alejarse con miedo.

Los padres, a los que no reconoció por el tiempo sin verlos, inundados en melancolía, cruelmente y con incomprensible furia que se desprendía de sus ojos, le dieron la noticia desoladora de que ya jamás en esta vida podría ver a su preciado hermano otra vez.

Ahora estaba completamente sola, sin ayuda,  sin compañía, sin hermano, sin nadie, sola como debió estarlo desde un principio, tan sola como se sentía en  sus sueños, en donde el silencio con ironía le gritaba frenéticamente la cruel verdad.

“Soñar esta prohibido, preguntar también,         
Pero por sobre todo buscar su significado
No lo debes hacer.

Porque desde que puedes recordar la gente te teme,
desde que puedes hablar te ignoran
y desde que comprendes las palabras
siempre escuchas una única y dolorosa frase…

Un terrorífico eco                                                               
que se repite en tu mente.
y aun  estando prisionera  tu suerte no cambia,
aunque ya no escuchas puedes oír

Complejas palabras que no existen te abrazaban
y aunque a gritos dices que no, todo avanza…
Todo avanza.”

* Sarai Silva Bustos tiene 15 años, estudiante. Dibuja y escribe desde los nueve; además hace diseños para todo tipo de cosas, y lee, y canta y —sobre todo— le gusta reír y actuar.
Sus autores: Bram Stoker, Ana Flor Raucci, Carlos Cuauhtemoc, Gabriel García Márquez y Ernesto Sábato.

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